Jan Fabre o el sacrilegio del Louvre
L¨¢pidas y gusanos junto a Rubens: el artista belga lleva al museo su "terrorismo po¨¦tico"
El sacrilegio Jan Fabre se ha instalado sin complejos entre las paredes del Louvre, junto a Rubens y Van der Weyden y ante el desconcierto casi general de los asiduos u ocasionales visitantes de la pinacoteca. El artista flamenco (Amberes, 1958) es, hasta el 7 de julio, el nuevo invitado del museo. Las salas dedicadas a presentar las m¨¢s de 900 obras de la escuela flamenca que forman parte de la colecci¨®n del museo parisiense han sido ahora ofrecidas al dibujante, pintor, performer, autor, dramaturgo, core¨®grafo y editor Jan Fabre para que ¨¦l instale ah¨ª sus obras -existentes o creadas especialmente-, para que dialoguen con las del pasado, para que el presente se explique mejor gracias a sus or¨ªgenes.
"Quer¨ªa celebrar la muerte y la vida a trav¨¦s de la metamorfosis"
"Quer¨ªa celebrar la muerte y la vida a trav¨¦s de la metamorfosis: es el hilo conductor de la exposici¨®n", explica Fabre a EL PA?S. "Mi obra a menudo est¨¢ m¨¢s cerca del arte medieval tard¨ªo o de los premodernos que del arte contempor¨¢neo. Adem¨¢s, en el contexto muse¨ªstico puede ser objeto de una lectura distinta, puede que m¨¢s clara. Y tambi¨¦n pienso que as¨ª se revela que algunas obras cl¨¢sicas siguen siendo obra de vanguardia", a?ade.
Algunas de las instalaciones de Fabre son proyectos de dimensiones considerables. Por ejemplo, su ocupaci¨®n del centro de la sala dedicada a Mar¨ªa de M¨¦dicis, de cuyos muros penden 24 grandes telas de temas hist¨®ricos de Rubens, celebraciones de victorias de unos humanos convertidos en dioses. Fabre ha colocado sobre el parquet nada menos que 470 l¨¢pidas y un gran gusano rampante -su autorretrato- que no deja de comentar: "Quiero sacar mi cabeza del nudo asfixiante de la historia". Porque ¨¦se es el gran tema de la exposici¨®n de Fabre: su relaci¨®n con la historia. La exposici¨®n se abre con una escultura que es otro autorretrato del artista, ahora presentado como un enano que quiere medirse con Van der Weyden y que no consigue atravesar el muro de esa historia omnipresente.
En algunos casos, Fabre se embarca en la construcci¨®n de unas maquetas que son planos en tres dimensiones del escenario de grandes batallas -Waterloo, por ejemplo- por los que pululan ej¨¦rcitos de escarabajos presididos por cruces enormes. "Considero el Louvre como un teatro de la dimensi¨®n sacra de mi trabajo y de la racionalidad de la mirada". Eso le permite levantar una gran escultura de corazas coronada por una enorme melena blanca e instalada sobre un pedestal de escarabajos. "Es un ¨¢ngel-guerrero", explica sonriente. Los ¨¢ngeles son recurrentes en su obra. "Aqu¨ª hablo del ¨¢ngel de la metamorfosis porque en cuanto artista me considero vivo y muerto al mismo tiempo". Es decir, ligado al pasado y que sigue dispuesto a hablar de lo que hoy sucede. "?C¨®mo se puede conservar la tradici¨®n y, a la vez, mirar hacia el futuro e introducir nuevas ideas?".
Si los montajes teatrales o las coreograf¨ªas de Fabre, objeto de merecidas y feroces cr¨ªticas cuando ocuparon los escenarios del Festival de Avi?¨®n, parecen conectar con esa lamentable idea del empty art y justifican que R¨¦gis Debray le califique de "demagogo libertario", sus obras cobran una dimensi¨®n insospechada al ser comparadas con las de nuestros cl¨¢sicos. Puede que carezcan de su grandeza, de su t¨¦cnica, de su belleza, pero son propias de nuestro tiempo. Y eso es lo que Fabre, con modestia a pesar de la aparente grandiosidad de sus montajes, reivindica.
Inventa cabezas cortadas de b¨²hos presentadas sobre un colch¨®n, carcasas de carne hechas de insectos y colocadas ante el espejo de Rembrandt, ratas voladoras fabricadas en cristal de Murano, corderos m¨ªsticos de oro, esp¨ªritus santos metamorfoseados en loritos o ata¨²des de los que sobresalen las alas, la cola y la cabeza del pavo real vanidoso, ese artista que se niega a aceptar la muerte y quiere prolongar su fama -?y la vida?- a trav¨¦s de su obra.
Invenciones de Fabre que hallan eco en las "vanidades" del XVII, en los cuadros de historia, en las naturalezas muertas, en los Vermeer que celebran el trabajo tranquilo del astr¨®nomo, o en los retratos ideol¨®gicos de los recaudadores de impuestos, presentados como monstruos de avaricia. Fabre resume su aportaci¨®n bajo la etiqueta de "terrorismo po¨¦tico". Puede que tenga raz¨®n.
Babelia
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