Berlusconia
No se ha producido el vuelco, que por otra parte nadie esperaba ni las encuestas adelantaban. Todo ha salido a pedir de boca para Silvio Berlusconi y los suyos. Contar¨¢ con una mayor¨ªa para su investidura y para gobernar en las dos c¨¢maras. Amplia en la C¨¢mara de Diputados, debido a la prima mayoritaria que da el 55% de esca?os al vencedor, y m¨¢s estrecha en el Senado, de unos pocos esca?os, pero en todo caso m¨¢s holgada que la que ten¨ªa Romano Prodi (158 frente a 156). Suficiente en todo caso para emprender esta nueva manga pol¨ªtica con las manos libres, si acaso atadas a la peligrosa Liga Norte de Umberto Bossi, que viene con la cartera llena de facturas: federalismo fiscal, l¨ªmites a la inmigraci¨®n, pol¨ªticas antieuropeas, seguridad en las calles... Con un objetivo personal que no puede diferir, despu¨¦s de dos oportunidades perdidas (en 1994 y luego entre 2001 y 2006) y en total seis a?os de responsabilidad de Gobierno: adquirir algo de respetabilidad y conseguir un balance presentable, como m¨ªnimo ante los partidos de derecha del resto de Europa y esa prensa econ¨®mica internacional tan prestigiosa que no pierde ocasi¨®n para declararle incapaz para gobernar.
La tentaci¨®n que le rondar¨¢, y que cultivar¨¢n sus aliados Gianfranco Fini de Alianza Nacional y Umberto Bossi de la Liga Norte para obtener a cambio sus propias ventajas, ser¨¢ su perpetuaci¨®n en el poder como presidente de la Rep¨²blica, dentro de cinco a?os, cuando pr¨¢cticamente coincidan las fechas de caducidad de la legislatura (en el caso excepcional de que se consuma entera) y de la presidencia de Giorgio Napolitano (con 83 a?os, una edad muy avanzada como para no excluir una vacante prematura). En cualquier caso, aunque limite sus ambiciones a gobernar el actual periodo y no aspire a mayores glorias, est¨¢ bien claro que la Italia del cambio de siglo, entre la fecha de 1994 en que se lanz¨® a la pol¨ªtica desde los negocios televisivos para fundar Forza Italia y 2008, cuando inaugura su tercer periodo como presidente del Consejo, est¨¢ marcada por el triunfo del berlusconismo y su adopci¨®n como difusa ideolog¨ªa mayoritaria consagrada por la sociedad italiana.
Una de las cosas m¨¢s inexplicables para esa mitad de Italia abiertamente hostil a la permanente confusi¨®n entre sus intereses privados y las responsabilidades pol¨ªticas es el nulo precio pagado por sus errores y desbordamientos verbales ante la otra mitad que le ha dado por tercera vez la confianza y le ha propulsado al Gobierno. Hay que partir de la base de que la inteligencia pol¨ªtica de este personaje, al que el cineasta Nanni Moretti ha identificado con El Caim¨¢n, es enorme. Ha ganado ahora esta elecci¨®n porque ha sabido enfrentarse con Veltroni prematuramente antes de dejar margen a que su Partido Democr¨¢tico creciera suficientemente y a que el d¨¦bil Gobierno de Romano Prodi tuviera la oportunidad de consolidar un balance, sobre todo econ¨®mico, m¨¢s f¨¢cil de explicar a los ciudadanos.
Le ayud¨® la reforma electoral por ¨¦l promovida al t¨¦rmino de su anterior etapa en el Gobierno, bautizada como porcata o cerdada desde sus propias filas, que para su mayor fortuna tampoco se ha vuelto en su contra ahora como pod¨ªa esperar el centroizquierda. As¨ª hubiera sido en caso de un empate virtual en el Senado, que habr¨ªa dejado la mayor¨ªa en manos del peque?o grupo de senadores vitalicios, formado por los ex presidentes de la Rep¨²blica y unas pocas personalidades de la ¨¦lite intelectual y pol¨ªtica. El ¨²nico consuelo para esa mitad de Italia que no se identifica con Berlusconia radica en la fortaleza de la oposici¨®n y de su l¨ªder emergente. El Partido Democr¨¢tico (PD), tal como subray¨® ayer Veltroni en el discurso de reconocimiento de la derrota, es "la mayor fuerza reformista que jam¨¢s haya tenido este pa¨ªs".
Es un consuelo para la izquierda moderada, aunque todav¨ªa un motivo de mayor amargura para la izquierda m¨¢s radical, que ya atribuye a Veltroni la derrota, por su decisi¨®n de presentarse en solitario y cortar amarras con la Refundaci¨®n Comunista de Fausto Bertinotti. A la izquierda m¨¢s pura poco le importa que el PD haya superado a la coalici¨®n del Olivo en seis puntos y haya recuperado unos quince desde lo que le daban las encuestas antes de la campa?a hasta ahora. O que haya superado en casi cinco puntos a su remoto antecedente, el Partido Comunista Italiano, que s¨®lo alcanz¨® 33,3% y realiz¨® lo que se llam¨® el sorpasso, o superaci¨®n de la Democracia Cristiana, en unas elecciones europeas en 1984, a los pocos d¨ªas de la muerte de su l¨ªder, Enrico Berlinguer y de que empezara el camino hacia su desaparici¨®n.
Pero la victoria que significa lanzar y rodar una fuerza con vocaci¨®n y capacidad de Gobierno no se la puede negar la izquierda a Veltroni sin mirarse en el espejo del tercer Berlusconi. La moment¨¢nea indefinici¨®n del Pueblo de la Libertad, la formaci¨®n improvisada para acudir a las urnas frente al PD, con su Forza Italia y la Alianza Nacional de Fini, le permite adem¨¢s a Veltroni presentarse de momento como el dirigente del primer partido pol¨ªtico de Italia. A su izquierda pueden seguir los otros remando al viento. Al miedo le acompa?a, pues, la esperanza.
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