Ante la revuelta del hambre, ?urge la revoluci¨®n agraria?
La carest¨ªa del grano desata las protestas y aumenta la presi¨®n para impulsar la innovaci¨®n en el camp - Los transg¨¦nicos ofrecen soluciones, pero preocupa su impacto ambiental
De Puerto Pr¨ªncipe a Kabul, pasando por El Cairo o Manila, millones de pobres del mundo padecen el azote de la descomunal subida del precio de alimentos b¨¢sicos como la leche, el arroz o el pan. Los desajustes del mercado global les han arrebatado la subsistencia y se han lanzado a la calle en masa para exigir a sus gobiernos una soluci¨®n a la mayor inflaci¨®n alimentaria de la historia, que amenaza con la propagaci¨®n de revueltas hasta ahora aisladas. "Hemos aprendido de la historia que este tipo de situaciones a veces acaban en guerras", advirti¨® el pasado fin de semana el director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn.
La producci¨®n de grano es, desde los noventa, inferior a la demanda
Ecologistas y cient¨ªficos debaten la utilidad de los transg¨¦nicos
Las causas del encarecimiento son conocidas: el precio del petr¨®leo, una exagerada inversi¨®n en biocombustibles en pa¨ªses como EE UU, la creciente demanda de alimentos en China e India, las condiciones climatol¨®gicas... Pero, m¨¢s all¨¢ de las causas coyunturales, ganan fuerza las voces que denuncian otras estructurales: una productividad menor que el crecimiento del consumo y la poblaci¨®n en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, y el menosprecio de los gobiernos hacia la investigaci¨®n en temas agr¨ªcolas.
Naciones Unidas ha publicado esta semana un informe en el que recomienda la vuelta a la agricultura tradicional, el uso de m¨¦todos ecol¨®gicos y el consumo local. En contra, los defensores del progreso tecnol¨®gico dicen que la ca¨ªda de las cosechas y el aumento de la poblaci¨®n mundial son dos cuestiones que dif¨ªcilmente se resolver¨¢n con la agricultura a peque?a escala. Creen que hoy es posible una segunda revoluci¨®n verde, cuyos avances tecnol¨®gicos multipliquen, como sucedi¨® en los sesenta, la productividad de las cosechas. Y creen que la crisis del precio de los alimentos es la coyuntura id¨®nea para lanzar la nueva revoluci¨®n con semillas mejoradas y modificadas gen¨¦ticamente.
En los sesenta, la experimentaci¨®n agr¨ªcola en M¨¦xico emple¨® variedades de trigo mejoradas y m¨¢s receptivas a los fertilizantes y a los pesticidas. A estas semillas se a?adieron nuevos sistemas de regad¨ªo y una potente mecanizaci¨®n. El resultado fue un aumento espectacular de las cosechas. Hab¨ªa nacido la revoluci¨®n verde. Las invenciones corrieron como la p¨®lvora hasta Asia, donde los experimentos se centraron en el arroz, y alcanzaron tambi¨¦n a los cereales en ?frica. Las estimaciones de las instituciones del sector indican que un 40% del campesinado del mundo en desarrollo se pas¨® a las nuevas semillas, que dispararon la producci¨®n agr¨ªcola. Las cosechas se multiplicaron, s¨ª, pero no est¨¢ tan claro que ese aumento se tradujera en una reducci¨®n del hambre. A?os m¨¢s tarde, empezaron a dejarse ver los da?os ambientales producidos por el uso masivo de fertilizantes y pesticidas.
Ahora, no faltan las voces cient¨ªficas y empresariales que piden que la experiencia de los sesenta se repita. Dicen que multiplicar el rendimiento de las semillas propiciar¨¢ la bajada de precios, pero sobre todo garantizar¨¢ el alimento a los m¨¢s pobres. Es lo que piensa Jaakko Kangasj?rvi, bi¨®logo de la Universidad de Helsinki, quien, junto a colegas californianos, ha identificado el gen que regula la p¨¦rdida del agua en las plantas. El descubrimiento, hecho p¨²blico hace un mes, servir¨¢ para que en 10 o 20 a?os se creen semillas resistentes a la sequ¨ªa gracias a la manipulaci¨®n gen¨¦tica. Descubrimientos como ¨¦ste podr¨ªan dar lugar a una segunda revoluci¨®n verde. "Que suceda o no depender¨¢ de la financiaci¨®n y a su vez de la voluntad pol¨ªtica", estima Kangasj?rvi por tel¨¦fono desde Finlandia. "Est¨¢ claro que la poblaci¨®n mundial crece y que, por tanto, hace falta que las plantas produzcan m¨¢s".
Frente a los devotos de la manipulaci¨®n gen¨¦tica como Kangasj?rvi, una legi¨®n de ecologistas alega que los avances tecnol¨®gicos no solucionar¨¢n el hambre en el mundo, que obedece al reparto desigual de los alimentos y no a su falta. Temen, adem¨¢s, el da?o ecol¨®gico que pueden acarrear las nuevas plantas.
Mientras, las reservas mundiales de trigo, por ejemplo, se encuentran en sus niveles m¨¢s bajos desde hace casi 30 a?os, seg¨²n la Organizaci¨®n para la Agricultura y la Alimentaci¨®n de la ONU (FAO). Comemos m¨¢s de lo que cultivamos y vivimos de lo acumulado en a?os anteriores. La productividad de las cosechas ha crecido desde 1990 a un ritmo del 1% anual; la mitad que las d¨¦cadas anteriores y la mitad tambi¨¦n de lo que ha crecido la demanda de grano, debido al aumento de la poblaci¨®n, al enriquecimiento de las clases medias asi¨¢ticas y a los cambios en la alimentaci¨®n de pa¨ªses como China.
"Puede que con esta crisis los gobiernos finalmente se despierten y se den cuenta de que tienen que cambiar sus pol¨ªticas agr¨ªcolas y subvencionar masivamente la investigaci¨®n para aumentar la productividad de las cosechas. Esperamos que esta crisis sea el empuj¨®n para el nacimiento de la segunda revoluci¨®n verde", desea Duncan Macintosh, del Instituto Internacional para la Investigaci¨®n del Arroz (IRRI), la agencia intergubernamental con sede en Manila que impuls¨® la gran revoluci¨®n del campo en los sesenta.
La voz del IRRI suena estos d¨ªas con mucha fuerza en los foros internacionales, en los que los expertos del instituto defienden la implantaci¨®n de semillas h¨ªbridas de arroz -los cient¨ªficos cruzan tres variedades para producir una planta que crece m¨¢s r¨¢pido y cuyo volumen de cosecha sea hasta un 20% superior- en toda Asia. En conversaci¨®n telef¨®nica desde Manila, Macintosh explica que la mitad del arroz que produce China ya procede de semillas h¨ªbridas y que ahora pretenden que pa¨ªses como Filipinas, Indonesia o India se suban al carro de las semillas mejoradas. Reconoce sin embargo que estas semillas, que, a diferencia de las tradicionales, no se reutilizan de un a?o para otro porque pierden el potencial, obligan a los campesinos a adquirir nuevas simientes cada a?o, si quieren plantar estas variedades de mayor rendimiento y con las que combatir la subida del 70% del precio del arroz en lo que va de a?o. Advierte Macintosh que a¨²n queda mucho por descubrir, y dice que grandes empresas como Bayer o Monsanto trabajan a marchas forzadas para mejorar el aroma y el sabor de los h¨ªbridos, todav¨ªa no muy conseguido, y para tratar de hacerlos resistentes a ciertos insectos.
En el Instituto Internacional para la Investigaci¨®n de Pol¨ªticas Alimentarias, con sede en Washington y que financian gobiernos e instituciones multilaterales de todo el mundo (IFPRI, por sus siglas en ingl¨¦s), tambi¨¦n est¨¢n convencidos de que esta crisis demuestra "que, tras d¨¦cadas de abandono, necesitamos m¨¢s inversi¨®n para investigaci¨®n sobre la mejora de semillas. Hacen falta nuevos descubrimientos para lograr semillas resistentes al calor, a la sequ¨ªa o a la salinidad", sostiene Mark W. Rosegrant, director del departamento de Medio Ambiente y Producci¨®n Tecnol¨®gica del IFPRI. Dice que es verdad que durante la revoluci¨®n verde el abuso de subsidios para aplicar fertilizantes y pesticidas acab¨® teniendo consecuencias negativas para el medio ambiente, y por eso cree que en esta ocasi¨®n la clave es "combinar los adelantos cient¨ªficos con buenas pol¨ªticas".
Pero no toda la comunidad cient¨ªfica y acad¨¦mica est¨¢ convencida de que un mayor desembolso por parte de los Gobiernos para investigar c¨®mo sacar m¨¢s rendimiento al campo vaya a erradicar una crisis como la actual. Lester Brown, el gran experto estadounidense en cuestiones ambientales y de seguridad alimentaria, con m¨¢s de 20 libros publicados, piensa que, m¨¢s all¨¢ de la fe del sector privado o p¨²blico en los adelantos cient¨ªficos, ser¨¢ imposible repetir la revoluci¨®n verde, que triplic¨® la productividad de las cosechas desde los a?os cincuenta hasta ahora. "Es muy dif¨ªcil ir mucho m¨¢s all¨¢. Existe un l¨ªmite fisiol¨®gico para las cosechas. Habr¨¢ mejoras, pero no una nueva revoluci¨®n". Reconoce que la investigaci¨®n en temas agr¨ªcolas ha sufrido un fuerte abandono en los ¨²ltimos a?os, pero, para ¨¦l, la verdadera prioridad para mitigar la subida del precio de los alimentos es que su pa¨ªs restrinja severamente el cultivo de cereales para fabricar etanol. "Si no, las revueltas populares se extender¨¢n e ir¨¢n cayendo los gobiernos uno a uno", advierte.
Carlos Galian, responsable de temas agr¨ªcolas de Interm¨®n Oxfam, coincide con Brown en que los pron¨®sticos de esta crisis, que se ceba con las familias m¨¢s pobres, las que dedican entre el 50% y el 70% de su renta a alimentarse, no son nada buenos. "Recibimos continuamente nuevas informaciones que alertan de graves crisis alimentarias", se?ala Galian, que ofrece datos estremecedores. En Kabul, por ejemplo, la subida del pan desde noviembre de 2007 es del 90%. Cuenta que subidas similares se registran a lo largo y ancho del planeta.
Su ONG es de las que cuestionan la mayor, es decir, consideran que el problema no es que no haya suficiente comida en el mundo, sino que est¨¢ mal repartida, y que el problema se centra en la falta de acceso a recursos como el agua o cr¨¦ditos para comprar maquinaria o semillas. Pese a ello, Galian coincide en que la agricultura ha sido un cap¨ªtulo olvidado durante los ¨²ltimos a?os y cuenta que, mientras que en los a?os ochenta un 17% de la ayuda al desarrollo mundial estaba dedicado a la agricultura, en el a?o 2005, esa cifra hab¨ªa descendido hasta el 3%. Y coincide tambi¨¦n con los defensores de la mejora de las semillas en que "hace falta mejorar la productividad de los campos, ya que tres cuartos de la gente que vive bajo el umbral de pobreza es poblaci¨®n rural".
Eso s¨ª, pide que la investigaci¨®n se centre siempre en cultivos y zonas en las que malviven los agricultores empobrecidos. Habla Galian de experiencias en el pasado, en las que se han creado semillas que no resisten las condiciones clim¨¢ticas de ?frica, por ejemplo, y se queja, como el ej¨¦rcito de activistas que se oponen a los transg¨¦nicos y que pueblan la Red, de que las empresas que comercializan las semillas transg¨¦nicas obligan a los campesinos a comprar cada a?o no s¨®lo las simientes, sino todo el paquete que incluye pesticidas y fertilizantes, lo que impide el intercambio de semillas entre los agricultores de un a?o para otro, como se ha hecho toda la vida.
Junto a los que piden justicia distributiva, est¨¢n los que exigen un uso m¨¢s eficiente de la comida que ya est¨¢ disponible. "No tiene sentido producir m¨¢s comida si no utilizamos la que ya tenemos de forma m¨¢s eficiente. Tiramos a la basura un tercio de nuestra comida. Los restos podr¨ªan ser utilizados para producci¨®n energ¨¦tica", escrib¨ªa hace poco Les Firbank, director del instituto de investigaci¨®n medioambiental brit¨¢nico North Wyke Station.
Ideas y propuestas, m¨¢s o menos factibles, no faltan. Lo que es fundamental que no falte es la voluntad pol¨ªtica necesaria para evitar las "hambrunas masivas" que vaticina el FMI durante los pr¨®ximos dos a?os, en los que se prev¨¦ que seguir¨¢ subiendo el precio de los alimentos b¨¢sicos.
Precios por las nubes
El encarecimiento del precio del petr¨®leo ha sido, sin duda, la madre de la crisis alimentaria. Con el barril por encima de los 100 d¨®lares (63 euros), gobiernos como el de EE UU se han lanzado al cultivo de biocombustibles. La subida de la energ¨ªa ha encarecido el propio cultivo.La plantaci¨®n masiva de ma¨ªz para dar de comer a los coches a expensas del cultivo de soja o trigo ha mermado la inyecci¨®n de grano en el mercado. Al haber menos oferta y m¨¢s demanda, los precios han subido. En EE UU, este a?o, hasta un 30% de la producci¨®n de ma¨ªz estar¨¢ dedicada a biocombustibles.Adem¨¢s, la poblaci¨®n mundial crece y cambia de gustos. El enriquecimiento de la clase media en pa¨ªses como China ha propiciado nuevos h¨¢bitos alimenticios que han disparado el consumo mundial de leche y carne. Este cambio en la dieta exige un gran consumo de grano para alimentar al ganado.El cambio clim¨¢tico tampoco ayuda. Sequ¨ªas como la de Australia -la peor en 100 a?os-, uno de los grandes productores de trigo, han esquilmado la oferta mundial de este cereal en 2008.Para rematar, numerosos gobiernos han adoptado medidas como la restricci¨®n e incluso la prohibici¨®n a la exportaci¨®n de productos como el arroz o la leche en polvo para no desabastecer a su poblaci¨®n. La medida ha retirado toneladas de comida del mercado global de alimentos, contribuyendo a¨²n m¨¢s a la subida de los precios. Los pa¨ªses exportadores han sufrido, adem¨¢s, los reflejos proteccionistas nacidos de esta crisis.
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