La conciencia del cine
La chinoise, de Godard, es el manifiesto cinematogr¨¢fico del 68. La estela del Mayo Franc¨¦s a¨²n enciende a los cineastas
Cuando el director hongkon¨¦s Kuang-chi Tu rodaba una escena de lucha en su epopeya de artes marciales Tang shou tai quan dao -rebautizada Crush para su distribuci¨®n internacional- jam¨¢s se plante¨® la posibilidad de que el actor abriese la boca y dijese: "T¨®matelo con calma. No soy trotskista". Ni que la actriz contrincante replicase: "Te creo. Te he visto matar a m¨¢s de un cura, pero no puedes vencer a la alienaci¨®n con medios alienados". A los di¨¢logos originales, hablados en mandar¨ªn, les hab¨ªa alcanzado la fuerza de una ventisca pos-68: el cineasta -y situacionista- Ren¨¦ Vienet se apropi¨® de esa pieza de g¨¦nero para someterla a su particular detourn¨¦ment ideol¨®gico (y humor¨ªstico). El resultado fue la pel¨ªcula La dialectique peut-elle casser des briques? (1973), donde un doblaje creativo como el que hab¨ªa patentado Woody Allen siete a?os antes en What's Up, Tiger Lily (1966) -estrenada en Espa?a como Woody Allen, el n¨²mero uno (Lily la Tigresa)- transformaba la lucha entre luchadores de taekwondo coreanos y opresores japoneses en feroz (aunque zumbona) dial¨¦ctica entre revolucionarios y bur¨®cratas.
Cineastas como Truffaut, Godard y Resnais desarrollaron un papel activo en las protestas
Entre el divertimento de Woody Allen y el detourn¨¦ment de Vienet hab¨ªa sucedido algo: el Mayo del 68, la primera revoluci¨®n que pudo ser registrada en tiempo real a pie de barricada. Una revoluci¨®n que, en cierto sentido, tuvo su propio tr¨¢iler cinematogr¨¢fico -La chinoise (1967), de Jean-Luc Godard-, su subtrama cin¨¦fila -el caso Langlois- y sus da?os colaterales en La Croisette. La pel¨ªcula de Vienet suger¨ªa, a toro pasado, que entre las posibilidades de la utop¨ªa estaba el sue?o de subvertir todos los discursos institucionales del cine. Quiz¨¢s por eso resulta parad¨®jico que, para muchos espectadores -especialmente los m¨¢s j¨®venes-, la esencia del 68 est¨¦ contenida en una pel¨ªcula como So?adores (2003), que no es sino su falsificaci¨®n. O su reconversi¨®n en fantas¨ªa er¨®tica.
Si contempl¨¢ramos las filmograf¨ªas de los cineastas de la nouvelle vague como si fuesen sismogramas, s¨®lo la de Godard aportar¨ªa una justa medida de las turbulencias ideol¨®gicas surgidas en torno al 68. Con La chinoise anunci¨® la tormenta inminente. Su siguiente trabajo, Weekend (1967), se cerr¨® con un r¨®tulo que decretaba el "fin del cine" para dar paso a una etapa de radical autocuestionamiento y feroz indagaci¨®n de las formas que pod¨ªan incrementar la funcionalidad pol¨ªtica del medio.
La chinoise podr¨ªa haber sido una pel¨ªcula coyuntural, pero no fue as¨ª: en ella no s¨®lo estaba contenido el preludio de la revoluci¨®n, sino, tambi¨¦n, la premonici¨®n de su fracaso. Contemplarla desde nuestro presente puede sumarle claves de interpretaci¨®n que quiz¨¢s Godard, en ese estado de urgencia que le llevaba del desencanto sovi¨¦tico al flechazo mao¨ªsta, no ten¨ªa en sus planes. Por un lado, est¨¢ la localizaci¨®n central de la pel¨ªcula: ese apartamento bitonal donde el Libro Rojo de Mao funciona como recurrente pieza de atrezzo y clave crom¨¢tica, toda una abstracta casa de juegos que parece delatar el estado de inmadurez de los protagonistas y su aislamiento en el l¨ªquido amni¨®tico de los discursos incendiarios. Por otro, la escena clave de la pel¨ªcula: la larga discusi¨®n sobre la licitud de la acci¨®n directa entre la actriz Anne Wiazemsky y el fil¨®sofo Francis Jeanson, procesado en 1960 por su apoyo a los terroristas argelinos. Godard se guarda las espaldas con astucia de estratega: sus inflamadas opiniones de la ¨¦poca aparecen en boca del personaje interpretado por la Wiazemsky, pero siempre cuentan con el contrapunto de Jeanson, que ya se hallaba en el viaje de vuelta de su radicalismo.
Entre los pistoletazos de salida de Mayo del 68 estuvo, como se encarg¨® de subrayar el Bertolucci de So?adores, la airada reacci¨®n de la comunidad cinematogr¨¢fica (no s¨®lo francesa) ante la destituci¨®n de Henri Langlois como responsable de la Cinemateca Francesa por parte del entonces ministro de Cultura, Andr¨¦ Malraux. Cineastas como Truffaut, Godard y Resnais desarrollaron un papel activo en las protestas, que contaron con el apoyo for¨¢neo de Chaplin, Jerry Lewis, Kurosawa, Fellini y Erich von Stroheim, entre muchos otros, y con la intervenci¨®n directa de un compa?ero de viaje que no tardar¨ªa en convertirse en motor del activismo estudiantil, Daniel Cohn-Bendit. Este primer cap¨ªtulo de la revuelta tuvo, a su modo, final feliz: Langlois volvi¨® a la Cinemateca, aunque el affaire -unido al apoyo de los cineastas a los estudiantes y obreros ya sublevados- mand¨® al limbo la correspondiente edici¨®n del Festival de Cannes.
Con Mayo del 68 no s¨®lo emergi¨® una nueva conciencia pol¨ªtica, sino tambi¨¦n cinematogr¨¢fica: Chris Marker, Jean-Luc Godard y Alain Resnais decidieron olvidarse de su identidad autoral para formar un colectivo an¨®nimo, salir a la calle y utilizar c¨¢maras de 16 mil¨ªmetros para componer y distribuir los llamados cin¨¦tracts, boletines informativos en blanco y negro de dos minutos y cincuenta segundos, orientados a registrar los acontecimientos del momento y a establecer v¨ªas de comunicaci¨®n entre estudiantes y huelguistas. La programaci¨®n del festival Documenta Madrid (del 2 al 11 de mayo) ha integrado estos trabajos dentro de un ciclo sobre Mayo del 68, en el que tambi¨¦n se proyectar¨¢ el fundamental filme-ensayo Le fond de l'air est rouge. R¨¦vision (1977), de Chris Marker.
El compromiso de Godard no termin¨® con el regreso de los huelguistas a sus puestos de trabajo y de los estudiantes a las aulas: el cineasta fund¨®, junto a algunos camaradas mao¨ªstas, el Grupo Dziga Vertov, cuyas actividades se prolongaron hasta 1974 y cuyo legado cinematogr¨¢fico editar¨¢ en nuestro pa¨ªs el sello Intermedio en un cofre de 5 DVD.
Es significativo que Mayo del 68 sea ruido de fondo en Milou en mayo (1989), de Louis Malle, textura cool en CQ (2001), de Roman Coppola, y sue?o h¨²medo en So?adores (2003), de Bertolucci. Pero no hay mal que por bien no venga: esta ¨²ltima pel¨ªcula -posiblemente la gran traici¨®n sobre la memoria de la revuelta- puls¨® el resorte para que Philippe Garrel reaccionase con Los amantes habituales (2004), que bien podr¨ªa ser, de momento, la gran (o la m¨¢s verdadera) pel¨ªcula sobre el 68 y sobre la instant¨¢nea percepci¨®n de la imposibilidad de una utop¨ªa que, como todo mito rom¨¢ntico, naci¨® condenada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.