Godard, al final de la escapada
Ma?ana por 9,95 euros, con EL PA?S, un DVD y un libro de Godard
Una pel¨ªcula peque?a, barata, y formidable. Un homenaje y una caricatura de la serie B norteamericana, cuando a fin de los cincuenta el cine americano era una decadencia, acosado por el auge de la televisi¨®n. Una pareja, un coche y, sobre todo, Par¨ªs, fotografiado por Raoul Coutard, que hab¨ªa sido c¨¢mara de guerra en Indochina; con un marco as¨ª, ?qui¨¦n quiere decorados?; y, adem¨¢s, el equipo de Al final de la escapada en ning¨²n caso se los pod¨ªa permitir.
?se fue el primer largo del director Jean-Luc Godard, que tambi¨¦n podr¨ªa haberse titulado Sin resuello -A bout de souffle-, de 1959, que bajo el magisterio de Cahiers du Cin¨¦ma etiquet¨® todo un movimiento, la nouvelle vague.
Y con ese gran estreno, un desfile de una nueva generaci¨®n de creadores: Fran?ois Truffaut, que ese a?o presentaba Los cuatrocientos golpes, como autor del argumento, basado en un art¨ªculo de peri¨®dico; Philippe de Brocca, autor de ese torrente de j¨²bilo que fue Cartouche; Jean-Pierre Melville, probablemente el m¨¢s americano de los cineastas franceses, que dirigi¨® la cumbre de la negrura, la excelente Muerte de un samur¨¢i, y Claude Chabrol, el autor de Les biches, lo que hac¨ªa de Godard el mayor fabricante de cameos que hab¨ªa habido hasta el momento.
Al final de la escapada es una muestra de devoci¨®n y respeto por el cine negro americano, pero ¨²nicamente desde la irreverencia. El ratero de poca monta al que una pistola convierte casi por azar en asesino -Jean-Paul Belmondo- y la vendedora de peri¨®dicos en los Campos El¨ªseos, la Jean Seberg de audaz belleza, que sue?a con ser periodista, chocan m¨¢s que se encuentran; rebotan de una a otra parte de la ciudad m¨¢s que la recorren; se miran como si nunca hubieran visto a nadie anteriormente, sin saber qui¨¦nes son, para qu¨¦ huyen, ni si hay algo m¨¢s all¨¢ del pr¨®ximo que puede ser el ¨²ltimo resuello; la c¨¢mara m¨¢s que libre es an¨¢rquica; las secuencias comienzan y terminan donde le da la gana al director o puede, que ni siquiera, guiadas como est¨¢n por una especie de nous universal; es un paso m¨¢s all¨¢ del neorrealismo que, por comparaci¨®n, fue un dechado de composici¨®n aristot¨¦lica, pero que hab¨ªa ya comenzado a romper con el cine de los tel¨¦fonos blancos de Hollywood.
En 1959, Alain Resnais estrenaba Hiroshima, mon amour, y Federico Fellini, entonaba el gran responso del neorrealismo, aunque, fiel a su estilo, siempre a medio camino de lo m¨¢gico, La dolce vita. Aquello era todo un aut¨¦ntico tsunami cinematogr¨¢fico.
Godard tiene hoy 78 a?os; en el mayo parisiense del 68, con 38, se hallaba en su particular cresta de la ola; su mejor ¨ªmpetu creativo a¨²n se alargar¨ªa 10 o 12 a?os m¨¢s.
As¨ª, en el a?o 2000, se permit¨ªa el lujo de obrar como albacea testamentario de s¨ª mismo, presentando, como apertura del festival de Cannes, su cortometraje El origen del siglo XXI, seg¨²n yo mismo, que era, al mismo tiempo, una muestra de la memoria del cine y del siglo XX. En realidad, una y otra cosa, lo mismo. Aquella era la ¨²ltima escapada de Jean-Luc Godard.
![Jean Paul Belmondo y Jean Seberg, en <i>Al final de la escapada. </i>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HDWPHNWIXR2HNGJWTKEMGQUZUI.jpg?auth=8344adaa80cdb93b071b98c8a6fde444f08fa13e4aa16f2af444e0aca7c4ca8b&width=414)
Babelia
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