Coartadas del miedo
El rodeo propuesto por el PNV ha dado ocasi¨®n a sus aliados para evitar la censura contra ANV
A 54 d¨ªas del asesinato de Isa¨ªas Carrasco, la alcaldesa de ANV en Mondrag¨®n, que se neg¨® a condenar el crimen, sigue en su puesto. La moci¨®n de censura para separarla del cargo con los votos de los partidos opuestos a la violencia ten¨ªa por objeto evidenciar que las divergencias entre los dem¨®cratas ced¨ªan ante el imperativo de rechazar la utilizaci¨®n del asesinato como arma pol¨ªtica. Ese objetivo ha fracasado: lo que se ha puesto de relieve es que otros factores pesan m¨¢s para algunos partidos que el rechazo a ETA.
As¨ª, en el momento en que la banda avala con varios atentados la extensi¨®n de su amenaza a todos los socialistas, y trata de provocar en el vecindario reacciones contra la presencia en sus barrios de sedes de ese partido, hay formaciones que hacen compatible su rechazo al terrorismo con la b¨²squeda de pretextos para no enfrentarse a los terroristas y a quienes les legitiman. Uno de esos pretextos es que restringir la presencia de la izquierda abertzale en las instituciones, en la l¨ªnea de la Ley de Partidos, da excusas a los violentos. Sin embargo, es m¨¢s bien lo contrario: negarse a pactar con ellos mientras no corten amarras con ETA ser¨¢ un incentivo para que lo hagan. Y viceversa.
Pero, adem¨¢s, no se trata de sacarles del Ayuntamiento, sino de la alcald¨ªa. En Mondrag¨®n, ANV cuenta con siete ediles, y el resto con 14. Es leg¨ªtimo evidenciar que son una minor¨ªa frente a los partidos que consideran injusto hacer pol¨ªtica asesinando concejales. No exist¨ªa la Ley de Partidos cuando, tras el asesinato del concejal de Ermua Miguel ?ngel Blanco, las dem¨¢s formaciones se unieron para desalojar de la alcald¨ªa de Mondrag¨®n a un alcalde de HB.
Una raz¨®n de ello es que el lehendakari de entonces, Ardanza, ejerci¨® su liderazgo para poner de acuerdo a todos los partidos no violentos. Ibarretxe ha renunciado a asumir esa responsabilidad. No quiere hacer nada que comprometa la unidad de su tripartito o le indisponga contra EHAK (la otra careta de Batasuna), cuyo apoyo necesita para obtener luz verde a su consulta soberanista. Su coartada, compartida por el sector de su partido encabezado por Egibar, es que ETA no debe condicionar el derecho a decidir de los vascos, del que hace depender a su vez (ilusamente) la retirada de la banda.
La inicial oposici¨®n de Egibar a apoyar la moci¨®n provoc¨® una reacci¨®n en¨¦rgica de los socialistas que oblig¨® a intervenir a Urkullu, presidente del PNV. Su propuesta alternativa, destinada a ganar tiempo y disimular que era una rectificaci¨®n, fue la de invitar previamente a los de ANV a condenar las amenazas de ETA, instarles a dimitir si no lo hac¨ªan y s¨®lo despu¨¦s de que se negaran a plantear la moci¨®n de censura. Los socialistas aceptaron ese rodeo en aras de la unidad y por facilitar las cosas a Urkullu en su batalla interna. Ahora se ve que fue una ingenuidad. Los aliados del PNV han hecho el trabajo sucio para rechazar esos pasos previos, dando de paso la coartada que necesitaba Ibarretxe para seguir silente y escondido.
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