Despedida de mi escuela p¨²blica
Desde hace 37 a?os, cada septiembre he esperado con ilusi¨®n el comienzo de curso. He ido viendo cambiar uno, otro colegio y los he visto crecer cada d¨ªa, porque sus aulas se iban enriqueciendo con nuevas alumnas y alumnos de diferentes lugares y caracter¨ªsticas. ?Qu¨¦ lejos queda aquella escuela en blanco y negro que conoc¨ª en mis primeras clases!
Hoy, nuestras aulas est¨¢n llenas de color y alegr¨ªa; han pasado de ser recintos cerrados que miraban al despistado y escaso alumno extranjero como digno de caridad, a ser "espacios acogedores" de personas de muchos pa¨ªses y culturas.
Ese cambio lo han logrado los maestros y maestras de la escuela p¨²blica espa?ola.
En nuestras aulas es normal que, a lo largo del curso escolar y en cualquier momento del a?o, se vayan incorporando chicos y chicas que tienen que hacer un m¨²ltiple esfuerzo: en primer lugar, adaptarse a la clase y a los nuevos contenidos; en segundo lugar, muy importante, conocer nuevos amigos; adem¨¢s, en casi todas las ocasiones, aprender un nuevo idioma, otras costumbres; adaptarse al cambio de residencia (forzada a menudo por motivos muy tristes)...
Todos ellos reciben acogida y ternura, porque todos tienen delante a una maestra o un maestro, a quien lo que m¨¢s preocupa es comenzar su labor; comenzar su labor con una mesa y en un espacio adecuado para este nuevo amigo; sabe que lo dem¨¢s vendr¨¢ poco a poco, que sus alumnos aprenden a vivir en un mundo plural donde lo importante es adaptarse y acoger, acoger siempre. Sabe que, cada septiembre, se le pide que se divida un poco m¨¢s, que no haga caso de estad¨ªsticas que no siempre sirven porque no tienen en cuenta a la persona y, sobre todo, sabe que lo importante es la riqueza humana que lleves dentro y la capacidad para aprender cada d¨ªa y en cada momento y situaci¨®n.
Dentro de esa escuela p¨²blica hemos aprendido y hemos aportado lo mejor de cada uno de nosotros; nos hemos apoyado y querido, y cuando alguien no pod¨ªa m¨¢s porque la situaci¨®n era a veces m¨¢s dif¨ªcil de lo soportable individualmente, siempre ha habido quien te ha dado la mano y ha tirado de ti.
Hoy me despido: en septiembre no estar¨¦ como siempre en la puerta de mi clase esperando al alumnado que me haya correspondido. Me jubilo con la alegr¨ªa que indica esa palabra -del lat¨ªn, j¨²bilo-, que es como deben hacerse las cosas, y con la satisfacci¨®n inmensa de haber formado parte del colectivo de nuestra escuela p¨²blica que es su magisterio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.