Cainismo
La pol¨ªtica espa?ola es tan reiterativa que resulta dif¨ªcil evitar la ca¨ªda en el t¨®pico de que la historia se repite, sobre todo ahora, cuando nos enfrentamos a un caso t¨ªpico de alguacil alguacilado. Me refiero a la lucha cainita por el poder que se ha desatado en el PP, fratricidamente enfrentado en un amargo ajuste de cuentas por ver qui¨¦n paga el coste de la derrota electoral. Y digo un caso de alguacil alguacilado porque su todav¨ªa l¨ªder prorrogado, Mariano Rajoy, est¨¢ sufriendo ahora en sus propias carnes un calvario medi¨¢tico equiparable al que durante la pasada legislatura ¨¦l mismo se encarg¨® de esgrimir contra el presidente del Gobierno.
En efecto, la sectaria campa?a de acoso y derribo que hasta hace poco se orquestaba contra Rodr¨ªguez Zapatero, declarado por la prensa reaccionaria enemigo p¨²blico n¨²mero uno de Espa?a, hoy se dirige contra Mariano Rajoy, a quien se crucifica como ¨²nico responsable de la derrota del PP y principal obst¨¢culo para proceder a la necesaria renovaci¨®n de la derecha espa?ola.
S¨®lo cabe esperar una campa?a de acoso y derribo contra Rajoy
Y ello hasta el punto de que se vuelve en su contra la misma estrategia de oposici¨®n pol¨ªtica que ¨¦l mismo encabez¨® contra Zapatero. Durante el primer tercio de la legislatura anterior, todos los esfuerzos del PP y sus bases medi¨¢ticas se dirigieron a impedir que Zapatero, debilitado como estaba por la precariedad de su victoria electoral, se consolidara en el poder. Y para ello se trat¨® de forzar una crisis tras otra para que la legislatura abortase y el presidente se viera obligado a suspenderla anticipando las elecciones. Pues bien, algo parecido es lo que ahora le est¨¢n haciendo a Rajoy. Como est¨¢ muy debilitado por la derrota electoral, sus propios compa?eros pol¨ªticos y medi¨¢ticos le est¨¢n haciendo la vida imposible para impedir que se consolide en la jefatura del partido, tratando de obligarle a que tire la toalla.
?Por qu¨¦ ha cambiado de objeto el cainismo de la derecha, que de dirigirse contra su enemigo exterior, el odiado Zapatero, ha pasado a centrarse en su propio enemigo interior, el ahora depreciado Rajoy? Como es obvio, la raz¨®n no es otra que la derrota electoral sufrida el pasado 9 de marzo: una derrota que esta vez, a diferencia de hace cuatro a?os, ya no puede achacarse a la traici¨®n o a las malas artes de Zapatero. De ah¨ª que haya que buscar culpables, y aqu¨ª es donde ha comenzado a reabrirse la vieja fractura entre el ala dura del aznarismo jaleado por sus medios afines que promueven a Esperanza Aguirre y el timorato c¨ªrculo que rodea al pusil¨¢nime Rajoy. Sostiene la lideresa que su batalla es de ideas, en defensa de su peregrino liberal-catolicismo. Sus valedores medi¨¢ticos prefieren la batalla de personas, descalificando tanto a Rajoy como a cualquiera de sus nombramientos. Pero en realidad es una pugna por el control de la estrategia.
Para el ala dura del PP, la derrota del 9-M se debe a la incapacidad de Rajoy para defender con convicci¨®n la l¨ªnea de firmeza adoptada por FAES y dictada por la COPE. De ah¨ª que promueva su sustituci¨®n por alguien m¨¢s capaz y decidido, sin complejos para insistir con mayor dureza en la estrategia de la crispaci¨®n, que tantos aunque insuficientes frutos produjo el 9-M: medio mill¨®n de votos robados al PSOE como voto de castigo a Zapatero. Basta pues con seguir por esa misma l¨ªnea, pero con otro l¨ªder m¨¢s duro, para que la victoria final caiga como fruta madura. Pero Rajoy, Gallard¨®n o Lassalle (como antes el Abc de Zarzalejos) hacen la lectura opuesta. La derrota del PP se ha debido al temor que su fanatismo provoca en el resto de Espa?a, fuera de Madrid y Valencia, pues Zapatero s¨®lo pudo ganar gracias al voto del miedo al PP. Y hasta que no logre desvanecer ese temor con s¨®lidas razones, el PP no podr¨¢ estar en condiciones de ganar. De ah¨ª que haya que comenzar por recuperar la confianza de los ciudadanos, lo que exige renunciar a la estrategia de la crispaci¨®n.
?Qui¨¦n tiene raz¨®n? ?La derrota del PP se debi¨® a demasiada blandura o a excesiva dureza? Se trata de un falso dilema, pues lo inteligente es combinar ambas estrategias con dosis complementarias. Que es lo que busca hacer Rajoy: necesita pactar consensos de Estado con Zapatero para recuperar la confianza de los ciudadanos, y al mismo tiempo tiene que denunciar sus fracasos y carencias para socavar sus bases electorales. Pero el bloque medi¨¢tico aznarista no le dar¨¢ opci¨®n, porque su ¨²nica estrategia aceptable es la l¨ªnea dura, capaz de justificar su actuaci¨®n durante el 11-M. Si se empe?an en atribuir la reciente derrota del PP a Rajoy es porque de no hacerlo as¨ª tendr¨ªan que reconocer su propia responsabilidad tanto en la derrota del 9-M como del 11-M. De ah¨ª que s¨®lo quepa esperar lo peor: una dura campa?a cainita de acoso y derribo contra Mariano Rajoy, que amenaza con impedir los consensos que se precisan en bien de la legislatura.
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