Impostores de moda

Basta que un director figure alguna vez en un festival como el de Cannes para que entre en el Olimpo. Un aura de prestigio le envolver¨¢, y otros festivales luchar¨¢n por contar con ¨¦l. La mayor¨ªa de ellos tiene m¨¦ritos propios, pero hay ocasiones en que no son m¨¢s que producto del papanatismo de las modas. Cannes es tambi¨¦n una f¨¢brica de impostores.

Hace un par de semanas Peter Greenaway present¨® en Florencia un v¨ªdeo como ilustraci¨®n de la pieza de Arnold Schoenberg Un superviviente de Varsovia, cuya m¨²sica dirig¨ªa Zubin Mehta. En el centro del escenario, ocupando un lugar entre la orquesta, se hab¨ªa dispuesto una enorme pantalla de ordenador. Greenaway apareci¨® en escena ante el clamor del p¨²blico, ceremonioso y como en trance, y fingi¨® que pulsaba aquel ordenador de acuerdo a su inspiraci¨®n del momento, mientras que en tres pantallas gigantes se proyectaban las im¨¢genes que se supon¨ªa estaba creando. No eran m¨¢s que una sucesi¨®n de t¨®picos con alguna que otra pedanter¨ªa "art¨ªstica", pura farfolla, pero, caray, se trataba de Greenaway, y el p¨²blico de gala no se pod¨ªa permitir dudar. Lo malo es que debido a la brevedad de la obra musical, ocho minutos, Zubin Mehta ofreci¨® interpretarla de nuevo, y aunque Greenaway repiti¨® la puesta en escena, en las pantallas se vio el mismo montaje anterior. Su circo era una impostura.

Separar el grano de la paja deber¨ªa ser la cuesti¨®n de los festivales, pero la paja vende, y cuando los festivales se transforman en negocios, eso es lo que importa. Ni Greenaway tiene el genio del que presume, ni otros cineastas aupados en alguna ocasi¨®n merecen la misma gloria. Quien hizo un cesto no siempre hace cientos.