Los exiliados de Palestina rememoran divididos los 60 a?os de su expulsi¨®n
Decenas de manifestaciones en Cisjordania, Gaza, Siria, Jordania y L¨ªbano
"?C¨®mo lo vamos a olvidar si Israel nos recuerda nuestra historia con sus matanzas de cada d¨ªa?". Omar Suleim¨¢n Turk, 62 a?os, nacido en Haifa y expulsado a L¨ªbano en 1948 siendo beb¨¦, junto a sus padres y una hermana, da un somero repaso a su miserable existencia en el campo de refugiados de Chatila, en Beirut. "A varios de mis hermanos mayores nunca los conoc¨ª. Creo que alguno vive en Egipto. S¨¦ que otro muri¨® luchando con el Ej¨¦rcito jordano. De los dem¨¢s no s¨¦ nada", comenta.
No es una historia excepcional. Es f¨¢cil escuchar historias dram¨¢ticas en cualquiera de los pa¨ªses ¨¢rabes que rodean Israel, donde ayer los palestinos conmemoraron la Nakba, la cat¨¢strofe: el destierro masivo de m¨¢s de 700.000 personas de su tierra en la antigua Palestina y despu¨¦s en el reci¨¦n fundado Estado de Israel.
Hoy son 4,5 millones de refugiados que, divididos como siempre, se lanzaron a las calles en decenas de manifestaciones en Cisjordania, Gaza, varias ciudades de Siria, Jordania y L¨ªbano. Llaves que simbolizan las casas de las que fueron desterrados, miles de globos negros -uno por cada d¨ªa transcurrido desde el 15 de mayo de 1948-, sirenas y discursos moderados e incendiarios jalonaron los actos en recuerdo de su tragedia, mientras el presidente de EE UU, George W. Bush, hablaba en el Parlamento israel¨ª sobre el "terrorismo y la maldad".
"Han pasado 60 a?os. Ya es hora de acabar con el desastre del pueblo palestino", declar¨® el presidente palestino, Mahmud Abbas, que negocia con el Ejecutivo israel¨ª un acuerdo de paz embarrancado. Los dirigentes de Ham¨¢s siguen otro camino. "No reconoceremos a Israel. No reconoceremos a Israel", repiti¨® por dos veces Mahmud Zahar, uno de los l¨ªderes islamistas en Gaza.
Seis d¨¦cadas despu¨¦s, el mill¨®n y medio de habitantes de Gaza -ocupada por Egipto hasta 1967- vive hoy el asedio brutal de Israel, condenado por la totalidad de las organizaciones de derechos humanos. Cisjordania sufre una ocupaci¨®n militar que ha convertido sus ciudades y pueblos en c¨¢rceles sometidas a un r¨¦gimen castrense. La radicalizaci¨®n de las j¨®venes generaciones es palpable. "Yo soy de la OLP", apunta Omar Suleim¨¢n, el refugiado de Chatila, "pero la mayor¨ªa de los j¨®venes siguen a Ham¨¢s o a la Yihad Isl¨¢mica".
Si los campos de refugiados palestinos son m¨ªseros en Cisjordania y Gaza, los de L¨ªbano son aut¨¦nticos vertederos. Chatila, escenario de la matanza que en septiembre de 1982 horroriz¨® al mundo, es un espanto. Ain el Helwe, adyacente a Sid¨®n, ciudad del sur de L¨ªbano, es tambi¨¦n un lugar repugnante.
Son probablemente los refugiados palestinos en este pa¨ªs quienes m¨¢s padecen. Carecen del derecho a ejercer 73 profesiones y, como sucede en los dem¨¢s Estados ¨¢rabes, tampoco adquieren la ciudadan¨ªa del pa¨ªs de acogida. Muchos de ellos por voluntad propia, para resistirse a la tentaci¨®n de la asimilaci¨®n. Unos pocos miles, huidos despu¨¦s de la guerra de junio de 1967, ni siquiera pueden abandonar los campos porque carecen de cualquier documentaci¨®n. Dif¨ªcilmente puede brotar moderaci¨®n de semejante entorno: un mont¨®n de chabolas malolientes, edificios separados por calles de un metro de anchura y desempleo abrumador.
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