Indiana Jones: sigue el espect¨¢culo
El del l¨¢tigo y el sombrero permanece mod¨¦lico en la nueva entrega de Spielberg
Llev¨¢bamos casi 20 a?os sin tener noticias del h¨¦roe del sombrero y el l¨¢tigo, del a?orado arque¨®logo y hombre de acci¨®n que hab¨ªa revitalizado el cine de aventuras, un g¨¦nero imperecedero y que alcanz¨® la cumbre cuando los efectos especiales y el marketing todav¨ªa no hab¨ªan desplazado en el protagonismo a los personajes, los sentimientos y las historias bien narradas. Steven Spielberg, un hombre de cine grandioso, aunque a veces le pierda su excesiva fijaci¨®n con la taquilla y con los ep¨ªlogos did¨¢cticos o confortables, hab¨ªa dejado muy alto el list¨®n en Indiana Jones y la ¨²ltima cruzada al inventarle un padre legendario a Indiana Jones, interpretado por ese actor que ya est¨¢ m¨¢s all¨¢ del bien y del mal llamado Sean Connery, alguien capaz de robarle el plano, la novia y todo lo que le d¨¦ la gana al mism¨ªsimo Harrison Ford.
Pero estaba claro que emplear el ag¨®nico t¨¦rmino ¨²ltima en la saga de Indiana Jones era muy arriesgado, que ni la f¨¢brica de hacer dinero y crear espect¨¢culo que administran George Lucas y Steven Spielberg ni la demanda del mercado iban a permitir jubilarse al vitalista icono. Y aqu¨ª est¨¢ de nuevo el gran circo en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Intentando el milagro de que los 65 cuidados a?os de Harrison Ford est¨¦n dispuestos a prodigar las cabriolas y las peleas sin que se note la vejez ni la impostura, a que las nuevas generaciones que han descubierto que ir al cine es un placer impagable flipen con el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa que se ha propuesto el creador, para que los ancestrales adoradores de la serie tengan nuevo y adictivo material. Tambi¨¦n comprendes que Spielberg quiera volver a disfrutar con los trepidantes malabarismos de su juguete favorito despu¨¦s de haberse exprimido dram¨¢ticamente en la angustiosa y magn¨ªfica Munich.
Y el lujoso experimento no le ha fallado. Esta divertida pel¨ªcula es lo que pretend¨ªa ser, alcanza su objetivo con poder¨ªo y fluidez, mantiene las esencias primitivas, entretiene, hace re¨ªr, se percibe que el guionista David Koepp se ha ganado el mareante sueldo, que sigue admirando la pericia t¨¦cnica y la capacidad inventiva de Spielberg, ese camale¨®n que lo sabe todo del cine, con apabullante brillantez en cualquier g¨¦nero que aborde.
Para compensarnos de que Indiana haya quedado hu¨¦rfano de su inolvidable progenitor, ahora le han hecho descubrir a un hijo veintea?ero, motorizado y rockero. Tambi¨¦n que retorne su antiguo amor Marion Ravenwood, aquella atractiva, imprevista y tenaz se?ora con la que casi siempre estaba de bronca y que le pod¨ªa tumbar trasegando copas. Estamos en 1957, en plena guerra fr¨ªa. Resulta que a Stalin, como a Hitler, tambi¨¦n le van cantidad los rollos sobrenaturales y que hay un cr¨¢neo maya rodando por ah¨ª y cuya posesi¨®n otorgar¨ªa el poder definitivo sobre todos los seres humanos. Por estas razones env¨ªa a su cient¨ªfica y asesina m¨¢s dotada a apropiarse del gran misterio. Ya hay motivo para que su rival Indiana Jones nos haga creer en lo incre¨ªble a trav¨¦s del desierto de Estados Unidos, la misteriosa Cuzco y la exuberante Amazonia.
El espect¨¢culo no decae. El sentido del humor y de la parodia tampoco. Las persecuciones son la bomba, los gags funcionan. A Spielberg se le nota tan contento con su criatura que al final se permite autohomenajearse integrando en la acci¨®n sus obsesiones favoritas. O sea, que hay vida fuera de este mundo, como nos demostraron el entra?able ET y los que accedieron a los encuentros en la tercera fase. Todo vale si la dicha es buena, que dir¨ªa mi amada madre. Y aqu¨ª el divertimento est¨¢ magistralmente logrado. Imagino que esta pel¨ªcula va a arrasar. En la gran pantalla, en el espacio natural para sus caracter¨ªsticas. Se lo merece.
En Gomorra, adaptaci¨®n de un libro de Roberto Saviano que me recomiendan fervientemente, aparecen las barriadas perif¨¦ricas de N¨¢poles y provocan escalofr¨ªos. El director Mateo Garrone retrata una ancestral forma de vida presidida por el poder absoluto de la Camorra, el aut¨¦ntico sistema, el Estado que gobierna o desgobierna esa ciudad ca¨®tica. Cuenta con realismo y veracidad alarmantes la imposibilidad de escapar de ese imperio mal¨¦fico, de v¨ªctimas y verdugos intercambiables, del control que ejerce la Camorra en todos los aspectos de la existencia. Sus trapicheos con los residuos nucleares y la construcci¨®n, la confecci¨®n de ropa de marca y los alquileres, el narcotr¨¢fico y la protecci¨®n pagada. El ¨²nico protagonismo lo ejercen la violencia, el dominio, la complicidad y el dinero. Y el falaz e impresentable Berlusconi contando que el problema de Italia son los gitanos. Es de risa, o de asco, o de llanto.
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