Vender mejor la marca Espa?a en EE UU
Es muy dif¨ªcil que el siglo XXI no siga estando bajo la influencia de Washington. No hay otra potencia que pueda reemplazarla. Por ello, es inaplazable apuntalar all¨ª el perfil de la marca Espa?a
Benjamin Franklin, uno de los padres de la independencia americana, dijo No nation was ever ruined by trade. Cuando tras las elecciones generales del 9 de marzo pueden estar redefiniendose los vectores de nuestra pol¨ªtica internacional, es conveniente tener en cuenta que en la ¨¦poca de la globalizaci¨®n es imposible disociar "intereses", o mejor, intereses geoestrat¨¦gicos, de intereses geoecon¨®micos. Para salvaguardar ¨¦stos, Espa?a debe establecer el incremento de su visibilidad en los Estados Unidos como uno de los principales vectores de su pol¨ªtica exterior.
Espa?a es hoy una potencia intermedia que ha ganado prestigio internacional por su desarrollo social, pol¨ªtico y econ¨®mico en los ¨²ltimos 30 a?os de democracia. Sin embargo, este desarrollo inaudito, muy valorado en la Europa continental, sigue sin levantar pasi¨®n en el mundo anglosaj¨®n, donde se duda de ¨¦l (Reino Unido) o se ignora (EE UU). Y sin visibilidad en el mundo anglosaj¨®n, especialmente en EE UU, es muy dif¨ªcil que Espa?a mantenga su estatus relativo o lo mejore.
Sin visibilidad en el mundo anglosaj¨®n es muy dif¨ªcil ser visible en las potencias emergentes
Los hispanos en EE UU representan hoy el 14% de la poblaci¨®n y crecen el triple que la media
Es muy dif¨ªcil que el siglo XXI no siga siendo estadounidense porque, sencillamente, no hay otra potencia (desde luego, no lo ser¨¢n ni China ni Europa ni Rusia) que pueda reemplazarla dada su capilar influencia y asentada preeminencia internacional en lo cultural, en lo militar y en lo tecnol¨®gico. Ante esta realidad, precisamos inaplazablemente de una pol¨ªtica que ayude a apuntalar el perfil de la marca Espa?a, actualmente inexistente, en la primera potencia mundial. Si se pierde esa batalla, perderemos tambi¨¦n la de la globalizaci¨®n. Sin visibilidad en el mundo anglosaj¨®n es muy dif¨ªcil ser visible en las potencias emergentes, especialmente China e India, que miran constantemente hacia EE UU como modelo. Tambi¨¦n iremos perdiendo nuestra influencia en los pa¨ªses latinoamericanos, donde la f¨®rmula es trabajar estrechamente con EE UU para conseguir, por el simple inter¨¦s mutuo, consolidar sistemas democr¨¢ticos estables, fortalecer las instituciones, proteger la inversi¨®n extranjera y extender a todo el continente el Estado de derecho. En Europa, la apuesta espa?ola por EE UU permitir¨ªa tener un perfil propio y compensar, aunque sea s¨®lo parcialmente, el poder omn¨ªmodo que tiene el s¨®lido, pese a sus altibajos, eje franco-alem¨¢n. Por ¨²ltimo, EE UU puede estar buscando un socio preferente en ?frica subsahariana, ahora que la salida en estampida de la metr¨®poli tradicional (Francia) est¨¢ dejando huecos que otros, entre ellos, China y el terrorismo internacional, est¨¢n tentados en rellenar. Espa?a, sin apenas pasado colonial en ?frica, y con una cercan¨ªa geogr¨¢fica estrat¨¦gica, podr¨ªa ser ese socio preferente.
?C¨®mo deber¨ªa realizarse esa apuesta de nuestra diplomacia? En primer lugar, la historia reciente ense?a que una apuesta de esta envergadura no puede ser abrupta, sino que, por el contrario, debe de ser tutelada de forma gradual y consensuada. Espa?a tiene un antiamericanismo latente que comparte tanto una parte importante de la izquierda -desde los acuerdos de septiembre de 1953 entre Franco y Eisenhower-, como una parte, m¨¢s minoritaria, de la derecha -desde la guerra del 98-. Si no se quiere convertir una opci¨®n estrat¨¦gica en una cuesti¨®n estridente de pol¨ªtica interna, cualquier acercamiento hacia EE UU tiene que ser a largo plazo, gradual, con sentido de Estado, y consensuarse entre las principales fuerzas pol¨ªticas.
Para esta apuesta hay que abandonar, por inv¨¢lida, la manida teor¨ªa de que Espa?a realza su papel actuando como mediador de la superpotencia con otros reg¨ªmenes. La pretendida interlocuci¨®n de Espa?a en Latinoam¨¦rica y, en menor medida, en Oriente Pr¨®ximo es, seguramente, poco valorada en Washington. EE UU es el primer inversor en Latinoam¨¦rica, muy por encima de Espa?a. Es tambi¨¦n el primer socio comercial y sus intereses tienen mucha m¨¢s tradici¨®n que los nuestros en la regi¨®n. Incluso con pa¨ªses supuestamente enemigos. As¨ª, por poner un ejemplo, el caso de Venezuela, donde CITGO la filial estadounidense de PDVESA, la compa?¨ªa estatal venezolana de hidrocarburos, tiene ocho refiner¨ªas, dos asfaltadoras y m¨¢s de 13.000 gasolineras en la Costa Este. Estados Unidos es el primer cliente, proveedor, inversor de Venezuela, Bolivia, Argentina... Y tiene muchos cubanos, ecuatorianos, nicarag¨¹enses de primera y ulteriores generaciones, en su suelo. La distancia es superlativamente mayor con Oriente Pr¨®ximo. ?Para qu¨¦ nos necesita de mediador? En el mundo que ha salido del fin de la guerra fr¨ªa y el 11-S, la superpotencia no necesita interlocutores, necesita aliados junto a los que pueda trabajar por objetivos comunes.
Espa?a tiene, a mi modo de ver, dos oportunidades hist¨®ricas para ganar visibilidad y peso en EE UU. El primero son los estadounidenses de origen hispano. Los hispanos representan hoy entre 40 y 50 millones, una poblaci¨®n que representa ya el 14% de la poblaci¨®n total y que crece a un ritmo tres veces superior al de la media. Dada la alta natalidad de las mujeres hispanas (2,9%) y la permeabilidad de la frontera con M¨¦xico, la mayor frontera del mundo, se calcula que en 30 a?os el n¨²mero de hispanos en EE UU ser¨¢ de 100 millones. M¨¢s relevante que su importancia demogr¨¢fica es su influencia. Los hispanos cuentan mucho pol¨ªticamente como estamos viendo en las primarias y esto se traduce hoy en tres senadores, unos 25 congresistas, un gobernador y varios alcaldes de grandes ciudades. De los 400 altos cargos nombrados por el presidente en la Administraci¨®n Federal, 42 son hispanos y la cifra va a ir en aumento en las pr¨®ximas administraciones. Con un poder adquisitivo actual de aproximadamente 900.000 millones de d¨®lares, en pocos a?os sobrepasar¨¢n a Espa?a, lo que colocar¨¢ a EE UU como el pa¨ªs hispano m¨¢s rico del mundo. Todo esto representa una oportunidad ¨²nica para nuestro pa¨ªs. Al contrario que otros pa¨ªses europeos, Espa?a no ha tenido anclaje en Estados Unidos porque la emigraci¨®n espa?ola a Norteam¨¦rica nunca fue gran cosa. Tener un colectivo tan grande y de creciente influencia que sin ser espa?oles s¨ª sienten una cierta afinidad por Espa?a es una gran oportunidad.
Tener en cuenta que esa comunidad es muy compleja (67% de origen mexicano, el resto de toda Latinoam¨¦rica, con una gran importancia en t¨¦rminos cualitativos de las ¨¦lites de origen cubano) y que no va a aceptar injerencias de tipo pol¨ªtico, es fundamental. Espa?a puede jugar un papel ante toda esa comunidad tan heterog¨¦nea, pero ser¨ªa un grave error pensar que se puede influir pol¨ªticamente. Por el contrario, de las universidades estadounidenses est¨¢ surgiendo una ¨¦lite hispana de segunda o tercera generaci¨®n muy preparada que nos mira con simpat¨ªa y tiene sensibilidad para apreciar nuestros logros. Apalancar la visibilidad de Espa?a en esa ¨¦lite, en todos los campos (empresarial, profesional, pol¨ªtico, cient¨ªfico, cultural y medi¨¢tico), es uno de los retos de nuestra diplomacia p¨²blica.
En segundo lugar, Espa?a est¨¢ a la vanguardia por primera vez en la historia de dos sectores empresariales que s¨ª importan en EE UU, y que pueden ser el mascar¨®n de proa de esta apuesta estrat¨¦gica. Uno es el sector de la construcci¨®n y financiaci¨®n de grandes infraestructuras. Las empresas espa?olas saben construir y financiar, y por ello pueden tener, y ya est¨¢n teniendo, un papel fundamental en la mejora del parcialmente obsoleto -por ser el m¨¢s antiguo-, sistema de comunicaciones estadounidense. El otro sector, m¨¢s importante todav¨ªa, es el de las energ¨ªas renovables. El debate energ¨¦tico se va a decidir en EE UU, entre otras cosas porque es el primer mercado energ¨¦tico mundial. La superposici¨®n de factores, desde el alto precio de los combustibles al cambio clim¨¢tico, de la dependencia energ¨¦tica de pa¨ªses poco amigables al agotamiento de las reservas de petr¨®leo, est¨¢ sensibilizando fuertemente a la opini¨®n p¨²blica estadounidense, y va a dirigirla hacia un cambio del paradigma energ¨¦tico. Hay una incipiente revoluci¨®n social y tecnol¨®gica en marcha que se va a acelerar tras las elecciones presidenciales. Y las empresas espa?olas, l¨ªderes mundiales en el sector de las renovables, son tambi¨¦n el primer inversor extranjero de ese sector en el pa¨ªs.
Jaime Malet es presidente de la C¨¢mara de Comercio Americana.
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