Secreto
Pablo Ordaz, uno de los grandes de esta casa, me cont¨® el otro d¨ªa una peque?a an¨¦cdota sobre un polic¨ªa que llevaba tiempo pinchando el tel¨¦fono de un narcotraficante y escuchando sus conversaciones. En una de estas, el narco intentaba convencer a su interlocutor de que no, que ¨¦l no se hab¨ªa comprometido a tal cosa, que deb¨ªa haberle entendido mal. Y el polic¨ªa, que ya se sent¨ªa parte del asunto, y recordaba perfectamente que el narco s¨ª hab¨ªa dicho lo que negaba, estuvo a punto de terciar en la conversaci¨®n. Un compa?ero tuvo que contenerle.
Ese terreno oscuro, hecho de secretos y confidencias, en el que polic¨ªas y narcotraficantes conviven y llegan a comprenderse, es el punto de partida de The Wire. En Espa?a, poca gente conoce esa serie. La emite TNT, un peque?o canal de cable y sat¨¦lite. Su escasa difusi¨®n aqu¨ª forma parte de las peculiaridades hisp¨¢nicas, como las tonadilleras, el s¨ªndrome de los cuartos de final, la cena-desayuno o la incapacidad de los presidentes del Gobierno para hablar idiomas.
The Wire, uno de los selectos productos de HBO, se ha convertido en EE UU en una serie de culto. No estamos hablando de una buena serie, sino de una de las mejores de todos los tiempos. El candidato Barack Obama suele invocar a Omar Little, uno de los protagonistas. Se trata de un g¨¢nster negro, dur¨ªsimo, con un estricto c¨®digo del honor y una frialdad absoluta en los negocios. Omar Little es homosexual y despliega una gran ternura con sus amantes. Para las bandas de j¨®venes delincuentes negros, forjadas en el machismo, Omar ha supuesto una revelaci¨®n: se puede ser gay y g¨¢nster. The Wire supone para esas bandas criminales lo que para la vieja mafia supuso El Padrino, y m¨¢s tarde, en menor medida, Los Soprano: un modelo en el que se reconocen. No es edificante, pero es as¨ª.
En fin, ?para qu¨¦ verla? Sigamos con lo nuestro: conteniendo la respiraci¨®n a la espera del gran momento de Chikilicuatre.
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