?Alguien que objete al Senado?
El PP dio esta semana un paso m¨¢s en la campa?a por torpedear la aplicaci¨®n de una norma votada por el Parlamento: ofreci¨® p¨²blico apoyo a los padres y alumnos que objeten a la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa.
Hay muchas cosas a las que un ciudadano podr¨ªa desear objetar. Tienen cierta tradici¨®n los movimientos en favor de que los ciudadanos se nieguen a pagar en sus impuestos la parte proporcional del gasto p¨²blico dedicado a comprar armamento; pero tambi¨¦n podr¨ªa alguien pretender descontar de su cuota la parte de sus tributos que Madrid destina a financiar colegios religiosos concertados; o la que gasta en financiar programas de la televisi¨®n regional que no le gustan, o en fin, ya puestos, objetar lo que se paga para mantener el Senado, puesto que parece existir un consenso general de que no sirve de mucho. Sin embargo, esa utop¨ªa del autoservicio fiscal por v¨ªa de objeci¨®n carece de fundamento legal; y racional: la ley dice que todos los ciudadanos est¨¢n obligados a pagar sus impuestos y que las personas que deciden ad¨®nde va a parar lo as¨ª recaudado son elegidas en las urnas cada cuatro a?os (s¨ª, tambi¨¦n las del Senado).
Esto es lo que tiene el Estado de derecho: que hay unas normas. Pero, presos de un cierto anarquismo inconsciente, ni los obispos ni el PP parecen tenerlo claro. Porque una cosa es que fomenten que los padres de alumnos recurran a los tribunales para intentar que sus hijos no estudien la asignatura obligatoria de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa y otra muy distinta que, antes de que los jueces se pronuncien, haya gobiernos auton¨®micos del PP que apoyen que esos ni?os no acudan a esa clase, aunque con ello incumplan la ley.
Es leg¨ªtimo, e incluso sano, discrepar de las decisiones de los representantes elegidos por los ciudadanos (y s¨ª, efectivamente, tambi¨¦n de las decisiones de los senadores), pero si ir a clase es obligatorio, hay que ir. El PP est¨¢ contradiciendo lo que predican aquellos contenidos de Ciudadan¨ªa que ellos s¨ª han aceptado: la obligaci¨®n de pagar impuestos y el deber de cumplir las normas. En fin, necesitamos obispos que crean en la ley. Y del principal partido de la oposici¨®n, mejor no hablar ahora.
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