Ense?anza
La redacci¨®n del decreto que regula la ense?anza del bachillerato en Galicia, en el marco de la reforma global en Espa?a, ha generado una singular batalla entre las diversas asignaturas por conseguir horas lectivas. Sin embargo, sigo echando en falta un diagn¨®stico certero de las ra¨ªces de los problemas de la educaci¨®n. Mi impresi¨®n, extra¨ªda de la experiencia vivida como profesor y como padre, es que existe un aspecto b¨¢sico, previo a todos los dem¨¢s: nuestros j¨®venes presentan un alarmante d¨¦ficit de comprensi¨®n lectora, que se incrementa cada a?o que pasa en progresi¨®n geom¨¦trica y que no se circunscribe solamente a la educaci¨®n secundaria, sino que se proyecta (?y de qu¨¦ manera!) sobre la universitaria. Obviamente, aunque esta observaci¨®n est¨¢ en la base de cualquier aprendizaje, el d¨¦ficit se deja sentir particularmente cuando el alumno pretende orientar sus pasos hacia las Humanidades o Ciencias Sociales.
No se entiende bien la mixtura de Filosof¨ªa y Ciudadan¨ªa, que desvirt¨²a la primera
Ni que decir tiene que de poco sirve proponer asignaturas postmodernas para la ense?anza secundaria, con contenidos sedicentemente atractivos, si los alumnos no est¨¢n ya siquiera en condiciones de comprender lo que se incluye en los libros de texto de las asignaturas b¨¢sicas. Y lo parad¨®jico, dicho sea de paso, es que tales libros (al menos los que yo conozco bien) poseen ceteris paribus, un nivel muy superior al de anta?o, y est¨¢n redactados con un l¨¦xico y una sintaxis muy complejos para los tiempos que corren, lo que, por cierto, induce a pensar que sus autores ni imparten docencia a alumnos del nivel al que se dirigen los textos, ni tampoco repasan con sus hijos las lecciones d¨ªa a d¨ªa. Si estuviesen en alguna de ambas situaciones, se percatar¨ªan de que sus libros podr¨¢n ser unos buenos guiones para los profesores, pero son en gran medida ininteligibles para sus principales destinatarios.
Asegurada la comprensi¨®n lectora a trav¨¦s de la previsi¨®n de las asignaturas necesarias, el curr¨ªculum deber¨ªa ciertamente aspirar en un segundo momento l¨®gico a ofrecer la tradicionalmente denominada cultura general, pero a condici¨®n de que se destierre el mito de la escuela infinita, asentado en la idea de que todo se aprende en el colegio y de que los poderes p¨²blicos y los padres quedan ya exonerados de adoptar ulteriores medidas.
Por lo dem¨¢s, si bien no es mi prop¨®sito entrar en el debate espec¨ªfico de las asignaturas en concreto y de su carga horaria, hay que criticar que la Religi¨®n siga figurando dentro del horario lectivo. Evidentemente, nuestro decreto tiene que respetar la LOE y los acuerdos (eso s¨ª, preconstitucionales) con el Vaticano, pero no puedo dejar de subrayar lo inaceptable que resulta que en una sociedad plural, construida como Estado de Derecho, figure en el horario lectivo de la escuela p¨²blica la ense?anza de una moral en sentido estricto (la moral-virtud, seg¨²n nos ense?¨® Kant) que regula exclusivamente el ¨¢mbito (interno) de la virtud personal.
Claro que tampoco se puede aceptar que en la nueva asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa pretenda explicarse otra moral-virtud, por muy laica y mayoritaria que sea. De ah¨ª que no se entienda bien la mixtura de Filosof¨ªa y Ciudadan¨ªa, con la que se desvirt¨²a una disciplina tan importante y b¨¢sica como la Filosof¨ªa y se desenfoca la propia Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. La asignatura de nuevo cu?o s¨®lo es admisible si sus contenidos se vinculan al Derecho vigente, anclados ante todo en la Constituci¨®n y, en su caso, en los derechos humanos reconocidos en los textos internacionales, porque en una sociedad plural no hay espacio para una moral p¨²blica estatal situada al margen del Derecho: el Derecho es ya la ¨²nica moral-justicia posible encargada de regular un orden externo de convivencia.
Por ¨²ltimo, todo lo anterior debe ser complementado con una adecuada perspectiva procedimental, inexcusable porque sin ella sencillamente no puede haber ense?anza alguna: hay que respaldar realmente (y no s¨®lo nominalmente) la autoridad del profesor; proteger el derecho del alumno que quiere estudiar y no al alumno boicoteador, que vulnera diariamente el derecho de los dem¨¢s a aprender; y, en fin, eliminar el mito de la motivaci¨®n, que ha tenido efectos tan devastadores en nuestra educaci¨®n y s¨®lo ha servido para enmascarar el fracaso escolar, porque el aprendizaje es ante todo esfuerzo y sacrificio y porque, como dec¨ªa Unamuno, "el maestro que ense?a jugando acaba jugando a ense?ar y el alumno que aprende jugando acaba jugando a aprender".
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