Los ciudadanos en el centro
Durante demasiado tiempo, en especial durante la pasada legislatura, los grandes partidos pol¨ªticos se empe?aron, con ¨¦xito notable, en trinchar el centro. No ha sido patrimonio exclusivo de la derecha,sino que tambi¨¦n se ha preferido por otros partidos pol¨ªticos, el PSOE incluido, y por actores sociales relevantes. A esta acentuaci¨®n de la polarizaci¨®n se sumaron muchos medios de comunicaci¨®n, ocupados en reducir al m¨ªnimo las zonas templadas de la sociedad, empujando a los ciudadanos bien a alinearse con una u otra opci¨®n pol¨ªtica, bien a refugiarse en la abstenci¨®n.
Esta forma de hacer pol¨ªtica puede resultar positiva para partidos y otros grupos econ¨®micos y de poder, pero dificulta enormemente la posibilidad de alcanzar acuerdos esenciales. Permite incluso ganar elecciones o consolidar amplios apoyos electorales, aunque tiene costes muy elevados. Por ejemplo, el PP consigui¨® ampliar su apoyo electoral en muchas partes de Espa?a, arrebatando incluso votantes al PSOE, pero a costa de construir un muro de desconfianza en las nacionalidades hist¨®ricas que le impide convertirse en alternativa real de gobierno. El PSOE se ha constituido en la opci¨®n pol¨ªtica que mejor representa la Espa?a diversa, ampliando su apoyo electoral en las tres nacionalidades hist¨®ricas, pero ha perdido electores en espacios de centro en el resto de la Espa?a urbana, hasta el punto de impedirle obtener una mayor¨ªa absoluta que debiera haber obtenido en otras condiciones.
Espa?a precisa una nueva agenda p¨²blica basada en consensos amplios
Ahora las elecciones han pasado, los problemas reales se acumulan y debe prevalecer otra forma de hacer pol¨ªtica. Lo que la nueva situaci¨®n aconseja es situar al Parlamento y al resto de actores sociales alrededor de los problemas de los ciudadanos y no a los ciudadanos alrededor de los partidos. Tenemos antiguos problemas pospuestos (somos maestros de la procrastinaci¨®n) y nuevos desaf¨ªos, unos espec¨ªficos y otros como europeos, y lo que necesitamos son estrategias y liderazgos pol¨ªticos y sociales claros, capaces de elaborar y llevar a cabo una nueva agenda p¨²blica que descanse en consensos b¨¢sicos, dentro y fuera del Parlamento.
La agenda para el consenso es tan amplia como apasionante. Los datos recientes m¨¢s solventes indican que la econom¨ªa espa?ola tiene, entre otros, un muy serio problema de productividad en casi todos los sectores, que exige mejoras inaplazables, en especial ahora que el estallido de la burbuja inmobiliaria a¨²n dejar¨¢ m¨¢s al descubierto nuestras debilidades estructurales. El sistema formativo espa?ol (la formaci¨®n es la mejor estrategia para la creaci¨®n de empleo) precisa m¨¢s de reformas acordadas que le proporcionen calidad, coherencia, eficacia y estabilidad, que de aumentos indiscriminados de presupuesto. Nuestra pol¨ªtica energ¨¦tica reclama un enfoque estrat¨¦gico serio y sostenible. Nuestra posici¨®n en la Uni¨®n Europea aparece muy diluida y no est¨¢ clara la estrategia espa?ola en pol¨ªtica exterior. Y si en materia de terrorismo nos adentramos en un "largo ciclo de violencia", como evidencian los recientes atentados, en el Parlamento deben acordarse las bases comunes para encarar esta fase.
Despu¨¦s de la reforma de estatutos de autonom¨ªa, Espa?a es un Estado un poco m¨¢s federal, pero no m¨¢s eficaz, y precisa de importantes acuerdos entre las partes que son Estado. Los problemas de gobernanza territorial y las tensiones en torno a la gesti¨®n del agua son buen ejemplo. Nuestro Estado de bienestar, adem¨¢s del consenso imprescindible sobre un modelo de financiaci¨®n mucho m¨¢s justo que el actual, aguarda reformas inaplazables, y algunas ser¨¢n dolorosas y no exentas de tensiones. La situaci¨®n de la Justicia y la imagen de algunos de sus ¨®rganos vitales, empezando por el Tribunal Constitucional, son insostenibles. Y la gesti¨®n de la inmigraci¨®n y la multiculturalidad, como demuestra la experiencia de los diferentes modelos de integraci¨®n de Europa occidental, dista mucho de ser un desaf¨ªo sencillo de acometer.
Todos tenemos voto, pero no todos tenemos la misma voz. Partidos pol¨ªticos, empresarios, sindicatos y sectores representativos de la sociedad civil tienen mucha responsabilidad a la hora de encarar esta etapa. Menci¨®n especial merecen los medios de comunicaci¨®n. En las democracias del siglo XXI su papel es fundamental y muchos debieran abandonar sus escoradas posiciones para ayudar a confeccionar esa agenda real de problemas y desaf¨ªos colectivos.
Alguna vez he escuchado decir a Felipe Gonz¨¢lez que la diferencia entre los pol¨ªticos y los l¨ªderes es que los primeros no suelen ver m¨¢s all¨¢ del tiempo que media entre dos elecciones, mientras que los segundos tienen capacidad para saber mirar a 10 o 15 a?os vista y para trabajar con diversos escenarios. Lo dec¨ªa tambi¨¦n en estas p¨¢ginas Juan Antonio Ortega, cuando reclamaba para Espa?a un estadista (o m¨¢s).
De eso se trata ahora, a mi juicio. De anteponer las virtudes de la moderaci¨®n y los consensos b¨¢sicos a la tentaci¨®n de la polarizaci¨®n. De dejar a los t¨¢cticos y a los radicales en el banquillo. De no aspirar siempre a contentar sin resolver. De abandonar la improvisaci¨®n, las ocurrencias y las contradicciones. Con el inicio de legislatura parece que desde la pol¨ªtica quieren darse pasos en esa direcci¨®n. Otros muchos actores relevantes debieran incorporarse a esa tarea de poner a los ciudadanos en el centro. Nadie dice que sea f¨¢cil. Pero ser¨ªa la mejor decisi¨®n estrat¨¦gica.
Joan Romero es catedr¨¢tico en la Universidad de Valencia.
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