Ciudad sitiada
Vivo en una ciudad sitiada. En la panader¨ªa, la fruter¨ªa y la carnicer¨ªa, j¨®venes soldados muestran fusiles Barret calibre 50. Son bajitos. Deben ser del sur, del territorio del subcomandante Marcos. Le pregunto al menos duro si han atrapado a alguien. Responde que no, que generalmente jam¨¢s detienen a nadie. El presidente ha declarado la guerra al narco y ha tomado tres ciudades: Ju¨¢rez, Tijuana y Culiac¨¢n. Vivo en la ¨²ltima. Hemos padecido terribles balaceras donde tambi¨¦n han disparado bazucas, AK-47 y lanzado granadas de fragmentaci¨®n. No pudimos celebrar el d¨ªa de las madres como nos gusta. Tampoco comprar regalos ni llevarlas a cenar. Salvo la m¨ªa, que es de los tiempos de Jos¨¦ Alfredo que sosten¨ªa que la vida no val¨ªa nada, nadie quiso salir. Mi madre s¨ª. Convers¨® con los soldados de los retenes, los compadeci¨® por estar tan lejos de sus madres en d¨ªa tan se?alado y los invit¨® a su casa por si quer¨ªan llamar por tel¨¦fono o ir al ba?o. Mam¨¢, estamos en guerra, le aclar¨¦, s¨¦ prudente. ?Contra qui¨¦n? Contra la delincuencia organizada. ?Vamos ganando? M¨¢s o menos, se habla de 2.000 bajas. ?Qui¨¦n es el comandante en jefe? El presidente. ??se? Pero si se rob¨® las elecciones, ?c¨®mo puede hacer eso? No ha hecho nada que valga la pena. Mam¨¢, tranquila, el m¨¦dico te recomend¨® no alterarte, no olvides que padeces demencia senil. Demente senil tu abuela, que en paz descanse: por un momento pens¨¦ que le hab¨ªamos declarado la guerra a los gringos, imagina el regalo de d¨ªas de las madres.
El presidente ha declarado la guerra a los 'capos' y ha tomado tres ciudades
Las guerras son para que mueran inocentes. Efectivos menores de 20 a?os, pertenecientes a ambos bandos, censados entre los 50 millones de pobres del pa¨ªs, intentan salir con vida, pero est¨¢n marcados. Parecen no tener opci¨®n. No hay universidad para ellos, y los pocos que asisten pocas veces encuentran empleo.
Por su parte, las bandas se acomodan, toman una ciudad por unas horas, organizan su jaleo y se van. Seis u ocho muertos, seis o siete heridos. No sabemos a cu¨¢l apoyar, los malandrines son los que invierten y sus enemigos los que administran. Sospechamos de acuerdos dif¨ªciles de romper. Los expertos creen que mientras no se ataque el lavado de dinero y la corrupci¨®n en las altas esferas del poder, ser¨¢ in¨²til tanto derramamiento de sangre. A no ser por los ruidosos homenajes que el presidente hace a los ca¨ªdos.
Los gringos aplauden. Mientras sean el mercado m¨¢s demandante del mundo pueden seguir aplaudiendo. La droga les llegar¨¢ y mucha pasar¨¢ por ac¨¢. Por las ciudades tomadas, donde la vida sigue y el rojo es el de los atardeceres.
?lmer Mendoza. III premio Tusquets de novela 2007. Miembro de El Colegio de Sinaloa.
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