Curro, Camar¨®n, Zotoluco y un servidor

Fue en la gran Monumental de M¨¦xico. Miguel y Ferm¨ªn, de la dinast¨ªa Armillita, Zotoluco, gran torero azteca, y un servidor. Ellos toreaban, claro, y yo, por buler¨ªas, como no pod¨ªa ser de otra manera.

Primero de la tarde. El escenario, frente a la puerta de chiqueros. Sale el morlaco y se viene hacia m¨ª. Yo estoy cantando. Y pienso: "?Que viene, que viene!". Y, en efecto, se vino para las tablas. As¨ª que les dije: "Vais a subir la tarima un poco m¨¢s, porque si no vais a cantar ustedes". Aquella noche fue m¨¢gica de veras. Y no hay duda de que me gustar¨ªa repetirlo. Toreo por buler¨ªas, muletazos por sole¨¢s. En la plaza de Ronda, en la de Algeciras o en La Malagueta, con un Morante de la Puebla o con todo un Jos¨¦ Tom¨¢s. Me la juego a que ser¨ªa hechizo puro.

Ya lo hizo en su d¨ªa Camar¨®n de la Isla con Curro Romero. Mientras el Fara¨®n toreaba, le cant¨® aquello de "Curro Romero, Curro Romero, t¨² eres la esencia de los toreros". Y la plaza se puso en pie y rompi¨® a aplaudir.

Todo esto me recuerda la congoja que me coge muchas veces cuando veo la feria en la televisi¨®n. Me da por pensar que no hay ni toros ni toreros. Yo, arrojo como el de Jos¨¦ Tom¨¢s no veo, porque este hombre se la juega cada tarde. No abunda la enjundia precisamente. No s¨¦ si ser¨¢ la cuesti¨®n de los animales o de los espadas. Porque cuando un torero salta al ruedo, yo creo que deber¨ªa salir con una sola ambici¨®n. La de decir: "De aqu¨ª s¨®lo sale uno vivo: o t¨², toro, o yo".