Un esp¨ªritu exquisito al servicio de la justicia
Manuel Garc¨ªa Miguel ten¨ªa muchas y muy variadas virtudes y aficiones. A primera vista, destacaba su elegancia de porte y su conversaci¨®n inteligente, despojada de cualquier brizna de pedanter¨ªa. Sab¨ªa lo que quer¨ªa y ten¨ªa la virtud de transmitirlo con gesto amable y convicci¨®n firme.
Era esencialmente un gran conversador apasionado por lo que le rodeaba y preocupado cuando la realidad que a todos nos envuelve mostraba signos de intolerancia y crispaci¨®n que alejaban o complicaban el debate sereno de las ideas.
Siempre tuvo presente sus sentimientos democr¨¢ticos
Manolo, que fue vocal del primer Consejo General del Poder Judicial, hubiera encajado con perfecta naturalidad en la C¨¢mara de Justicia de los Lores. Me lo imagino revestido con los atributos del lord canciller ingl¨¦s, sin perder su apego a la tierra verde que le vio nacer y amar a su pasado y su presente con la alegr¨ªa del que ha vivido intensamente el paso a paso de una vida que ha construido una biograf¨ªa p¨²blica siempre acompa?ada por su familia y sus amigos.
Asturiano de ra¨ªces, no pod¨ªa sustraer sus emociones cuando nos contaba a la vuelta del verano su descanso en las verdes colinas de Campo de Caso. Nos un¨ªan muchas cosas que guardo en mis recuerdos, pero creo que las brumas, la vegetaci¨®n, las monta?as y los lejanos sonidos de las gaitas nos hab¨ªan identificado antes de conocernos.
Por razones generacionales convivi¨® con personas que mantuvieron, dentro y fuera del estamento judicial, convicciones antag¨®nicas a los sentimientos democr¨¢ticos y liberales que siempre estuvieron presentes en su vida social y su actividad profesional durante los tiempos de la dictadura.
Con todos ellos convivi¨® con delicadeza tratando de enmendar o de apartarse de la empecinada fidelidad de algunos jueces al dictador y procurando introducir, por convicciones personales, seguras y razonables alternativas a la dureza esquem¨¢tica de los que aplicaban la ley sin importarles la b¨²squeda de la justicia.
Alcanz¨® la dif¨ªcil y escasa condici¨®n de jurista por encima de los ropajes de la ley y la presi¨®n dominante. Era un dem¨®crata que encontr¨® su verdadero sentido a la profesi¨®n cuando le proporcionaron la posibilidad de conceder tutela, amparo y garant¨ªas a los perseguidos por la acci¨®n de la justicia. Estuvo en el primer Consejo General del Poder Judicial y lleg¨® a la presidencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo en tiempos dif¨ªciles cuando perviv¨ªan los viejos resabios de la dureza inflexible de unos llamados jueces, que s¨®lo eran bur¨®cratas profesionales sin ninguna otra virtud que su nostalgia por la dictadura. Con ellos convivi¨® y debati¨®. Tuve la oportunidad de coincidir en la etapa final de su actividad profesional reci¨¦n llegado, como magistrado a la Sala de lo Penal, en el a?o 1989.
Siempre se caracteriz¨® por abrir espacios y nunca por reducirlos o minimizarlos. Su vida eran su familia, sus amigos y sus compa?eros. Nunca falt¨® a la cita cuando se le convocaba para alg¨²n acto social o corporativo y su entusiasmo por la vida, seg¨²n iba acumulando a?os, permaneci¨® intacto.
No desde?aba las formas sociales y le gustaban los reconocimientos sinceros, por eso de sus muchas condecoraciones, la ¨²nica que le enorgullec¨ªa era la Manzana de Oro de la Casa en Madrid de su querida Asturias. Como buen dem¨®crata nunca minusvalor¨® al otro a pesar de su profunda discrepancia con los planteamientos que ten¨ªa que escuchar en las deliberaciones del tribunal. Su sonrisa nos contempla desde la galer¨ªa de retratos de presidentes de la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Todas las compa?eras de trabajo coinciden, era, sin duda, el m¨¢s seductor.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo.
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