El mensaje de Octavio
Octavio Paz se preguntaba porqu¨¦, despu¨¦s de la Segunda Mundial y a pesar de la ausencia de revoluciones obreras en el mundo, miles de intelectuales segu¨ªan aferrados a la quimera de la revoluci¨®n mundial. M¨¢s se asombrar¨ªa hoy si viera que, ca¨ªdo el Muro de Berl¨ªn, que ¨¦l felizmente vio derrumbarse, persiste esa utop¨ªa revolucionaria, ese ensue?o igualitarista que, especialmente en Am¨¦rica Latina, lejos de construir sociedades m¨¢s justas, ha sido fuente y causa de autoritarismos populistas o revoluciones transformadas en tiran¨ªas.
A 10 a?os de su muerte, acaecida en M¨¦xico a los 84 a?os, viene a cuento evocar su respuesta: "Arrancados de la totalidad y de los antiguos absolutos religiosos, sentimos nostalgia de totalidad y absoluto. Esto explica, quiz¨¢, el impulso que los llev¨® a convertirse al comunismo y defenderlo. Fue una perversa parodia de la comuni¨®n religiosa. Sin embargo, ?c¨®mo explicar su silencio ante la mentira y el crimen? Baudelaire cant¨® a Sat¨¢n y habl¨® de la orgullosa conciencia en el mal. El suyo fue un mal metaf¨ªsico, un vano simulacro de la libertad. En el caso de los intelectuales del siglo XX no hubo ni rebeld¨ªa ni soberbia: hubo abyecci¨®n. Es duro decirlo pero hay que decirlo".
Paz y Camus fueron compa?eros en la b¨²squeda de una sociedad abierta
No habr¨¢ integraci¨®n latinoamericana mientras persistan querellas fronterizas
Esta dureza ten¨ªa detr¨¢s el vituperio organizado que lo hab¨ªa acompa?ado desde que en 1949 descubri¨® los campos de concentraci¨®n sovi¨¦ticos, los cuestion¨® y, en los a?os cincuenta, claramente afirm¨® que el futuro jam¨¢s estar¨ªa por ese sendero. ?l hab¨ªa pensado en el comunismo desde la perspectiva de un desarrollo de la revoluci¨®n mexicana a la que buscaba destino. Ante la evidencia hist¨®rica del error, tuvo el coraje de proclamarlo sin reticencias y fue en Par¨ªs, en la cercan¨ªa de su amistad con Albert Camus, compa?ero de ruta en ese itinerario de la verdad, que encontr¨® el desaf¨ªo de emprender el siempre dif¨ªcil camino de la sociedad abierta. Eran los a?os en que en la rive gauche parisina, como un axioma, se repet¨ªa ir¨®nicamente que m¨¢s val¨ªa equivocarse con Sartre que acertar con Raymond Aron, otro formidable pensador de la libertad al que se eclipsara detr¨¢s de las luces vedettistas de los intelectuales mal comprometidos. Su combate, entonces, ser¨¢ el de apartar la pol¨ªtica del dogma, el razonamiento c¨ªvico del mundo del pensamiento religioso, despojarlos de esa b¨²squeda de absolutos que con ropaje de izquierda o de derecha s¨®lo hab¨ªa llevado, en el tr¨¢gico siglo XX, a los goulags y las c¨¢maras de gas del nazismo.
Naturalmente, Octavio fue un formidable poeta, que junto a Borges llev¨® las letras de habla hisp¨¢nica a su dimensi¨®n m¨¢xima, conjugando forma y fondo, estilo y concepto. Y tambi¨¦n un ensayista de altura, que comien-za en El Laberinto de la Soledad, explicaci¨®n profunda de M¨¦xico, pero mucho m¨¢s que ello, revelaci¨®n de la angustia de soledad y espacio que recorre el alma latinoamericana, hasta culminar en Sor Juana In¨¦s de la Cruz.
Esta obra, mucho m¨¢s que una biograf¨ªa, es un ensayo sobre el barroco en nuestro hemisferio, el feminismo, el oscurantismo de nuestra vida colonial y aun el criollismo, esa nueva identidad que mestizaba el car¨¢cter espa?ol con el ancestro ind¨ªgena o africano. Ella est¨¢ en la profundidad de su explicaci¨®n de la revoluci¨®n mexicana, que en su visi¨®n no fue ideol¨®gica sino "popular e instintiva", con una pasi¨®n igualitarista cuyos or¨ªgenes no est¨¢n "en las ideas modernas sino en la tradici¨®n de las comunidades ind¨ªgenas anteriores a la conquista y en el cristianismo evang¨¦lico de los misioneros".
Pensando en nuestro confuso presente, escribi¨®: "Hoy nadie cree que el secreto de la construcci¨®n de la sociedad perfecta est¨¦ en Adam Smith, o en Carlos Marx, en Locke o en Rousseau. Sin embargo, las preguntas que ellos hicieron no han envejecido. Necesitamos nuevas respuestas a las viejas preguntas". Felipe Gonz¨¢lez suele introducir sus respuestas a trav¨¦s de este valedero razonamiento. Valedero y profundo. Porque el mensaje de los derechos individuales de Locke no ha podido ser superado, pero no alcanza para configurar sociedades democr¨¢ticas, adolecidas todav¨ªa de tantas profundas desigualdades sociales. Tampoco nadie puede negar en Marx su visi¨®n de la globalizaci¨®n capitalista y sus riesgos sobre los trabajadores, pero la evidencia de que la propiedad colectivista s¨®lo ha engendrado pobreza y tiran¨ªa derrumb¨® su construcci¨®n. Por cierto, Rousseau est¨¢ en la esencia del criterio mayoritario de la democracia, pero demasiadas tiran¨ªas han nacido de las masas -aun votando- como para no enfrentarlo con el humanismo jusnaturalista. Acaso Adam Smith, el profeta del mercado libre como sustento de La riqueza de las naciones, sea el que todav¨ªa se mantenga como proyecto, sin que la realidad lo haya desvanecido del todo, pero luego de advenido este tiempo de mundializaci¨®n comercial nadie se atrever¨ªa con raz¨®n a desconocer el imprescindible valor armonizador del Estado.
Las respuestas de Octavio, como balizas que marcan los l¨ªmites laterales del camino a construir, se basan en dos tradiciones. La cl¨¢sica, de Kant y Arist¨®teles, que reclama para "trazar un puente entre la reflexi¨®n filos¨®fica y el saber cient¨ªfico", entre los avances descomunales de la biolog¨ªa y la f¨ªsica y los principios ¨¦ticos que deben regularlos para que la raz¨®n no engendre monstruos. La otra tradici¨®n invocada es la m¨¢s reciente, la del liberalismo y el socialismo: "Ambos son irrenunciables y est¨¢n presentes en el nacimiento de la Edad Moderna: uno encarna la aspiraci¨®n hacia la libertad y el otro hacia la igualdad. El puente entre ellas es la fraternidad, herencia cristiana, al menos para nosotros, hijos de Occidente. Un tercer elemento: la herencia de nuestros grandes poetas y novelistas. Nadie deber¨ªa atreverse a escribir sobre temas de filosof¨ªa y teor¨ªa pol¨ªtica sin antes haber le¨ªdo y meditado a los tr¨¢gicos griegos y a Shakespeare, a Dante y a Cervantes, a Balzac y a Dostoievski".
Esta s¨ªntesis serena y medular sigue resonando a diez a?os de la muerte de ese Octavio que prestigi¨® al Nobel y al Cervantes con la altura de su creaci¨®n. Del mismo modo que alumbr¨® a M¨¦xico, compartiendo con Carlos Fuentes, m¨¢s all¨¢ de tiempos de cercan¨ªa y distancia, un magisterio del debate intelectual que en la Am¨¦rica Latina a¨²n sigue reclamando m¨¢s comprensi¨®n para los desaf¨ªos que la historia nos puso delante. No es posible seguir creyendo que pueden consolidarse democracias con puebladas callejeras, ni que crecer¨¢n las econom¨ªas con nacionalizaciones ineficientes, ni que combatiremos la pobreza en su ra¨ªz con clientelismos paternalistas, ni que llevaremos adelante la reclamada integraci¨®n manteniendo vivos conflictos fronterizos, hijos de arcaicas historias o de no menos arcaicas guerrillas, s¨®lo sostenidas en la actualidad por la miseria del narcotr¨¢fico.
El homenaje a Octavio que todav¨ªa le debemos es el de rescatar la raz¨®n, para que sirva a la libertad, como ¨¦l mismo dec¨ªa, aqu¨¦lla como instrumento, ¨¦sta como finalidad ¨²ltima de los desvelos de la organizaci¨®n social.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti fue presidente de Uruguay.
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