El culto al f¨²tbol
Durante la larga ¨¦poca en que el libro imper¨® como supremo patr¨®n de la cultura, el f¨²tbol fue absolutamente inculto. Ni siquiera las contadas aportaciones que novelistas o ensayistas hicimos para incorporarlo al acervo cultural sirvieron para gran cosa. Igual que con el f¨²tbol, con el dise?o gr¨¢fico, con la moda o con los autom¨®viles, vino a ocurrir tres cuartos de lo mismo: en tanto sus asuntos no se registraban como tratados nutriendo las venerables bibliotecas era inconcebible que aspiraran a considerarse cultos.
Todo ello se ha venido abajo cuando el libro ha entrado en decadencia. Frente a la indiscutida supremac¨ªa de la cultura escrita ha emergido la poderosa cultura audiovisual y el actual patr¨®n de valor lo constituye el espect¨¢culo. No en exclusiva, necesariamente, pero de manera importante, creciente y sobresaliente. De ese modo, incluso el teatro de toda la vida ha pasado de promover el texto a la performance, de la escritura al movimiento y de la meditaci¨®n al impacto.
En contraste con la cultura propia del libro, que requer¨ªa aplicaci¨®n e intensidad en la atenci¨®n, la cultura audiovisual reclama extroversi¨®n y extensividad sensorial ante el panorama. Leer evoca una acci¨®n con profundidad para descodificar apropiadamente los garabatos, pero las pantallas o los panoramas se corresponden con una recepci¨®n en superficie. La cultura del libro es del orden del silencio mientras que la audiovisual pertenece a la naturaleza del estruendo. O bien, el clamor de la muchedumbre en la grada constituye el rev¨¦s de la callada lectura en el gabinete solitario.
La cultura del libro, en fin, es de m¨¢xima concentraci¨®n y la audiovisual de expansi¨®n m¨¢xima. Igualmente, el escenario amplio abierto sustituye a la encuadernaci¨®n estricta y la intemperie del campo al confinamiento. De este modo diverso, a una cultura suave sucede otra agitada. A una insignia del saber culto, expresado por antonomasia durante siglos en el sigilo del libro, se superpone el ruidoso saber de la cultura pop democratizada y extendida en la sociedad del espect¨¢culo.
Para casi todo aquel sujeto conspicuamente adiestrado en la etapa precedente el f¨²tbol significa, a menudo, lo inculto. Pero el f¨²tbol ser¨¢, en este sentido, inculto s¨®lo en la medida en que no se parezca en nada a la significaci¨®n del saber libresco ni se avenga con sus santuarios. Ser¨¢ inculto -y anticultural- para aquellos feligreses del reino cultural anterior pero para la nueva ¨¦poca, saturada de saber audiovisual y ejercitada en la cultura de superficies, el f¨²tbol representar¨¢ no s¨®lo un fen¨®meno propio de la cultura imperante sino, como hacen saber los millones de aficionados en todo el mundo, una muestra suprema de la nueva experiencia culturizada. El culto al f¨²tbol. -
Vicente Verd¨² (Elche, 1942) es autor de El f¨²tbol, mitos, ritos y s¨ªmbolos (Alianza Editorial, 1981). Recientemente ha publicado No Ficci¨®n (Anagrama, 2008).
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