Muuuuuu¨²
Algunos mensajes pretenden tant¨ªsimo sacudirnos que consiguen exactamente lo contrario. Es lo que ocurre con el anuncio antitaurino para el que ha posado mi admirada Alaska. ?Le dan a uno m¨¢s pena los toros despu¨¦s de haber contemplado a la musa de la movida con la espalda asaeteada a banderillazos? No. De hecho, uno deja de recordar a los nobles bichos y empieza a comentar lo bonita que sigue teniendo la piel nuestra hero¨ªna, y a repetir aquello de "genio y figura...".
Nuestra sociedad es, en general, machista a un nivel muy profundo e inadvertido. Lo primero en que piensan los defensores de los derechos de los animales -sean tigres de Bengala o toritos hu¨¦rfanos de Osborne-, a la hora de difundir un mensaje, es en utilizar a una mujer desnuda. Ignoro si los publicitarios que han creado la campa?a y los bondadosos responsables de las asociaciones que la costean van a complementar el cartel de Alaska con otro de un se?or, aunque sea vestido. Sobre todo, vestido. Pues no es lo mismo clavarle un rej¨®n a, pongamos, Nacho Duato a pelo, que someter a un Rajoy ataviado de notario a la suerte del descabello. Aunque tampoco estos ejemplos despertar¨ªan nuestra piedad por el toro. En el primero, creer¨ªamos encontrarnos ante el anuncio de un nuevo espect¨¢culo, que es lo que, en parte, le sucede a Alaska. Su pose evoca la publicidad de una pel¨ªcula con mujer maltratada o de un ¨¢lbum de canciones dedicadas al tema. En el segundo caso, el de Rajoy, no ver¨ªamos sino la previsible ejecuci¨®n de una venganza pol¨ªtica.
Nada m¨¢s eficaz que un buen retrato del toro agonizante, empapado en sangre, los ojos perdidos. Debajo, un cartel: "Azabache. 5 a?os. Deja viuda y dos hijos". Y si seguimos empe?ados en meter a Alaska, la ponemos al lado, arrodillada y con mantilla y peineta de lujo, como la desconsolada viuda de Azabache.
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