Pedro Mero?o, la amistad y el afecto
Al traspasar la puerta de la habitaci¨®n 224 nuestro temor desaparece. Ellas est¨¢n all¨ª. Son sus primas y amigas que rodean sol¨ªcitamente su cama y convierten la escena de la agon¨ªa de Pedro en algo muy hermoso m¨¢s parecido a un nacimiento del que todas son madres adoptivas. Es la expresi¨®n m¨¢xima de las virtudes que siempre practic¨®: la de la amistad y la del afecto.
El mismo afecto con el que acompa?aba a su madre saliendo del funeral de su t¨ªa en la iglesia de Ferraz. Aquel brazo de Pedro era para aquella mujer de mirada perdida el asidero seguro que la hab¨ªa de guiar hasta sus ¨²ltimos d¨ªas.
Te fuiste, Pedro, sin explicarnos el secreto de c¨®mo tratar a las mujeres para que se convirtieran en tus mejores amigas. El secreto, m¨¢s all¨¢ de tu siempre impecable presencia, estaba detr¨¢s de aquella mirada limpia e inteligente. Antes de morirte a¨²n te dio tiempo de esbozar una sonrisa cuando una amiga se te quejaba de que siempre hab¨ªas preferido a las liberales que a las de izquierdas.
He empezado esta semblanza con lo que ten¨ªa Pedro de mayor importancia: su personalidad. La personalidad que cautivaba a todos, amigos y adversarios. Despu¨¦s viene su trayectoria profesional.
Nada puede decir quien como yo es un irredento perif¨¦rico de su condici¨®n de abogado del Estado. Sus compa?eros y disc¨ªpulos nos lo har¨¢n saber con toda seguridad pues a juzgar por los muchos que he visto desfilar frente a su f¨¦retro, dej¨® en ellos una huella profunda. Su corto paso por la pol¨ªtica se resume en la nostalgia del recuerdo de Joaqu¨ªn Garrigues y Soledad Becerril. Acabada la UCD, sus ideas liberales escogieron la libertad. La libertad le llev¨®, despu¨¦s de un largo sobrevuelo sobre empresas energ¨¦ticas, a la Presidencia de la Comisi¨®n Nacional de Energ¨ªa. Pedro Mero?o, m¨¢s all¨¢ de las discrepancias, supo liderar nuestra com¨²n voluntad de crear una instituci¨®n prestigiosa, fuerte e independiente que se materializ¨® en el magn¨ªfico edificio de Alcal¨¢, 47 que inaugur¨® el Pr¨ªncipe de Asturias el 10 de julio de 2003.
Pienso que uno de los d¨ªas m¨¢s felices de la vida de Pedro fue cuando colg¨® el retrato de su idolatrado padre, m¨²sico de gran prestigio, en su despacho.
La m¨²sica, que tanto amaba, nos lleva a una de las claves de los desencuentros entre centro y periferia. Contaba Pedro que su padre una vez acabada la guerra civil, en la que no hab¨ªa sido beligerante, buscaba un chelista para completar su cuarteto de Madrid y se dirigi¨® a Barcelona en busca de Josep Trotta, m¨²sico prestigioso de la Orquesta del Liceo, y a pesar de las penurias que se pasaban en Barcelona, Trotta rechaz¨® la generosa oferta de su amigo Pedro Mero?o. El m¨²sico madrile?o no entendi¨® nunca las razones de la negativa. Yo s¨ª. Son dos maneras distintas de ver Espa?a, en las que a partir de ahora echaremos de menos la mirada clara de Pedro Mero?o.
Descanse en paz.
Sebasti¨¢ Ruscalleda i Gallart es Consejero de la CNE
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