La llamada que toda Espa?a oy¨®
Historia de la conversaci¨®n que sacudi¨® a la presidenta del Constitucional - La juez empez¨® ayudando a la hija de un conocido y casi acaba sufriendo acoso
D¨ªa 14 de marzo de 2007. Miguel ?ngel Salgado Pimentel recibe tres disparos mortales cuando se encuentra en su garaje, en Ciempozuelos (Madrid). No hay robo, ni m¨®vil aparente. La Guardia Civil reconstruye su biograf¨ªa. ?Qu¨¦ elementos novedosos precedieron al crimen? ?Qu¨¦ enemistades ten¨ªa? Los dos interrogantes conducen a su ex esposa, la abogada Dolores Mart¨ªn Pozo. Les enfrentaba la custodia de su hija. Y Dolores Mart¨ªn acaba de sufrir una humillaci¨®n: la v¨ªspera del crimen, un juez le hab¨ªa concedido a su ex marido la custodia. Ganas de venganza se le suponen; medios, tambi¨¦n. Entre sus clientes figura un escolta de famosos, Eloy S¨¢nchez Barba, al que se consulta telef¨®nicamente en busca de sujetos capaces de dar palizas. Es m¨¢s, seg¨²n la investigaci¨®n y su confesi¨®n, no s¨®lo pod¨ªa contratar especialistas en palizas, sino en asesinatos.
El aviso fue: "La hija del fontanero de casa de tus padres tiene un problema"
Casas a una letrada: "Mira si puedes atenderla, pero algo no me cuadra"
La juez del caso tiende entonces una red de escuchas sobre los sospechosos de este crimen de Ciempozuelos, con Dolores Mart¨ªn a la cabeza. S¨®lo un mes despu¨¦s, la Guardia Civil registra una llamada entrante en el tel¨¦fono de Mart¨ªn: la interlocutora deja boquiabiertos a los agentes. No necesitan identificarla. Lo hace ella misma.
-Mire, buenas tardes, soy Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional, que me mand¨® unos papeles de usted do?a E. A.
El tono de la conversaci¨®n denota que ambas no se conocen, ni se tratan. Casas, de hecho, hace esfuerzos para refrescar la memoria a la abogada:
-?Se sit¨²a?
-S¨ª, s¨ª, me acuerdo.
La presidenta del Constitucional entra entonces de lleno en la conversaci¨®n. Pide disculpas por la tardanza en responder a la petici¨®n de ayuda de Dolores Mart¨ªn y asegura haberse le¨ªdo "con detenimiento" los papeles del caso relativos a la custodia de su hija. Aqu¨ª surge la primera gran pregunta. ?Por qu¨¦ la llama Casas? ?Por qu¨¦ una presidenta del Tribunal Constitucional ayuda de tal forma a una oscura abogada en apuros con quien evidencia no tener ni amistad ni trato?
La clave radica en el n¨²mero 51 de la madrile?a calle de Jorge Juan. All¨ª han vivido los padres de Mar¨ªa Emilia Casas, ya fallecidos. Las chapuzas de la comunidad de vecinos y del hogar paterno donde creci¨® Casas van unidas en sus recuerdos a un fontanero. Un fontanero que es padre de la letrada Dolores Mart¨ªn.
"El fontanero de la casa de tus padres tiene un problema con su hija por un tema de custodia", le da como recado a Casas una vecina amiga del citado bloque, la citada E. A. Y Casas siente que no puede desatender a un viejo conocido de sus padres. Adem¨¢s, le viene de la mano de una vieja vecina. "Yo no le puedo decir que no, no hablar con ella", dice. As¨ª que la alta magistrada realiza la llamada telef¨®nica m¨¢s costosa de toda su vida.
Una llamada que le pondr¨¢ a los pies del Tribunal Supremo, donde la juez que investiga el crimen de Ciempozuelos eleva su conversaci¨®n para que los magistrados diriman si existe asesoramiento ilegal en lo hablado entre Casas y Dolores Mart¨ªn. Una llamada por la que el PP pide la cabeza de la presidenta del Constitucional, incluso cuando el Supremo, el pasado jueves, archiv¨® el caso al no ver delito.
La trastienda de la charla, lo que ignora el Supremo, es que lo que comenz¨® como una amable conversaci¨®n con la hija de un viejo conocido paterno termina con un notable distanciamiento y escalofr¨ªo interno de la presidenta del Constitucional. No en vano, en la charla con Dolores Mart¨ªn aparecen destellos muy inquietantes para una magistrada como Casas. La abogada le confiesa sin rubor que sopes¨® huir con la ni?a si perd¨ªa su custodia. No le importa, incluso, detallarle que el juez quer¨ªa garantizar que no podr¨ªa ejecutar el "secuestro" de su hija cuando le notificara la sentencia por la que le retiraba la custodia. Por si fuera poco, para horrorizar a¨²n m¨¢s a la magistrada, la abogada le reconoce que es sospechosa del asesinato de su ex marido: "Le han matado en el garaje, y la familia me acusa a m¨ª", admite.
Casas, tras estas explosivas confidencias, cambia su tono, y abandona sus consejos iniciales (entre otras cosas hab¨ªa dicho a la abogada que deb¨ªa "provocar una actuaci¨®n judicial para llegar al Constitucional en amparo"). Entonces intenta precisar si, al menos, cuando le pidi¨® ayuda su ex marido a¨²n viv¨ªa. La abogada le confirma que s¨ª. Fue asesinado despu¨¦s.
Casas, finalmente, deriva a su interlocutora hacia dos abogadas vinculadas a movimientos feministas y de defensa de v¨ªctimas de violencia machista. Le da sus nombres y tel¨¦fonos. Pero la presidenta del Constitucional, pese a todo lo escuchado, se despide con una frase que le resultar¨¢ funesta: "La pueden ayudar mucho [...] pero, si alguna vez va en amparo, me vuelve a llamar". Luego repetir¨¢ el mismo error: "No le puedo ayudar [...], pero usted si quiere me vuelve a llamar". Tan desafortunado mensaje -"le dije que me llamara para quit¨¢rmela de encima", explicar¨¢ m¨¢s tarde una apesadumbrada Casas a sus ¨ªntimos- tendr¨¢ para la magistrada un alto coste pol¨ªtico.
Parad¨®jicamente, Casas traslada a sus letradas recomendadas un mensaje muy distinto del que da a Dolores Mart¨ªn. "Mira a ver si puedes ayudarla, pero hay algo en su historia que no me cuadra", les advierte. La primera abogada que Casas tantea es E. C., compa?era de carrera y fiel amiga. Pero E. C. desecha el caso. Aunque milita en el feminismo, no ejerce como abogada por ser funcionaria. La segunda letrada, C. S., s¨ª puede. Y cita a Dolores Mart¨ªn en su despacho. Finalmente, tambi¨¦n rechaza el caso. Reh¨²sa explicar a este diario sus motivos alegando secreto profesional. Es posible que compartiera el presentimiento de Casas: algo no cuadraba en la historia de Dolores Mart¨ªn.
En ese instante, la mujer desaparece del c¨ªrculo de Casas y de sus letradas amigas. Sus posteriores pasos judiciales son borrosos. Su abogado asegura que nunca interpuso recurso de amparo ante el Constitucional, en contra de lo que hac¨ªa presagiar su charla con Casas de abril de 2007.
Pero el fantasma de esta abogada no iba a desaparecer sin m¨¢s de la vida de la magistrada. En mayo de este a?o la familia de Mart¨ªn bombarde¨® el m¨®vil de Casas con continuas llamadas y mensajes. Sin respuesta. El asunto era inasumible: anunciaban la detenci¨®n de la abogada y le ped¨ªan ayuda. La que pidi¨® entonces auxilio fue Casas. Rog¨® a una de sus abogadas amigas que devolviese el siguiente mensaje a la familia de la supuesta asesina: "La presidenta del Constitucional no puede ayudarla, le exijo que dejen de llamarla". Casas lleg¨® a sopesar denunciar tal acoso telef¨®nico.
El abogado de Mart¨ªn asegura tener una versi¨®n distinta para cada punto de este relato, pero se la reserva. "Todo es mentira", simplifica. Y la familia de Mart¨ªn ha optado por el silencio sobre la ayuda recibida por su benefactora, mientras ve carbonizarse a Casas. Dolores Mart¨ªn, de 37 a?os, est¨¢ presa desde finales de mayo como inductora del asesinato de su ex marido.
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