Cuarto y mitad de estructura
La primera vez que o¨ª sus apellidos los confund¨ª con los del inventor del pantal¨®n vaquero m¨¢s codiciado por mi generaci¨®n. El nombre de Claude L¨¦vi-Strauss (Bruselas, 1908), una de las personalidades sin las que ser¨ªa dif¨ªcil comprender la historia intelectual de la segunda mitad del siglo XX, me lleg¨® desde el principio vinculado a la noci¨®n de "estructura", un t¨¦rmino que se ense?ore¨® del pensamiento occidental durante dos d¨¦cadas hasta que, convertido en mantra por sobreutilizaci¨®n, fue arrinconado o declarado anatema por las nuevas ¨¦lites universitarias. Pero en aquellos "prodigiosos" sesenta, al tiempo que en las aulas de la Facultad de Letras los profesores m¨¢s modernos nos explicaban el giro copernicano que Saussure, Hjelmslev, Benveniste, y todo el resto de aquella revolucionaria tropa, hab¨ªan impreso al estudio de la Ling¨¹¨ªstica, en el abarrotado bar de la misma instituci¨®n nos apasion¨¢bamos como iluminados ne¨®fitos con aquella casi metaf¨ªsica "estructura" ("una entidad de dependencias internas", seg¨²n Hjelmslev) que se nos presentaba como una plantilla universal que explicaba el mundo de modo m¨¢s completo y eficaz de lo que lo hac¨ªan las agobiantes determinaciones del materialismo dial¨¦ctico expuestas en los manuales de Politzer o Lefebvre.
El centenario de L¨¦vi-Strauss separar¨¢ trigo y paja en la obra de este cient¨ªfico y estupendo prosista
Luego, antes de pudiera entender m¨¢s del diez por ciento de aquel El pensamiento salvaje que consegu¨ª en la trastienda de una librer¨ªa de Arg¨¹elles (y que he vuelto a adquirir en la Feria del Libro), me enter¨¦ de que L¨¦vi-Strauss hab¨ªa tomado prestada la noci¨®n del propio ling¨¹ista Roman Jakobson, con el que coincidi¨® en Nueva York cuando su condici¨®n de jud¨ªo le priv¨® de su puesto en la ense?anza y le oblig¨® a poner mar de por medio con el Gobierno de Vichy. A su regreso a Francia, el todav¨ªa joven antrop¨®logo -que hab¨ªa estudiado a ciertas tribus amaz¨®nicas durante una larga estancia en Brasil- ya ten¨ªa claro el n¨²cleo de su pensamiento: Las estructuras elementales del parentesco (1949) fue todo un aldabonazo en la misma puerta acad¨¦mica de la Sociolog¨ªa, la Antropolog¨ªa y la Etnolog¨ªa, donde todav¨ªa se notaba tutela de ?mile Durkheim.
A muchos de nosotros, j¨®venes diletantes en busca de una explicaci¨®n del mundo a la vez polivalente y sencilla, nos fascinaba la idea de que una especie de inconsciente estructural rigiera la diversidad aparente, pero en el fondo (seg¨²n cre¨ªamos) ficticia, de las culturas. Y que lo que "explicaba" a nuestros ancestros sirviera tambi¨¦n para nuestras sociedades. As¨ª, por ejemplo, en El pensamiento salvaje (1962) saludamos con alborozo la reivindicaci¨®n del aspecto l¨®gico y conceptual de los pueblos sin escritura, que dilu¨ªa las distancias entre sociedades complejas y "primitivas" y convert¨ªa el pensamiento "salvaje" en un atributo de toda la especie. Al fin y al cabo, a muchos de nosotros nos fascinaba el surrealismo.
Ahora, cuando los franceses se preparan para conmemorar el centenario (en noviembre) de L¨¦vi-Strauss, la colecci¨®n de La Pl¨¦iade -el Pante¨®n de las letras francesas- acaba de publicar un volumen para el que el longevo etn¨®logo ha seleccionado siete de sus obras. Entre ellas est¨¢, desde luego, ese estupendo travelogue ("odio los viajes y a los exploradores", escribi¨® en su incipit) que es Tristes tr¨®picos (1955) y que, junto con Las palabras (1964), de Sartre, me parece una de las m¨¢s estimulantes autobiograf¨ªas intelectuales del pasado siglo. El centenario contribuir¨¢ a separar trigo y paja en la obra de este cient¨ªfico y estupendo prosista que al final de su vida no ha tenido empacho en declarar que, cuando muera, partir¨¢ de un mundo al que ya no ama: un planeta en el que, seg¨²n dice, nos hemos convertido en "consumidores bul¨ªmicos" de sus riquezas (naturales e intelectuales) a un ritmo m¨¢s veloz del que necesitar¨ªamos para renovarlas. Lo que, si nos ponemos pesimistas, quiz¨¢s sea otro fen¨®meno estructural, es decir, inherente al sistema-mundo que hemos creado.
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