Ellas
Ver¨¢n, a m¨ª me parece que decir miembra es una estupidez y que nombrar a una mujer muy embarazada ministra de Defensa no es una medida feminista. Lo primero, porque la lengua es una sustancia viva que no se puede cambiar a voluntad sin haber cambiado antes el mundo real; la lengua es como la piel de la sociedad y sigue con estrech¨ªsima adherencia todas las mudanzas del cuerpo que cubre, as¨ª engorde o adelgace: por ejemplo, se est¨¢ perdiendo la palabra solterona de manera natural, porque se est¨¢ quedando vac¨ªa socialmente. En cuanto a lo segundo, ver a una mujer con un barrig¨®n avanzad¨ªsimo teniendo que ir a Afganist¨¢n es el colmo de la superwoman, es decir, de esa exigencia machista que obliga a las mujeres a ser diosas y cortesanas y amas de casa y empleadas del mes y madres perfectas, o sea, que las obliga a ser absolutamente todo para poder aspirar a un lugar social mediano que cualquier se?or ocupa con la gorra; como me comentaba un d¨ªa Elvira Lindo, que es madre y sabe de eso, ser¨ªa m¨¢s ¨²til reconocer el derecho que las mujeres tienen a una panza y un parto tranquilos, sin que ello les rompa la vida y la carrera.
Pero por otra parte me parece que las cr¨ªticas que reciben las mujeres ministras no tienen el mismo nivel que las que reciben sus colegas varones. No s¨®lo por la importancia desmesurada que se le da a su aspecto, todo ese parloteo sobre si son guapas o feas que no suele escucharse sobre los hombres, sino por el tono paternalista y socarr¨®n de burla f¨¢cil. S¨ª, claro que hay ministras metepatas, pero tambi¨¦n hay hombres. De hecho, las necedades que sueltan los pol¨ªticos varones son infinitas y normalmente no se les presta semejante atenci¨®n. La verdadera igualdad, siempre lo dije, llegar¨¢ cuando las mujeres podamos ser tan tontas como los hombres sin que resultemos m¨¢s llamativas.
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