El Derby del distra¨ªdo
Nada m¨¢s llegar a Epsom me encontr¨¦ con Fulano y casi se me saltan las l¨¢grimas: "?Pobre Carlitos! ?Qu¨¦ desgracia!". Asinti¨®, con cara hosca. "Pero... ?c¨®mo pudo pasar?", insist¨ª. "Nada, un despiste, otro m¨¢s", me inform¨®. "Ya sabes c¨®mo era. Estaba viendo los caballos en las cuadras y a la vez contaba el dinero para apostar. Se le cayeron dos euros rodando y se meti¨® a cuatro patas en el box para buscarlos. La yegua se asust¨® y le peg¨® una coz en la cabeza. Muri¨® en el acto". "?Qu¨¦ barbaridad, pobrecillo!", deplor¨¦. "Por lo menos fue en el hip¨®dromo. No hab¨ªa nadie m¨¢s aficionado que ¨¦l. ?Cu¨¢nto le vamos a echar de menos!". "Tampoco hab¨ªa nadie m¨¢s distra¨ªdo", gru?¨® Fulano. Protest¨¦ que todos solemos serlo. "Lo suyo no era natural. Era capaz de darle un beso a una chica sin quitarse el cigarrillo de la boca", record¨® Fulano, implacable. "Bueno, a veces...", trat¨¦ de defenderle. Fulano hurg¨® en la herida: "Siempre se dejaba cosas en los hoteles". Arg¨¹¨ª que a m¨ª tambi¨¦n suele pasarme. "?Los zapatos!", rugi¨® Fulano. "?Te has ido t¨² alguna vez de un hotel sin ponerte los zapatos?". Me encog¨ª de hombros y volv¨ª a suspirar: "Le extra?aremos mucho".
Jam¨¢s se cuentan los resultados de las carreras m¨¢s hermosas ni los ¨¦xitos de los jinetes espa?oles
Este a?o, tambi¨¦n Epsom ha estado en obras, la enfermedad urbana m¨¢s extendida
El tr¨¢gico accidente de Carlitos fue recogido por la prensa nacional, naturalmente. Es el ¨²nico tipo de noticia h¨ªpica que suelen dar: ca¨ªdas de jockeys, tongos, etc¨¦tera... Jam¨¢s cuentan los resultados de las carreras m¨¢s hermosas ni los ¨¦xitos de los caballos y jockeys espa?oles en el mundo. Y encima se justifican diciendo que en Espa?a hay poca afici¨®n al turf. ?Cu¨¢nta afici¨®n habr¨ªa aqu¨ª a la f¨®rmula 1 si los peri¨®dicos nunca mencionaran las victorias de Fernando Alonso pero se regodearan en los b¨®lidos que se estrellan y los pilotos que se dejan sobornar por la competencia?
En cualquier caso, los asiduos de Epsom ¨ªbamos a echar de menos a Carlitos, que nunca se perd¨ªa la gran carrera anual. No s¨®lo por amistad desinteresada, sino tambi¨¦n porque -despistado o no- era un aut¨¦ntico lince para los pron¨®sticos. Y este a?o el Derby se presentaba inusualmente incierto. Privado de los consejos de mi sabio de cabecera, repas¨¦ una y otra vez todos los criterios (racionales o m¨¢gicos) para decidir mi apuesta. ?La excelencia del jockey? El m¨¢s genial de todos, Lanfranco Dettori, montaba a un precioso caballo criado en Argentina, R¨ªo de la Plata, que lamentablemente era dif¨ªcil que tuviese fondo para culminar la milla y media del arduo recorrido. Adem¨¢s, abundaban los jinetes estupendos, desde el veterano Mick Kinane hasta j¨®venes ya tan considerados como Ryan Moore o Jaime Spencer, pasando por los siempre fiables Ted Durcan, Kerrin McEvoy o Pat Smullen. Cualquiera de ellos aprovechar¨ªa bien su oportunidad de victoria... si la ten¨ªa. ?El origen de los participantes? Siempre me gustaron los hijos del campe¨®n franc¨¦s Hernando y corr¨ªa uno de ellos, Casual Conquest, que adem¨¢s ten¨ªa el valor a?adido de ser irland¨¦s: pero era un bicho grandote, con poca experiencia, y quiz¨¢ no se manejara bien en las ondulaciones de Epsom. El cruce que mejor resultado suele dar es el de Sadler Wells, el gran semental que hace unas semanas ha tenido que cesar en sus funciones por cuesti¨®n de edad (?pobre, tambi¨¦n ¨¦l!), con las yeguas descendientes de Mill Reef, pero hab¨ªa al menos tres caballos con esa afortunada combinaci¨®n de sangres. Nada decisivo, pues. ?Y las ¨²ltimas actuaciones? La preparatoria m¨¢s fiable para el Derby la hab¨ªa ganado Tartan Bearer, pupilo de sir Michael Stoute, el mejor preparador ingl¨¦s. Es propio hermano de Golan, que hace a?os gan¨® las Dos Mil Guineas y lleg¨® segundo en el Derby. En aquella ocasi¨®n le venci¨® Galileo, que precisamente es el padre de New Approach, considerado el a?o pasado el mejor de todos los j¨®venes y que ¨¦ste ha llegado segundo en las Dos Mil Guineas tanto en Inglaterra como en Irlanda. Su preparador, el irland¨¦s Bolger, dijo que le retiraba de Epsom, luego lo declar¨® participante en el ¨²ltimo minuto y desesper¨® as¨ª a todas las casas de apuestas. En fin, un l¨ªo.
Me encontraba tan confuso que recurr¨ª a los nombres de los caballos para inspirarme, algo indigno de un experto. Mi genealog¨ªa paterna granadina me ped¨ªa jugarle a Washington Irving e incluso apostar a Alessandro Volta me pareci¨® por un momento una idea realmente luminosa. El ¨²nico que pod¨ªa descartarse sin miedo era Maidstone Mixture, un modest¨ªsimo jamelgo que s¨®lo hab¨ªa ganado una carrera ?de vallas! y al que su pintoresco propietario hab¨ªa matriculado en el Derby como capricho final de su vida h¨ªpica. Le montaba un joven desconocido de 22 a?os que acababa de salir de la c¨¢rcel y en las apuestas iba 1.000 a uno. Al final me inclin¨¦ por Kandahar Run, un precioso tordillo al que hab¨ªa visto en octubre ganar en Newmarket, entrenado por una gloria del pasado, Henry Cecil: lo guapo fr¨¢gil y lo venido a menos cuyo esplendor apenas se recuerda, nunca he sabido resistirme a eso.
Este a?o, tambi¨¦n Epsom ha estado en obras, la enfermedad urbana m¨¢s extendida. Por lo menos a¨²n sigue igual la famosa curva de Tattenham, tan larga y compleja, clave de su personalidad. Ayer fui al Imperial War Museum para ver la exposici¨®n dedicada a Ian Fleming y aprovech¨¦ para pasearme un rato por sus salas, de sereno exhibicionismo b¨¦lico. En una se guardan los r¨®tulos toscamente pintados en tablones con que los soldados de la primera gran guerra se orientaban en las trincheras. Son nombres de lugares amados, a veces ir¨®nicos o picarescos: uno de ellos dice "Tattenham Corner", y lleva varias siluetas de caballitos pintadas con sencillez. Me conmov¨ª pensando en aquellos remotos aficionados que sufr¨ªan entre el barro, la sangre y las explosiones, refugi¨¢ndose a veces para descansar en el recuerdo de las onduladas praderas de Surrey y los campeones que all¨ª florecen cada a?o.
Ayer, el recogimiento en la tribuna antes de la carrera era casi sacramental. Pero ahora el m¨®vil nos hace accesibles a todos nuestros conocidos, para bien o para mal. Desde Venezuela un amigo me informa de la desaparici¨®n de Eugenio Montejo, poeta noble y hondo. Al final de uno de sus poemas confesaba: "No soy ateo de nada salvo de la muerte". El ate¨ªsmo m¨¢s dif¨ªcil, quiz¨¢ el ¨²nico realmente liberador. Llega la Reina, que este a?o va vestida color fresa o algo as¨ª. La imagino antes de bajarse del Rolls escondiendo en el asiento un libro de Henry James o Jean Genet, como en Una lectora poco com¨²n, la deliciosa novelita de Alan Bennett publicada por Herralde. Y por fin ocurre el Derby. De salida encabeza unos metros el pelot¨®n el infiltrado Maidstone Mixture (supongo que para sacarse la fotograf¨ªa y alegrar al amo), antes de irse al ¨²ltimo lugar que le corresponde. Tambi¨¦n veo en segunda posici¨®n a mi hermoso Kandahar Run hasta ya iniciada la recta final y me hago ilusiones. No hay caso. El asunto est¨¢ entre Casual Conquest, de galope potente pero biso?o, y Tartan Bearer, que le rebasa con autoridad a 200 metros de la meta. La suerte parece echada hasta que por los palos se cuela irresistible New Approach, que lucha con ¨¦l para arrebatarle la victoria por casi un cuerpo: se repite en cierto modo la historia y el hermano menor de Golan encuentra su n¨¦mesis en el hijo de Galileo...
Me re¨²no con Fulano para comentar la prueba y de pronto veo a Carlitos. Est¨¢ en las taquillas de juego y va de una a otra con desasosiego impaciente. "Mira", balbuceo, "es Carlitos...". "Ya lo he visto", me responde, seco. "Pero ?no est¨¢...?". "?Claro que est¨¢ muerto!", responde fastidiado. "Ya te he dicho que la yegua le espachurr¨® la sesera". Con un escalofr¨ªo, le veo acercarse a nosotros. "?Hola, chicos! No s¨¦ qu¨¦ les pasa a los taquilleros, con esto de la obras est¨¢n rar¨ªsimos. No me hacen ni caso y no logro apostar. ?Es un infierno!". Se le ve¨ªa igual que siempre, salvo un reguero negro, seco y grumoso, que le bajaba por la sien desde el pelo hasta el cuello de la camisa. "?Y tengo el ganador de la siguiente: Bureaucrat, seis a uno! Oye, vosotros tambi¨¦n est¨¢is pasmados. Ni que hubierais visto un...". Se alej¨® de nuevo hacia las taquillas, anotando algo en el programa. "?No se da cuenta, verdad", murmur¨¦. "?Nada, ni enterarse, en la luna!", refunfu?¨® Fulano. "Te digo que no es natural ser tan distra¨ªdo". Convine con ¨¦l: "No, ahora ya no es natural". Pero acert¨® y mis cinco libras a Bureaucrat me las pagaron seis a uno. Gracias, Carlitos.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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