Psicolog¨ªa de la negaci¨®n de la crisis
?Por qu¨¦ el presidente Rodr¨ªguez Zapatero y su Gobierno se niegan a cal y canto a utilizar la palabra "crisis" para referirse a la situaci¨®n econ¨®mica que estamos viviendo y recurren a t¨¦rminos como "desaceleraci¨®n", "desaceleraci¨®n acelerada", o, rizando el rizo, a "per¨ªodo de dificultades objetivas"? ?Es una simple cuesti¨®n de palabras o implica algo m¨¢s? En todo caso, ?qu¨¦ consecuencias puede acarrear esa negaci¨®n de la crisis a la hora de enfrentarse de forma adecuada a sus efectos y causas?
Si usted va a 120 kil¨®metros por hora y se encuentra que tiene que reducir la velocidad debido a que la autopista pasa a un solo carril, decimos que ha tenido que desacelerar como consecuencia de algo externo que no tiene nada que ver con el veh¨ªculo. Pero, si a la vez que reduce la velocidad como consecuencia de una restricci¨®n externa, ve que el coche comienza a echar humo y a hacer extra?os ruidos, pensar¨¢ que algo se ha averiado en el motor. En ese caso, no puede esperar que una vez desaparecido el obst¨¢culo externo el coche logre recuperar la velocidad anterior, sino que tendr¨¢ que hacer alguna reparaci¨®n en el motor.
Reconociendo la crisis podemos transformar el riesgo en oportunidad para revisar el averiado modelo de crecimiento
Lo de la econom¨ªa espa?ola tiene m¨¢s pinta de que alguna pieza se ha roto en el motor de nuestro modelo de crecimiento que de simple desaceleraci¨®n. Es cierto que la restricci¨®n crediticia causada por el esc¨¢ndalo de las hipotecas basura en Estado Unidos ha desacelerado el crecimiento espa?ol de casi el 4% a un escaso 1%. Pero no podemos confiar en que la simple desaparici¨®n de esa limitaci¨®n crediticia externa permita volver, sin m¨¢s, a crecer al ritmo de la ¨²ltima d¨¦cada.
Entiendo que Zapatero y Solbes no se dejen llevar por el pesimismo ante los malos datos de crecimiento, empleo e inflaci¨®n. No les pagamos para que sean pesimistas. Un Gobierno abatido ante las dificultades econ¨®micas no favorece la confianza de la gente en la capacidad del pa¨ªs para salir adelante. De ah¨ª que al Gobierno s¨®lo le guste hablar de crisis cuando sea para decir que se ha acabado.
Pero, hoy por hoy, ese juego ret¨®rico, que lleva a Rodr¨ªguez Zapatero a utilizar eufemismos como los referidos al principio, de "desaceleraci¨®n acelerada" o "per¨ªodo de dificultades objetivas", para no verse obligado a utilizar la palabra "crisis", puede causar el efecto contrario al que busca: la p¨¦rdida de confianza de sectores econ¨®micos y de la poblaci¨®n en general.
Pero hay, a mi juicio, otro riesgo: que Rodr¨ªguez Zapatero y su Gobierno caigan en esa actitud psicol¨®gica muy frecuente en algunos pacientes, consistente en negar su enfermedad, agravando sus efectos y siendo incapaces de hacerle frente de forma positiva.
La pr¨¢ctica m¨¦dica identifica varias etapas en la relaci¨®n del paciente con la enfermedad que nos pueden ser ¨²tiles para comprender la relaci¨®n del Gobierno con la crisis. La primera es la actitud de "negaci¨®n" (me encuentro bien, no estoy tan mal como dicen). La segunda es la de "ira" (contra el experto y el mundo en general). La tercera es la "negociaci¨®n" (la evidencia de que si negocio el proceso la enfermedad no ser¨¢ tan mala). La cuarta es la "aceptaci¨®n", (otros est¨¢n pasando por lo mismo), que permite afrontar las estrategias adecuadas. Finalmente, en el peor de los casos, el "derrumbamiento", la depresi¨®n (sentimiento de estar desbordado, vencido, por algo m¨¢s poderoso que uno mismo y que la sociedad entera). Da la impresi¨®n de que el Gobierno est¨¢ en una mezcla de las dos primeras fases, la de negaci¨®n de la crisis y la ira contra los que hablan de ella.
Esta negaci¨®n de la crisis tiene el riesgo, como he dicho, de hacer perder la confianza de la gente en la capacidad del Gobierno para diagnosticar y gestionar las situaciones cr¨ªticas que ir¨¢n apareciendo. Un ejemplo ha sido la huelga del transporte, en la que la falta de reflejos del Gobierno puede tener que ver con la psicolog¨ªa de la negaci¨®n.
Cualquiera que sea la definici¨®n t¨¦cnica de recesi¨®n que utilice el Gobierno (dos trimestres consecutivos con crecimientos negativos), si una econom¨ªa desacelera su ritmo de crecimiento desde casi el 4% a menos del 2% la percepci¨®n de la poblaci¨®n es de crisis. Si un hogar contaba con dos empleos y pierde uno, se enfrenta a una crisis de ingresos. Si se est¨¢ pagando 900 euros de hipoteca al mes y de repente hay que pasar a pagar 1.300, surge una crisis de pagos y morosidad. Y lo mismo con los sectores productivos y el comercio.
Reconocer estas situaciones no es ahondar en el pesimismo, sino generar confianza, al mostrar que se conoce la realidad y se sabe c¨®mo enfrentarla. El presidente Jos¨¦ Montilla ha vuelto a dar, hace unos d¨ªas en el Parlamento de Catalu?a, una muestra m¨¢s de su sentido com¨²n pol¨ªtico al reconocer estas situaciones de crisis y que hay gente que lo est¨¢ pasando mal. Las ¨²ltimas elecciones generales en Catalu?a han dejado claro que el reconocimiento de esas dificultades no penaliza pol¨ªticamente.
El principal riesgo de la crisis es negarla. Reconocerla permite transformar ese riesgo en oportunidad para revisar nuestro averiado modelo de crecimiento de escasa productividad, empleo precario y bajos salarios.
Pocas veces una sociedad se para a reflexionar su futuro. Esos momentos acostumbran a coincidir con etapas de crisis. En esas situaciones, la gente acostumbra a primar lo que entiende que es el bien com¨²n a largo plazo sobre sus intereses a corto. Sucedi¨® en 1959 y en 1997. Esta crisis abre otra ventana de oportunidad. El enemigo puede ser esa psicolog¨ªa de la negaci¨®n.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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