Brasa
Disfruto con el hermoso juego de la selecci¨®n espa?ola en el partido del jueves, pero me siento inmune en la cabeza y en el coraz¨®n a identificar esa victoria con la realizaci¨®n de un sue?o, con la trascendente emoci¨®n y la volc¨¢nica alegr¨ªa que acompa?an al enamoramiento correspondido, el nacimiento de un hijo deseado, desterrar a perpetuidad un c¨¢ncer o el milagro de que te toque la loter¨ªa.
A la media hora de acabar el partido e intentando la proeza de atravesar Madrid en taxi comienzo a lamentar profundamente lo que implica el triunfo de Espa?a. Es como internarte en la jungla. Poblada por seres pintarrajeados, puestos de alcohol o de amor a la patria (la combinaci¨®n de ambos elementos da miedo), con banderitas constitucionales o decoradas con indeseables ¨¢guilas, deteniendo el tr¨¢fico para exigir carnet de nacionalismo y detectar a los herejes, berreando lemas tan dada¨ªstas como "ruso el que no bote", con la temible atm¨®sfera del entusiasmo colectivo.
Terror me da encender la tele para enterarme de las noticias. S¨®lo existe una y provoca mareo. Escucho en el telediario cositas sonrojantes como "anoche comprobamos que los rusos, a pesar de tener mucho orgullo, tambi¨¦n lloran" o "ser espa?ol era un privilegio mediado por todos". Ana Blanco nos ofrece los hist¨®ricos momentos en que los comentaristas de la fraternal RNE cantaron los goles de Espa?a. Tambi¨¦n exaltan la lucidez del centrista Rajoy al acertar con el resultado: "Rajoy est¨¢ en racha. Suya es la victoria moral".
?Ocurre algo m¨¢s en este pa¨ªs, adem¨¢s del interminable orgasmo que nos ha regalado esa selecci¨®n que representa grandiosamente los anhelos ¨ªntimos y la pasi¨®n de todos los espa?oles? Frusler¨ªas que s¨®lo merecen que se les dedique un minuto. Como la justa e intrascendente subida del recibo de la luz. El f¨²tbol se lo ha puesto a huevo a los que manejan el tinglado. ?Qu¨¦ importa la crisis cuando se ha demostrado que "podemos"? ?Podemos qu¨¦?, pregunto. Bendita sea la impotencia.
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