Barrio barrizal
Calles sin asfaltar que se convierten en ramblas intransitables cuando llueve. Aceras sin bordillos, falta total de farolas de alumbrado p¨²blico, y lo mismo de cloacas o sistemas de depuraci¨®n de aguas sucias, que suelen ir a fosas s¨¦pticas insuficientes o ser vertidas en el primer descampado. Escasas visitas de las fuerzas de seguridad, incluyendo la polic¨ªa municipal. Falta de transporte p¨²blico, de sistemas de telecomunicaciones, de agua corriente. Inexistencia de escuelas o medios p¨²blicos para que los ni?os puedan asistir a clase. Telefon¨ªa m¨®vil sin cobertura, carencia de Internet de alta velocidad.
Es s¨®lo parte del deprimente panorama de unos inmensos islotes de territorio catal¨¢n que existen pr¨¢cticamente fuera de la ley, y que sucesivos gobiernos locales, provinciales, aut¨®nomos, tanto de la dictadura como de la democracia, han abandonado a su suerte durante casi 40 a?os.
Todo comenz¨® en los a?os sesenta. Al mismo tiempo que se proced¨ªa a la creaci¨®n de urbanizaciones m¨¢s o menos bien dotadas de servicios, m¨¢s o menos terminadas por sus promotores, y que est¨¢n situadas en las zonas ricas del territorio, tambi¨¦n se crearon otras en zonas de menor alcurnia. Si en las primeras el poder adquisitivo de los propietarios subsan¨® lo que los promotores dejaron sin hacer; en la segundas no hab¨ªa capacidad financiera, y el tiempo ha transcurrido sin que nadie tomara cartas en el asunto.
Los vecinos de estas urbanizaciones son proletarios, en general de ascendencia murciana, andaluza o extreme?a, aunque tambi¨¦n hay menestrales de origen rural catal¨¢n. En su mayor¨ªa se sent¨ªan desplazados en la ciudad, y buscaron un refugio en esa imitaci¨®n del pasado campesino que eran las urbanizaciones. Para ello se empe?aron y trabajaron como esclavos todo lo que hizo falta. En ocasiones, ellos mismos han levantado muros y colocado tejados, y han dedicado a su casita todas las pagas extras y todos los s¨¢bados y domingos de su vida. Tambi¨¦n suelen ser magn¨ªficos jardineros y buenos hortelanos, y ahora, en su vejez, le sacan no poco partido a ese regreso a los or¨ªgenes rurales de sus padres y abuelos, sobre todo con la subida del precio de los alimentos.
Son medio mill¨®n o m¨¢s de catalanes que, en un momento dado, abandonaron su pisito de ciudad en el cintur¨®n industrial de Barcelona, y optaron por la vida en la naturaleza. Al llegar para muchos la edad del retiro, se establecieron en esas urbanizaciones como primera y ¨²nica residencia.
El pa¨ªs entero les ha tratado, sin embargo, como delincuentes. Los ayuntamientos no se han dignado aceptarles como ciudadanos de pleno derecho. Aplicando la ley con un criterio que no han usado a la hora de recalificar y autorizar urbanizaciones de lujo con hect¨¢reas de hierba y campo de golf, les han negado los servicios b¨¢sicos, pero les han cobrado el impuesto de bienes inmuebles. La excusa era sencilla: no forman parte de las zonas urbanas porque el sistema permite a los municipios no recepcionar las urbanizaciones que no tengan todos los servicios propios de las zonas urbanas. Los desalmados que construyeron esas urbanizaciones y se largaron con la pasta sin rematarlas andan sueltos por ah¨ª y ning¨²n juez les ha condenado casi nunca. El consejero Nadal ha comunicado ahora la puesta en marcha de un plan que, a juzgar por la informaci¨®n que he le¨ªdo en la prensa, conseguir¨¢ no resolver ninguno de los grav¨ªsimos problemas que aquejan a ese medio mill¨®n o m¨¢s de catalanes. El punto de partida consiste en culpabilizar a ese mont¨®n de gente por el hecho de haber sido estafados en su d¨ªa. A esto se le llama doble rasero.
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