Precios encrespados
La moderaci¨®n salarial no basta para combatir un estancamiento unido a la inflaci¨®n
La inflaci¨®n se ha convertido en una amenaza grave para la econom¨ªa espa?ola -como para el resto de las econom¨ªas mundiales-, sobre todo porque las subidas de precios coexisten con una desaceleraci¨®n econ¨®mica muy intensa, aparentemente incompatible con la fiebre inflacionista, y un d¨¦ficit exterior muy alto.
En junio, seg¨²n el ¨ªndice de precios de consumo armonizado (IPCA), la tasa anual de inflaci¨®n ha subido al 5,1%, el peor dato en los ¨²ltimos 13 a?os y una demostraci¨®n de que la imparable escalada del precio del crudo est¨¢ causando graves da?os en la competitividad de la econom¨ªa espa?ola. El IPC de junio y una tasa de crecimiento previsto para 2008 que no llega al 2%, seg¨²n la reciente rectificaci¨®n del vicepresidente Pedro Solbes, indican que la econom¨ªa espa?ola se encuentra muy pr¨®xima a este veneno de graves desequilibrios que se conoce como estanflaci¨®n.
El estancamiento econ¨®mico con inflaci¨®n elevada resulta una pesadilla pol¨ªtica porque requiere tratamientos dif¨ªcilmente compatibles. El Banco Central Europeo (BCE), fiel a sus estatutos, se dispone a combatir el repunte de los precios, causado seg¨²n el consenso de los economistas por el desmedido encarecimiento del petr¨®leo, con una subida de los tipos de inter¨¦s que acabar¨¢ por derruir el mercado inmobiliario espa?ol y retrasar¨¢ la recuperaci¨®n econ¨®mica. Sin embargo, hay que resistir la tentaci¨®n de culpar de los males internos a la instituci¨®n que dirige Jean-Claude Trichet. Porque la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola se ha olvidado sistem¨¢ticamente de que este pa¨ªs tiene un problema de precios, que ese problema est¨¢ localizado en el sector servicios y que, por muchas alarmas de inflaci¨®n que han saltado en los ¨²ltimos 20 a?os, las administraciones p¨²blicas se han limitado a seguir los precios de lejos, con el fatalismo de quien considera imposible actuar en las redes de distribuci¨®n que causan precios abusivos.
Ante una crisis de bajo crecimiento y elevada inflaci¨®n, los remedios no pueden ser los tradicionales. La moderaci¨®n salarial, esgrimida por los economistas ortodoxos como el ung¨¹ento universal para evitar la epidemia inflacionista, es aceptable si, al mismo tiempo, se procede a una reforma de los mercados de distribuci¨®n para evitar las escandalosas subidas de los alimentos o de otros servicios resguardados de la competencia.
Resulta chocante que en pleno shock petrolero la Administraci¨®n espa?ola ni siquiera se haya propuesto un plan para mejorar la eficiencia energ¨¦tica que, para empezar, reconozca precios en consonancia con los aumentos de costes. El Gobierno, en particular la vicepresidencia econ¨®mica y el Ministerio de Industria, parecen hipnotizados por la gravedad de la coyuntura. Se han atascado en recetas de pa?os calientes y no parecen dispuestos a enfrentarse a reformas econ¨®micas de fondo que redistribuyan el coste de la crisis.
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