El escritor en su valle
Como a los escritores valencianos no nos hacen mucho caso en nuestro propio pa¨ªs, algunos han convertido la necesidad de encontrar un refugio contra la indiferencia en un virtuoso estilo de vida. De entre todos nosotros, creo que son Josep Piera e Ignasi Mora los que mejor han solucionado su relaci¨®n con el solar patrio. Ellos han realizado el sue?o de cualquier artista y han llevado su arte all¨¢ donde el mundo no puede golpearlo. Piera en La Drova y Mora en La Vall de Gallinera son dos ejemplos perfectos de c¨®mo la escritura crece y toma vuelo alimentada por una soledad religiosa -asc¨¦tica y conventual-.
En abril me fui a ver a Ignasi Mora a su rec¨®ndito abrigo de Benissiv¨¤. Para llegar a La Vall de Gallinera hay que recorrer un sendero de perfecci¨®n que consiste en una carretera de monta?a con muchas curvas e incluye, si vienes de La Plana, la ins¨®lita penitencia del cuello de botella de la Nacional en Oliva. En este valle secreto, que se ha mantenido casi virgen gracias a su dif¨ªcil acceso (aunque dista muy pocos kil¨®metros de la costa y de los rascacielos impert¨¦rritos de Benidorm), se cogen las cerezas m¨¢s primerizas de Espa?a, pero sobre todo se cultiva un silencio compacto y mineral.
Con las cerezas vienen al valle los ruise?ores. Ellos se encargan, con las fuentes y el viento, de organizar el particular microclima sonoro de este valle, una sinfon¨ªa que estimula sin duda la creaci¨®n y cualquier otra noble funci¨®n del esp¨ªritu. Los ruise?ores permanecen aqu¨ª hasta que se acaba la temporada de la cereza. Tambi¨¦n los visitantes se van, tarde o temprano, y aqu¨ª solo se quedan los 600 habitantes del valle -que alimentan, como abejas laboriosas, el paisaje humanizado-.
En tiempos de los moriscos, en el valle se contaban hasta veinte poblamientos diferentes. En 1609 Espa?a hizo un ¨²ltimo esfuerzo para limpiar su sangre, as¨ª que la Gallinera perdi¨® su algarab¨ªa caracter¨ªstica y conquist¨® la pureza de la muerte. El duque de Gandia repobl¨® la zona con 150 familias mallorquinas (sobre todo de Andratx) y ese hilo nos lleva hasta la poblaci¨®n actual, repartida entre siete pueblos: Benirrama (la capital), Benial¨ª, Benissiv¨¤, Benitaia, La Carroja, Alpatr¨® y Benissili. En realidad, todas las aldeas del valle constituyen un ¨²nico municipio, encajonado entre fabulosas estribaciones: las sierras de La Safor y de L'Almirall, a un lado, y la Serra Foradada en el otro. La Gallinera limita, adem¨¢s, con los otros dos valles de La Marina: La Vall d'Ebo y La Vall d'Alcal¨¤.
La Foradada debe su nombre a un preciso agujero en su cresta que ha fundamentado una leyenda muy simp¨¢tica. En dos momentos concretos del a?o, en el equinoccio de primavera y en el del oto?o, el sol penetra a trav¨¦s de ese agujero y se proyecta sobre el altar de un antiguo convento de franciscanos destruido por un terremoto. M¨¢s precisamente, se asegura aqu¨ª que este prodigio ocurre el d¨ªa 4 de octubre, festividad de San Francisco de As¨ªs.
Ignasi vive en Benissiv¨¤ con su mujer, Joana Bataller. Joana regenta el restaurante El Raval. Lo m¨¢s curioso de este lugar es que es pr¨¢cticamente imposible de encontrar si no se conoce previamente. Permanece oculto en una peque?a replaza detr¨¢s de una iglesia imponente aunque in¨²til. Ni siquiera se puede llegar en coche directamente. A pesar de estos inconvenientes, los escogidos que han gozado de los placeres de la mesa servidos por esta cocinera excelente han extendido su fama como si se tratara de otro milagro solar, aunque no haya que esperar a ning¨²n equinoccio para poder disfrutarlo.
Yo tuve el placer, agasajado como visitante, de compartir con Ignasi y Joana un arroz con verduras del tiempo que a¨²n forma parte de la memoria m¨¢s duradera de mi paladar. Por supuesto, ser¨ªa capaz de cualquier crimen por un buen arroz, pero cuando Joana me habl¨® de las Pilotes de dacsa, la Olleta de blat, o el Minxo de dacsa amb herbes silvestres (los platos t¨ªpicos de la zona) estuve a punto de llorar de emoci¨®n.
A partir de cierta edad, en efecto, la gastronom¨ªa se convierte en la ¨²nica patria razonable. Mi idea de naci¨®n es compartir un arroz caldoso con amigos que hayan le¨ªdo algunas p¨¢ginas de Marcel Proust. Ya s¨¦ que esto me convierte en un p¨¦rfido sibarita, pero es lo que hay.
Quiz¨¢ La Vall de Gallinera, como todos los para¨ªsos, est¨¦ destinada a perecer alg¨²n d¨ªa ante la codicia y la incultura de la mayor¨ªa. Mientras eso no suceda, siempre contaremos con la literatura de Ignasi Mora, amasada lentamente en el silencio calc¨¢reo ribeteado por los gorjeos t¨ªmidos del ruise?or. Para ser escritor, en estos tiempos, uno tiene que procurarse su propio microclima, encontrar un lugar donde los coches tengan que circular despacio y los turistas se aburran, y defenderlo luego con ferocidad y optimismo. Un escritor en su valle es alguien indestructible. S¨®lo hay que reclamarle que escriba buenos libros para poder saborear, con la lectura, un poco de la magia del lugar que los ha hecho posibles. Y el resto no importa, puesto que no es literatura.
www.joangari.info
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