As¨ª nos parecen, as¨ª son
El regalo, como los sue?os realizados, se ha demorado hasta crear ansiedad. Despu¨¦s de siete a?os, ya podemos disponer de Los Soprano al completo. En siete cofres o todos juntitos en una caja y con interminables extras. De lo segundo puedo prescindir. No me gustan las disecciones, ni las monta?as de datos, ni entrevistas con los autores, ni ver las secuencias que fueron suprimidas o aligeradas en el montaje, ni an¨¦cdotas del rodaje, ni el proceso que ha acompa?ado a la creaci¨®n de una obra de arte.
Respeto la pasi¨®n de los coleccionistas y de los que quieren saberlo todo sobre sus fetiches y sus mitos m¨¢s amados, pero a los m¨ªos los prefiero desnudos, sin adornos, tal y como han sido concebidos. No asocio Los Soprano con la televisi¨®n. Y es injusto ya que es el medio en Estados Unidos al que est¨¢n prestando su talento y su imaginaci¨®n los guionistas y directores m¨¢s brillantes. Pero considero que, independientemente del formato que utilizan, lo que est¨¢n haciendo es cine inmejorable, un cine destinado al clasicismo. Para m¨ª, Los Soprano es una pel¨ªcula. La pel¨ªcula so?ada, ya que dura 80 horas. Fragmentada en cuatro cap¨ªtulos por noche, constatas que estar¨¢s abastecido de la mejor droga durante un mes al a?o. Y que siga tronando afuera, que caigan chuzos, que el fr¨ªo sea intolerable. Tu Arcadia ser¨¢ invulnerable gracias a Los Soprano.
Y dispones de tus personajes favoritos en ese universo de mod¨¦licos hijos de puta, gentuza pintoresca, tan humana, con la que te puedes identificar en mil circunstancias emocionales pero de la que sus honestos creadores no permiten que te enamores a largo plazo. Te pueden seducir en momentos puntuales, aunque nunca olvidas que pueden enviar al hospital o al cementerio a cualquier hijo de vecino (los suyos est¨¢n excluidos, pero nadie m¨¢s, incluidos hermanos, t¨ªos, primos, cu?ados, amigos, padres y madres, que son en general tan subterr¨¢nea transparentemente salvajes como sus verdugos) si el negocio lo exige, o si existe una deuda que ajustar, o por puro capricho. A m¨ª me atraen especialmente (dando por supuesto que Tony Soprano est¨¢ m¨¢s all¨¢ del bien y del mal, que David Chase y James Gandolfini han compuesto un personaje a la altura de las criaturas de Shakespeare) el compulsivo Christopher Moltisanti y su sensual mujer, Adriana La Cerva. Tambi¨¦n me pone el hortera Paulie, el m¨¢s malo de todos los malos. El ciclot¨ªmico, inseguro, chulito (no chulazo, aclaremos) y yonqui Chris descubre que su aut¨¦ntica vocaci¨®n no es desparramar sesos sino escribir guiones para el cine, donarle a Hollywood el verdadero lenguaje, gestualidad y comportamiento de los g¨¢nsteres. Ese virtuoso de la guitarra con su calvorota cabeza enfundada en un pa?uelo de bucanero y que conoc¨ªamos por Steve Van Zandt ha conseguido que me olvide del universo de Springsteen para identificarlo con Silvio, pragm¨¢tico consigliere, feroz si lo exigen las circunstancias, experto en imitar momentos trascendentes de su ¨ªdolo Michael Corleone. Sienten admiraci¨®n reverencial por Scorsese, les deslumbran los hombres duros de la pantalla.
Los asesinos de verdad, los legionarios, centuriones y emperadores de la Cosa Nostra imitan los fascinantes retratos de su personalidad que ha inventado o copiado Hollywood desde su nacimiento, el aroma de las flores del mal, los mitos que han construido las ficciones. La delincuencia real se enamora de sus copias, intenta parecerse a los hipn¨®ticos, embellecidos y complejos retratos de esas poderosas bestias que nos ha ofrecido siempre la f¨¢brica de sue?os.
Y aparece un libro con t¨ªtulo tan perspicaz y original como Hollywood y la Mafia. Cuenta cositas tan sabidas y triviales como los lazos fraternales entre la industria del cine y el crimen organizado. Normal. Como en cualquier historia que mueva deslumbrantes cantidades de dinero. Como en la pol¨ªtica, las armas, el cemento, las drogas, las putas, el juego. Lo firma Tim Adler, un oficinista aplicado, un as¨¦ptico redactor de sucesos, un rastreador de hemerotecas, un gris¨¢ceo profesional del "me contaron, dec¨ªan, est¨¢ probado, hay testimonios...".
A m¨ª no me cuenta nada nuevo. Ya sab¨ªa, a trav¨¦s de Ellroy, que la ignominia gansteril y la doble moral de la siempre hip¨®crita familia Kennedy se inici¨® con el golfo del patriarca. Que Francis Albert, conocido como el maravilloso Sinatra, el que defin¨ªa su magnetismo con un sabio "yo no vendo voz, vendo estilo", fue colega interesado y ancestral de los grandes capos, que Raft era la imagen arrogante y p¨²blica de los estereotipos con clase, que todas las grandes productoras lavaban la pasta de la Mafia, que los sindicatos eran un manipulable invento de ella, que Linda Lovelace ejerc¨ªa de garganta voluptuosa y profunda porque la opci¨®n si no lo hac¨ªa con disciplina y mimo era un tiro en la cabeza, que los tiburones de la Columbia, de la venerable RKO, de la Paramount y de la Warner se transformaban en corderos negociadores si Capone, o Luciano, o Rosselli, o Siegel, o Cohen, o Giancanna, o la familia Colombo, exig¨ªan el ajuste de cuentas, la multiplicada recuperaci¨®n de su inversi¨®n o de su progenitura.
Lees Hollywood y la Mafia con curiosidad inicial, sin sorpresas para cualquier iniciado, con pedag¨®gica rutina. ?Por qu¨¦ tengo que estar solo si cuanto digo es cierto?, se preguntaba hace muchos a?os el sentimental cinismo de Leonard Cohen. S¨®lo pido que cuando me narran perversos cotilleos o verdades sobre el reverso tenebroso de los mitos, sobre la mierda con la que se edifican las leyendas perdurables, sobre la veracidad del "todo es mentira" en Hollywood, me lo describan escritores con mal¨¦fica inteligencia y mordacidad de altura como el sat¨¢nico Kenneth Anger y el demoledor Peter Biskind. O el desdichado y superviviente Pat Hobby en el que Scott Fitzgerald volc¨® su autoparodia, su patetismo y su humor. Sospecho que lo que cuenta Hollywood y la Mafia es de verdad, pero no me escandaliza, lo doy por sabido, me da igual. La enso?aci¨®n estaba construida con mierda. De acuerdo, pero que me lo cuenten con gran literatura. Los datos, tan veraces ellos, me aburren. -
Los Soprano. Colecci¨®n completa. 1999-2007. Warner. Hollywood y la Mafia. Los m¨¢s sangrientos g¨¢nsteres de la historia y su influencia en el mundo del cine. Tim Adler. Ma Non Troppo. Barcelona, 2008. 320 p¨¢ginas. 21 euros.
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