Ciudadan¨ªa y lengua com¨²n
Como el m¨ªo va a ser uno de los pocos art¨ªculos que se publiquen en este peri¨®dico a favor del Manifiesto por la Lengua Com¨²n, perm¨ªtanme que empiece con algo de melancol¨ªa. El documento en cuesti¨®n derrocha miramientos y renuncia a cualquier denuncia o acusaci¨®n: no contiene cr¨ªticas contra el Gobierno, ni contra la oposici¨®n, ni contra ninguna de las Administraciones auton¨®micas. Como el poeta, est¨¢ a punto de perder su vida por delicadeza. Tampoco incurre en un alarmismo exagerado (se limita a se?alar lo que es una preocupaci¨®n generalizada en nuestra sociedad, como demuestran las firmas obtenidas de personalidades ilustres de las letras, las ciencias, el arte, el comercio o el deporte, muchas de las cuales no han firmado ning¨²n manifiesto en su vida), y se centra en recomendar medidas preventivas antes de que lo peor sea adem¨¢s irremediable. Ni que decir tiene que reconoce todas las lenguas oficiales como igualmente espa?olas (lo que sin duda puede haber molestado a algunos) y formando parte del patrimonio cultural y social que compartimos, merecedoras de est¨ªmulo y salvaguardia. En el Manifiesto no s¨®lo se defiende el derecho de quien lo desee a ser educado en castellano, sino tambi¨¦n el derecho semejante a ser educado en catal¨¢n en Catalu?a, en euskera en el Pa¨ªs Vasco, en gallego en Galicia, etc. ?ste es el Manifiesto que ha sido denunciado como xen¨®fobo, imperialista, contrario al pluralismo cultural y hasta partidario del exterminio de los hablantes de lenguas minoritarias. Un pol¨ªtico catal¨¢n lo calific¨® como "un insulto a la inteligencia": bueno, entonces usted no tiene por qu¨¦ considerarse ofendido, buen hombre. Y lo mismo vale para los dem¨¢s. Por decirlo churchilianamente: nunca quien no agredi¨® a nadie fue agredido por tantos.
El Manifiesto ha sido tergiversado, como la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa
El Manifiesto no pide inmersi¨®n en castellano de los que tienen otras lenguas
Es curioso: a los que hemos luchado durante bastantes a?os a favor de la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa, las tergiversaciones pol¨¦micas que se utilizan contra el Manifiesto nos recuerdan irresistiblemente las que o¨ªmos tantas veces contra esa necesaria materia acad¨¦mica. Destinos paralelos: en un caso, se ofendi¨® involuntariamente las prerrogativas que considera intocables la Iglesia cat¨®lica, y en el otro, las que se atribuye la jerarqu¨ªa nacionalista, dos poderes f¨¢cticos de fundamentaci¨®n mitol¨®gica que consideran persecuci¨®n totalitaria cualquier merma de sus privilegios autoconcedidos. Interesante semejanza, que merece ser examinada m¨¢s despacio.
Primera similitud: para criticar con mayor comodidad, se inventan el contenido de la asignatura y el contenido del Manifiesto. Seg¨²n unos manipuladores, la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa se dedica a hacer proselitismo
homosexual y a recomendar que nadie se case si no es con persona de su mismo sexo. Como no faltan manuales delirantes propuestos para la materia, otros se dedican a entresacar proclamas a favor de Fidel, Ch¨¢vez y la abolici¨®n inmediata del capitalismo. Intentar que se recuerde en sus justos t¨¦rminos el temario oficial es tiempo perdido. De modo semejante, algunos decretan que el Manifiesto sale en defensa de la lengua castellana, empe?o risible porque nuestro idioma goza de excelente salud, es hablado por 400 millones de personas y de nada hay que protegerlo. Seg¨²n otros -pertenecientes a la lunatic fringe de varias autonom¨ªas biling¨¹es-, el Manifiesto persigue abolir nuestro pluralismo ling¨¹¨ªstico y cultural, exterminar al diferente, etc. Rogar que se lea el Manifiesto para comprobar que lo que se trata de defender son los derechos de los castellanohablantes sin mermar el biling¨¹ismo o que estamos tan convencidos de la pujanza universal del castellano que por eso nos parece crucial reforzarlo como lengua com¨²n de Espa?a es tarea ociosa: la caricatura resulta pol¨¦micamente m¨¢s rentable.
Segunda similitud: tanto la asignatura como el Manifiesto son in¨²tiles, superfluos y refuerzan al poder establecido. Unos nos dicen que todo el mundo sale ciudadano de la escuela por la convivencia con los dem¨¢s y sobre todo por la ense?anza de los padres. ?Para qu¨¦ adoctrinarles con teor¨ªas pol¨ªticamente correctas que les hagan d¨®ciles al relativismo moral dominante? Los otros aseguran con total convicci¨®n que no existe problema ling¨¹¨ªstico en ninguna parte, salvo en la imaginaci¨®n de la extrema derecha. No es verdad que haya comunidades donde no se pueda escolarizar a los ni?os con plena naturalidad en castellano, ni es cierto que en ellas los impresos oficiales s¨®lo se faciliten en la lengua auton¨®mica, ni es verdad que la se?alizaci¨®n de v¨ªas p¨²blicas tampoco sea biling¨¹e, ni que el conocimiento de la lengua co-oficial tenga un valor desmesurado en concursos y oposiciones, etc. Esas denuncias son invenciones en la mayor¨ªa de los casos, o simples an¨¦cdotas irrelevantes cuando resultan probadas. Los que de veras sufren son quienes intentan manejar una lengua distinta del castellano: ?hay algo m¨¢s dif¨ªcil y peor visto que hablar catal¨¢n en Catalu?a, euskera en el Pa¨ªs Vasco o gallego en Galicia? Todo son problemas y cortapisas para los h¨¦roes que a tanto se atreven... El Manifiesto es una apolog¨ªa de la represi¨®n y de la prepotencia vigente, puaf.
Tercera similitud: ?vuelve el franquismo! Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa es un revival de la Formaci¨®n del Esp¨ªritu Nacional (que nada tiene que ver con las sanas lecciones de identidad que se dan en las autonom¨ªas nacionalistas), as¨ª como el Manifiesto defiende la lengua del Imperio, seg¨²n ense?¨® Gir¨®n de Velasco. ?C¨®mo no nos habremos dado cuenta antes? Bien claro est¨¢; el ¨²ltimo canalla que se preocup¨® por la unidad de Espa?a fue Franco, y s¨®lo a ¨¦l pod¨ªa ocurr¨ªrsele adoctrinar en valores pol¨ªticos comunes. Menos mal que a¨²n quedan vig¨ªas para dar la voz de alarma y se?alar que por all¨ª resopla el fascismo. Debemos estarles eternamente agradecidos... y obedecerles sin rechistar.
En fin, dej¨¦moslo estar. Los defensores de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica ven en ella la ¨²nica forma de evitar guetos y de garantizar la convivencia cultural. Si nosotros fu¨¦semos nacionalistas espa?oles, aceptar¨ªamos el razonamiento pero aplicado a toda Espa?a: inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica general en castellano para la educaci¨®n p¨²blica, a fin de evitar que Catalu?a, Euskadi, Galicia o Baleares se conviertan en guetos dentro del pa¨ªs. Es la doctrina vigente en Francia, que no es el peor Estado europeo ni en cultura ni en democracia. Sin embargo, no es eso lo que reivindicamos. El Manifiesto no pide inmersi¨®n en castellano de los que tienen otras lenguas maternas, sino que no se imponga otra lengua a los que prefieren el castellano. En general, la lengua com¨²n no requiere en las comunidades biling¨¹es trato privilegiado, s¨®lo que no se la persiga ni obstaculice como hoy se hace. Con eso basta.
Por lo dem¨¢s, admito que se nos discuta, pero no acepto que se nos descalifique con infundios sectarios como han hecho reciente y reiteradamente el Partido Socialista y el Gobierno. La decencia pol¨ªtica no se funda en el optimismo, como cree Zapatero, sino en la veracidad. Decidido: en cuanto nos repongamos de este Manifiesto, hay que preparar otro contra el uso impune de la mentira por los pol¨ªticos.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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