El test
Los deportes se prestan a todo tipo de interpretaciones. Hay quien ve en la jerarqu¨ªa que opera dentro de un campo de f¨²tbol, una representaci¨®n del grupo social que hace funcionar, por ejemplo, una oficina, donde hay uno que dirige, dos que asesoran, otro que resuelve los conflictos, un tr¨ªo que guarda las espaldas y una cuarteta de menesterosos que dan juego hacia arriba y hacia abajo del organigrama. Hay otros que ven en las justas deportivas la traspolaci¨®n civilizada de esa batalla que, en otras circunstancias, se librar¨ªa a leches y a mandobles o, en un nivel m¨¢s tribal, a balazo limpio. Tambi¨¦n hay rom¨¢nticos que en un partido de f¨²tbol, m¨¢s que un ej¨¦rcito, lo que ven es una coreograf¨ªa, o incluso un ballet; es decir, gente perfectamente sincronizada que, con un movimiento ¨¢gil y gr¨¢cil, construye un instante fugaz y conmovedor. Utilizo el f¨²tbol como ejemplo porque es lo que queda m¨¢s a mano, pero lo cierto es que cualquier deporte puede tener lecturas similares; en el caso del box o la lucha, ser¨¢ una lectura m¨¢s directa, y la que corresponde al lanzamiento de jabalina tendr¨¢ que hacerse desde la noche de los tiempos. Todo esto dicho desde el sill¨®n frente a la tele, o desde la grader¨ªa en el estadio, porque para los protagonistas del juego el gol es el gol, y no la representaci¨®n del objetivo que ha logrado un grupo social con su trabajo en conjunto. En el juego, en suma, cada espectador ve lo que le interesa, cada uno va a lo suyo y quiz¨¢, si estudi¨¢ramos a fondo la lectura que tal persona hace de un partido, tendr¨ªamos a nuestra disposici¨®n un instrumento psicol¨®gico del calibre del test de Rorschach, ese donde el paciente va mirando e interpretando manchas con formas diversas. Como este art¨ªculo lo voy confeccionando en esa vertiginosa soledad que constituye el ambiente de trabajo de los escritores, no tengo m¨¢s remedio que, con la venia de usted, aplicarme el test a m¨ª mismo y, para no alargarme excesivamente, me concentrar¨¦ en una acci¨®n espec¨ªfica, que se ve decenas de veces en un partido, porque me parece sumamente interpretable, aunque advierto que estoy irremediablemente deformado por mi oficio: un futbolista da un pase, desde el medio campo, a otro que se encuentra en el ¨¢rea del equipo contrario; ¨¦ste recibe el bal¨®n, que viene a media altura, y lo baja con el pecho, o con alguna otra parte del cuerpo, para colocarlo en una posici¨®n, en el suelo o a una altura m¨¢s conveniente, que le permita servir otro pase o ejecutar un disparo a puerta. Encuentro que esta acci¨®n de bajar el bal¨®n a tierra, una acci¨®n que por cierto distingue a un futbolista de un crack, se parece a la que ejecuta continuamente un novelista al bajar un concepto o una idea que viene de lejos y que es necesario controlar al vuelo y bajar, sin titubeos, a la superficie del papel; me parece que igual que sucede con los jugadores de f¨²tbol, los novelistas pueden distinguirse por la forma en que bajan las ideas y los conceptos a la historia que est¨¢n escribiendo. Otro caso interesante es el del tenis, donde el jugador se desempe?a en una vertiginosa soledad que se parece a la del novelista; el tenista ejecuta un gran despliegue f¨ªsico durante el partido, mientras que el novelista, en las horas que dedica a la escritura de su obra, est¨¢ sentado en una silla, encorvado sobre un teclado de ordenador o una libreta, y generalmente autodestruy¨¦ndose con cigarrillos y tazas ulcerantes de caf¨¦; sin embargo, m¨¢s all¨¢ de esta obvia diferencia, el trabajo mental del tenista y el del novelista se parecen, los dos son un hombre solo, esforz¨¢ndose por mantener un nivel m¨¢ximo de concentraci¨®n, durante un tiempo muy largo (el tenista tres horas y el novelista tres a?os), donde la tendencia natural es pensar demasiado, empezar a darle vueltas a las cosas y comenzar a desanimarse, a deprimirse, a desesperarse; mantener a raya esa corriente nociva, y destructiva, del pensamiento, es la mitad del trabajo del tenista y del novelista, el resto es darle a la pelota, o al adjetivo.
Como en el test de las manchas, en el que cada uno ve cosas diferentes, en el juego cada espectador ve lo que le interesa
Jordi Soler es escritor.
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