Operaci¨®n Jaque
El presidente colombiano, ?lvaro Uribe, ha sido el verdadero h¨¦roe de la liberaci¨®n de Ingrid Betancourt y de otros 14 secuestrados por las FARC. Pocos le han reconocido ese m¨¦rito
La liberaci¨®n de Ingrid Betancourt, junto con tres norteamericanos y 11 militares colombianos que llevaban muchos a?os como rehenes de las FARC, ha sido una haza?a de corte cinematogr¨¢fico -la destreza, audacia y perfecci¨®n del rescate hac¨ªa pensar en las proezas de Jack Bauer, el h¨¦roe de 24- por la que hay que felicitar, antes que a nadie, al presidente ?lvaro Uribe, luego a su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, y a los an¨®nimos oficiales de inteligencia de las Fuerzas Armadas de Colombia que la dise?aron y ejecutaron.
Esto parece obvio pero no lo es, pues cualquiera que haya ojeado la prensa y escuchado a los medios aqu¨ª en Europa en la ¨²ltima semana, dir¨ªa que el verdadero h¨¦roe de la operaci¨®n ha sido el presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, quien, sin haber intervenido para nada en la Operaci¨®n Jaque -as¨ª fue bautizado el salvamento-, salvo para obstruirla y demorarla, es quien hasta ahora le ha sacado mayor provecho publicitario. Pero, ya sabemos, la pol¨ªtica y los pol¨ªticos son as¨ª.
El Gobierno franc¨¦s exigi¨® a Uribe que evitara las acciones militares contra las FARC
El ministro de Defensa Santos puede reemplazar a Uribe al t¨¦rmino de su mandato
El rescate no s¨®lo pone fin a los indescriptibles padecimientos a que fueron sometidos a lo largo de muchos a?os Ingrid Betancourt y sus compa?eros de cautiverio en manos de la organizaci¨®n narcoterrorista en que se han convertido las FARC. Adem¨¢s, pone en evidencia la naturaleza criminal y s¨¢dica de esta guerrilla para la que hasta apenas ayer el presidente Ch¨¢vez, de Venezuela, con amplios apoyos en Am¨¦rica Latina y en Europa, ped¨ªa la legitimaci¨®n pol¨ªtica internacional y que fuera borrada de la lista de partidos, movimientos y grup¨²sculos terroristas en que aparece, en lugar prominente, en la Uni¨®n Europea, los Estados Unidos y la comunidad de pa¨ªses democr¨¢ticos. Despu¨¦s de haber escuchado el testimonio de la propia Ingrid Betancourt sobre las condiciones en que transcurri¨® su cautiverio y la conducta y actitudes de sus verdugos, esperemos que nadie -nadie que no sea imb¨¦cil o c¨®mplice, se entiende- pretenda todav¨ªa presentar a las FARC como un rom¨¢ntico movimiento de idealistas que ha tomado las armas para luchar por la justicia y la igualdad de los colombianos.
Pero la conclusi¨®n pol¨ªtica m¨¢s importante que se desprende de la Operaci¨®n Jaque es la lucidez de visi¨®n y el coraje de ese gran estadista latinoamericano que es ?lvaro Uribe, el primer gobernante colombiano que, enfrent¨¢ndose para ello no s¨®lo a sus naturales enemigos -la guerrilla terrorista, el extremismo antidemocr¨¢tico, los comunistas, Cuba, la Venezuela de Ch¨¢vez y la internacional de tontos ¨²tiles al servicio de la revoluci¨®n para Am¨¦rica Latina-, sino tambi¨¦n a los gobiernos y partidos democr¨¢ticos de buena parte del mundo que lo demonizaron y acosaron sin descanso todos estos a?os, ha demostrado en los ¨²ltimos meses que las FARC no eran invencibles, ni siquiera populares, y que pod¨ªan ser militarmente derrotadas, con el benepl¨¢cito y la resuelta colaboraci¨®n del pueblo colombiano. No es de extra?ar que Uribe, cuya discreci¨®n y casi mudez luego del rescate han sido casi totales, a diferencia del aprovechamiento fren¨¦tico que ha hecho de ¨¦l el mandatario franc¨¦s, goce ahora de un 90% de popularidad, seguramente el m¨¢s alto porcentaje de respaldo a un gobernante democr¨¢tico en el mundo entero.
En las decenas de art¨ªculos y comentarios que he visto, le¨ªdo u o¨ªdo en la prensa a lo largo de la semana referidos a la liberaci¨®n de Ingrid Betancourt, no he visto uno solo que recuerde la insolencia y la insistencia con que el Gobierno franc¨¦s exigi¨® al mandatario colombiano que evitara las acciones militares contra las FARC, y que diera muestras de apaciguamiento y buena voluntad contra la pandilla de asesinos, torturadores, secuestradores y narcotraficantes que anida bajo esas siglas, incluso liberando a uno de sus jerarcas, y las simpat¨ªas que mereci¨® en la comunidad internacional la intromisi¨®n del presidente Ch¨¢vez, de Venezuela, y sus afirmaciones de que s¨®lo ¨¦l era capaz de conseguir la liberaci¨®n de los rehenes en manos de las FARC (sus amigos y c¨®mplices, como demostraron los ordenadores capturados en el campamento de Ra¨²l Reyes).
Nadie se acuerda ya, por lo visto, de que el Parlamento Europeo perpetr¨® la ignominia, hace muy pocos a?os, de recibir al presidente Uribe con un bosque de carteles de vituperios en manos de diputados socialistas, comunistas y hasta algunos liberales, como a un enemigo de los derechos humanos, y que Al Gore, cuando era vicepresidente de Estados Unidos, se neg¨® a reunirse con ¨¦l, alegando la misma raz¨®n. Am¨¦rica Latina ha servido siempre a politicastros europeos y norteamericanos, y buen n¨²mero de intelectuales, supuestamente dem¨®cratas, para darse un disfraz progre y una buena conciencia revolucionaria sin riesgo alguno. Es verdad que la capacidad del extremismo antidemocr¨¢tico de izquierda para desacreditar y satanizar a sus adversarios es casi infinito, y, por ello, buen n¨²mero de gobernantes y pol¨ªticos latinoamericanos, temerosos de ser v¨ªctimas de esas campa?as de desprestigio montados por la extrema izquierda, ceden y se dejan manipular y paralizar por unas supuestas fuerzas populares que, a menudo, como las FARC, resultan ser, a la postre, unos gigantes con pies de barro.
El presidente ?lvaro Uribe no pertenece a esa clase de pol¨ªticos acomodaticios, pusil¨¢nimes y sin principios que tanto abundan en Am¨¦rica Latina. Desde que asumi¨® el gobierno, dej¨® muy en claro que, en nombre de la legalidad y de la democracia, se enfrentar¨ªa a la guerrilla terrorista con resoluci¨®n, a la vez que dej¨¢ndole siempre una puerta abierta para negociar su rendici¨®n. Las fant¨¢sticas campa?as lanzadas contra ¨¦l en Colombia y en el exterior, y los atentados contra su vida, no lo hicieron cambiar un mil¨ªmetro en esta l¨ªnea de conducta que, muy pronto, fueron haciendo suyos sectores cada vez m¨¢s amplios de la sociedad colombiana, a medida que, como resultado de aquella pol¨ªtica, el Estado recuperaba las carreteras y regiones enteras del pa¨ªs, y un sentimiento de esperanza echaba ra¨ªces en la poblaci¨®n. La Operaci¨®n Jaque es la culminaci¨®n de aquel progreso en la lucha contra la barbarie y el terror, y un ejemplo de lo que debe ser la conducta de un gobernante democr¨¢tico frente a quienes han desatado una guerra a muerte contra la democracia y la libertad.
La lucha de Uribe contra el terror se ha llevado a cabo sin menoscabar en lo m¨¢s m¨ªnimo la libertad de prensa, la independencia del poder judicial, la oposici¨®n parlamentaria y extraparlamentaria, y haciendo al mismo tiempo un esfuerzo continuo para desarmar a las fuerzas paramilitares y combatir la corrupci¨®n, muy extendida por desgracia en el aparato pol¨ªtico y estatal, y aun en su propio entorno. Aunque ha habido errores y fallos, tambi¨¦n en estos campos el progreso ha sido considerable, como lo comprueba cualquiera que vaya a Colombia y viaje por el pa¨ªs y hable con la gente, y lo haga con el esp¨ªritu abierto y sin prejuicios. Yo lo he hecho, varias veces en estos a?os, y cada vez tuve la impresi¨®n de que hab¨ªa un avance considerable y que no s¨®lo la esperanza, tambi¨¦n las instituciones y la econom¨ªa mejoraban y las FARC retroced¨ªan. Por eso me parec¨ªa una injusticia atroz que el gobernante democr¨¢tico que con m¨¢s talento y valent¨ªa defend¨ªa la libertad en Am¨¦rica Latina tuviera en la escena internacional menos consideraci¨®n y respeto que demagogos pintorescos y ruinosos para sus pa¨ªses como Evo Morales o Hugo Ch¨¢vez.
?Cambiar¨¢n ahora las cosas? Confiemos en que, por lo menos, algunos ingenuos abran los ojos y entiendan de veras lo que pasa en Colombia. Que la liberaci¨®n de Ingrid Betancourt y sus 14 compa?eros de martirio no fue una casualidad ni un milagro, sino consecuencia de una pol¨ªtica inteligente, audaz y firme en defensa de la libertad. La ¨²nica que corresponde a un gobierno democr¨¢tico que no quiere suicidarse y entregar a su pa¨ªs al absolutismo y al terror.
?Qu¨¦ ocurrir¨¢ ahora? Si quisiera reelegirse por tercera vez, Uribe lo conseguir¨ªa con absoluta facilidad. Esperemos que no lo haga y que se retire al t¨¦rmino de su mandato, para que no se diga de ¨¦l que la codicia de poder enturbi¨® la formidable tarea que ha realizado. Ahora ya sabe que s¨ª hay en Colombia quien puede reemplazarlo con ¨¦xito en la pol¨ªtica que ha llevado a cabo. Juan Manuel Santos, su ministro de Defensa, ha sido, en todo este tiempo, un colaborador, leal y tan firme como ¨¦l en el objetivo por alcanzar, que es la pacificaci¨®n de Colombia y el fortalecimiento de su democracia. Ambos est¨¢n ahora m¨¢s cerca que nunca en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2008. ? Mario Vargas Llosa, 2008.
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