El hurac¨¢n Martinsa
Cuando Pedro Solbes dice que la inmobiliaria Martinsa asumi¨® "riesgos excesivos" hay pocos argumentos para rebatirle. Los responsables de Martinsa, con su presidente a la cabeza, se endeudaron en momentos inadecuados y tomaron decisiones empresariales que han contribuido decisivamente a la suspensi¨®n de pagos o concurso de acreedores. Cuando el vicepresidente sugiere que los accionistas deben cargar con las consecuencias de esas decisiones, tampoco es f¨¢cil quitarle la raz¨®n. Al fin y al cabo, ¨¦sa es una de las reglas b¨¢sicas del capitalismo. De las reflexiones de Solbes, transmitidas como siempre a c¨¢mara lenta, se extrae f¨¢cilmente una conclusi¨®n: la crisis no explica cualquier desastre empresarial; existen responsabilidades accionariales y directivas que el mercado tiene que sustanciar. Los accionistas y directivos no pueden esconderse detr¨¢s de la recesi¨®n del ladrillo para explicar la cat¨¢strofe.
Pero en el an¨¢lisis del vicepresidente econ¨®mico se echa en falta una menci¨®n al otro lado del desprop¨®sito inmobiliario. Casos como el de Martinsa Fadesa se explican no s¨®lo porque el espejismo de los precios en alza llev¨® a una inflaci¨®n de activos y a decisiones empresariales equivocadas sino, adem¨¢s, porque algunas instituciones de cr¨¦dito adoptaron como pr¨¢ctica rutinaria financiar operaciones de riesgo, fiadas en el mismo espejismo de precios o en presiones pol¨ªticas para acelerar el desarrollo regional por la v¨ªa del asfaltado permanente. ?ste ser¨ªa el caso de algunas cajas de ahorros. El Banco de Espa?a lleva lustros recomendando prudencia en la concesi¨®n de pr¨¦stamos hipotecarios, a promotores y a compradores, y la respuesta p¨²blica -bien torpe, a la vista de los resultados- fue que el negocio de las cajas era la concesi¨®n de pr¨¦stamos y que no era razonable limitar su margen de actuaci¨®n. Ya a mediados de 2007 algunos bancos decidieron - se puede decir a toro pasado que sabiamente- recortar los pr¨¦stamos de riesgo. No puede utilizarse la excusa de que "nadie sab¨ªa lo que iba a pasar" o "todos hac¨ªan lo mismo".
El cataclismo Martinsa es motivo, como era de esperar, de que se agite de nuevo el interminable debate sobre si el Gobierno debe mitigar las crisis empresariales para evitar que se propaguen al sistema financiero. En este caso el debate parece m¨¢s justificado por la negativa del ICO a facilitar un pr¨¦stamo "salvador" al grupo inmobiliario afectado. El Ministerio de Econom¨ªa, con buen criterio, aplic¨® el principio de que las empresas son responsables de sus cuentas de resultados y que el dinero p¨²blico no est¨¢ para financiar circulante. Con igual diligencia deber¨ªa aplicarse el Gobierno a reconocer la gravedad de la crisis econ¨®mica. Cuando lo haga, podr¨¢ adoptar todas las medidas necesarias para que el terremoto inmobiliario no se transforme en un espasmo desagradable en el sistema financiero.
Desgraciadamente, el Ejecutivo vuelve a exhibir incompetencia pol¨ªtica en la tarea de tomar la iniciativa frente a la crisis. Es grotesco que, en pleno ojo del hurac¨¢n, Econom¨ªa e Industria se enzarcen p¨²blicamente en otra diatriba, esta vez sobre si conviene que el Estado compre suelo edificable para construir vivienda p¨²blica. ?No pod¨ªan Solbes y Sebasti¨¢n ajustar sus diferencias en privado? As¨ª no se trata una crisis. -
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