Ecuador: el mismo idioma no es suficiente
Regreso de Ecuador. Como me sucedi¨® hace algunos meses al volver de Bolivia y hace unas semanas al t¨¦rmino de una breve estad¨ªa en Buenos Aires, resulta dif¨ªcil exponer lo que uno cree haber entendido. El idioma puede ser el mismo, pero a veces parece que necesita traducci¨®n. Nos enfrentamos a situaciones llenas de contradicciones e intuimos que las palabras no dicen lo mismo all¨¢ o aqu¨ª. No es suficiente narrar; hay que construir una explicaci¨®n transmisible a los lectores y no confiar en la falsa neutralidad de las palabras.
Solamente me atrevo a escribir sobre un pa¨ªs latinoamericano cuando he podido apreciar la situaci¨®n in situ. Y, antes que juzgarla, procuro entenderla. Sin dejarse confundir por nuestros conceptos supuestamente universales. Los usos de palabras como democracia, constituci¨®n, nacionalidad, pluralismo o consenso no sirven igual en un lugar u otro, y su significado depender¨¢ en gran parte del lugar desde donde se dicen.
El Estado de las autonom¨ªas de Espa?a no puede copiarse en otro pa¨ªs
La derecha denuncia la voluntad socializadora del plan constitucional
En este tipo de situaciones con fuertes dimensiones pasionales, uno tiene tentaciones de distanciarse cr¨ªticamente de unos procesos que aparecen ca¨®ticos, y, desde nuestro pedestal civilizado, dar lecciones de c¨®mo hacer bien las cosas. O, por el contrario, la emoci¨®n que suscita la movilizaci¨®n esperanzada de un pueblo puede incitar a sumarse al entusiasmo que el verbo tribunicio del presidente Correa genera tanto entre la mayor¨ªa de su pueblo como en la izquierda latinoamericana. Pero estuve en Ecuador con gentes diversas -pol¨ªticos e investigadores, diplom¨¢ticos y opositores, amigos confiables y desconocidos amables-, y todos me transmitieron informaciones y reflexiones que en general me parecieron pertinentes, aunque no coincidentes. No puedo suscribir los juicios reticentes y prejuiciosos muy comunes en los medios europeos, pero tampoco "querer sin presentir", como dice el tango, los complicados problemas y peligros del actual proceso ecuatoriano. Intentemos, pues, entender lo que dicen o no dicen las palabras y su relaci¨®n con los hechos.
Las palabras no dicen lo que parece -o nos puede parecer a nosotros-. El proceso "constituyente" no tiene como objetivo principal hacer una Constituci¨®n consensuada. Es m¨¢s un proceso destinado a implementar nuevas pol¨ªticas p¨²blicas y organizar la vida pol¨ªtica mediante el reforzamiento del Estado, y ello sin poder contar inicialmente con unos partidos muy d¨¦biles y desprestigiados. En ese proceso, se aprobar¨¢ una Constituci¨®n lo antes posible y se ratificar¨¢ mediante un refer¨¦ndum-plebiscito a favor de un presidente que dispone de un amplio apoyo popular.
El apoyo de los movimientos sociales a Correa es contradictorio. Su pol¨ªtica, contraria al neoliberalismo exacerbado que ha empobrecido a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, es vista con simpat¨ªa, pero es m¨¢s "desarrollista" que ambientalista.
El presidente, r¨ªgidamente cat¨®lico, no quiere o¨ªr hablar del aborto, y sus relaciones con los movimientos de mujeres son conflictivas. Se ha substituido la "descentralizaci¨®n" por la "regionalizaci¨®n", pero ¨¦sta por parte del Gobierno es considerada como un reforzamiento del Estado, una estructura extraordinariamente d¨¦bil, y se da primac¨ªa al poder central. Se reconoce la "plurinacionalidad" del Estado, pero no el "autogobierno" de los pueblos ind¨ªgenas, por lo menos en lo que se refiere al control de los recursos naturales de sus tierras.
L¨®gicamente, los sectores opositores, especialmente la derecha econ¨®mica, defienden la reci¨¦n descubierta "autonom¨ªa" de territorios m¨¢s chicos, las 25 provincias, en los que impera a¨²n un fuerte poder caciquil. Unos y otros interpretan el modelo espa?ol a su conveniencia. Probablemente es un conflicto que se agravar¨¢, que nadie podr¨¢ ganar, pero que s¨ª pueden perder todos.
Se critica al omnipresente presidente su "estilo pol¨ªtico", el autoritarismo personalizado y su escaso respeto al pluralismo. Pero lo que m¨¢s preocupa a los opositores son sus supuestas intenciones socio-econ¨®micas. Correa mantiene unos altos porcentajes de apoyo popular, entre el 60% y el 70%. Viaja permanentemente por todo el pa¨ªs. Sus intervenciones radiales de los s¨¢bados son escuchadas por millones de personas.
El presidencialismo deriva f¨¢cilmente en caudillismo, m¨¢s a¨²n si faltan estructuras pol¨ªticas intermedias. Correa, su movimiento (Acuerdo Pa¨ªs) y su Gobierno son todo uno. Pero en privado y tambi¨¦n mediante campa?as de prensa, la derecha econ¨®mica denuncia apocal¨ªpticamente la voluntad socializadora del proyecto constitucional: la funci¨®n social de la propiedad (art¨ªculo id¨¦ntico al de la Constituci¨®n espa?ola) y la prohibici¨®n de privatizar o entregar en concesi¨®n los servicios p¨²blicos (universales).
Correa cuenta con el apoyo de la opini¨®n p¨²blica en estos temas. Seg¨²n una encuesta de finales del 2007, el 68% es favorable a estatizar los recursos naturales (petr¨®leo, especialmente), el 50% est¨¢ de acuerdo en prohibir la gesti¨®n privada de los servicios p¨²blicos (s¨®lo el 25% la acepta), el 60% est¨¢ a favor de redistribuir la propiedad de la tierra y el 45% se declara partidario de establecer el "socialismo del siglo XXI" (y el 22% est¨¢ en contra).
Un obst¨¢culo para entender situaciones como la del Ecuador es el uso de un concepto passepartout y prejuicioso: el "populismo". Se aplica a la derecha y a la izquierda. A movimientos estructurados y altamente ideologizados (Liga del Norte), y a l¨ªderes televisivos charlatanes y demag¨®gicos que se dirigen a individuos an¨®nimos (Berlusconi). En unos casos, se refiere a dirigencias pol¨ªticas que se apoyan en movimientos de base popular (el peronismo), y en otros, a partidos-Estado (como fue el PRI mexicano). Se ha utilizado a la vez para calificar gobiernos dictatoriales y para otros que hacen de los derechos humanos una de sus razones de ser (como el actual Gobierno argentino).
En cuanto a la actual presidencia del Ecuador, no ha destruido el sistema de partidos, sino que ha nacido sobre los escombros de ¨¦ste. En esta etapa reconstructora, el presidente ecuatoriano dif¨ªcilmente puede evitar establecer una relaci¨®n directa y personalizada con la ciudadan¨ªa. La insistencia en utilizar precisamente este t¨¦rmino (poder ciudadano, revoluci¨®n ciudadana) corresponde a la cultura democr¨¢tica de matriz liberal (sujetos de derecho libres e iguales).
En un pa¨ªs con m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n por debajo del dintel de pobreza, arruinado por la crisis de los noventa que desemboc¨® en la dolarizaci¨®n de la econom¨ªa, ?es "populismo" aumentar el salario m¨ªnimo, establecer un control sobre los precios de los bienes de consumo b¨¢sicos, subvencionar algunos productos b¨¢sicos y distribuir un bono de pobreza?
El presidente Correa a veces puede resultar irritante por su tendencia a la confrontaci¨®n permanente, incluso con sectores o personalidades pr¨®ximas. Por ejemplo, el ataque p¨²blico a la Alcald¨ªa de Quito, dirigida por un general "h¨¦roe de la naci¨®n", de izquierdas y que le vot¨®, sobre el proyecto de aeropuerto. Pero a¨²n resulta m¨¢s irritante la actitud de distinguidos investigadores acad¨¦micos, obsesionados por encontrar rasgos del pecado populista en el actual Gobierno y poder as¨ª denunciarlo en art¨ªculos escritos en ingl¨¦s destinados a revistas universitarias norteamericanas. Mucho m¨¢s razonable, el embajador de Espa?a se mostraba satisfecho de las excelentes relaciones entre nuestros pa¨ªses, consideraba que la presidencia de Rafael Correa no tiene alternativa y ha devuelto la autoestima al pueblo ecuatoriano, y que el pa¨ªs est¨¢ emergiendo de la sima en la que hab¨ªa ca¨ªdo.
Pocas horas antes de regresar, tuve una larga conversaci¨®n sobre el tema m¨¢s delicado, la "regionalizaci¨®n", con el subsecretario responsable de la "Reforma democr¨¢tica del Estado". Me pareci¨® muy consciente de los peligros que comporta; Bolivia est¨¢ cerca. S¨®lo pude sugerirle algo tan elemental como esto: no hay modelo transferible de un pa¨ªs a otro. El Estado de las autonom¨ªas de Espa?a no puede copiarse en Ecuador.
Jordi Borja es profesor de la UOC.
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