'Mamma mia'
Hace falta ser hortera...
En principio, no hace falta ser gay para que te guste Mamma mia. Lo que s¨ª hay que ser es hortera. Hay que ser hortera para emocionarse con Chiquitita, evocar nost¨¢lgicamente a un tal "Fernando", y bailar aquel "Gimme, Gimme, Gimme!" con el que, desde hace d¨¦cadas, mujeres y gays en estado de salidez llevan pidiendo desesperadamente un hombre despu¨¦s de la medianoche. Con todo lo que conlleva. Hace a?os yo cre¨ªa, ingenuamente, que el horterismo era un movimiento cultural propio s¨®lo de clases medias o bajas, ahora creo que los ricos est¨¢n a la vanguardia. La imagen de Cecilia Sarkozy era la de se?ora elegante, poseedora de un enigma, pero la enigm¨¢tica ex se destap¨® cuando alquil¨® el teatro de Broadway para que, como colof¨®n de su boda, sus invitados disfrutaran de Mamma mia. ?Tanto Ives Saint Laurent para eso?, le digo a mi amigo L con el que he ido a ver la pel¨ªcula, y ¨¦l me ri?e suavemente, porque adora el musical. Lleva a?os intentando llevarme a Broadway, y yo, resisti¨¦ndome; en parte, porque la imagen que formar¨ªamos en la cola de entrada, gay y mujer cuarentona, me espanta. Demasiado t¨®pico. Pero el cine es otra cosa. Mientras en el teatro es f¨¢cil sentir verg¨¹enza ajena, la pantalla te libra de esa cercan¨ªa insoportable. Y as¨ª, con el cine lleno, vemos esa payasada protagonizada por Meryl Streep y Pierce Brosnan, dos sesentones maravillosos que, ri¨¦ndose de su propio prestigio, pasan dos horas dando brincos y cantando canciones (horteras). La pel¨ªcula es deliberadamente cutre, el argumento est¨²pido, pero todo emana ese algo necesario en los musicales, alegr¨ªa de vivir. Es una cualidad que tienen los actores americanos y que les hace ¨²nicos en ese g¨¦nero artificioso que es el musical: no tienen sentido del rid¨ªculo. Son horteras sin complejos. Una suerte, ya te digo.
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