Coleccionista de desaires
Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial por imposici¨®n propia, recibe cada cierto tiempo gestos inequ¨ªvocos de desagrado de los Gobiernos espa?oles. Desagrado es t¨¦rmino moderado. Que un Gobierno no encuentre hueco en la agenda para recibirle casi al tiempo que se abren todas las puertas a Hugo Ch¨¢vez suena m¨¢s a insulto. Pero Obiang es un tenaz coleccionista de desaires. Ahora ha tenido que suspender el viaje a la Expo de Zaragoza; pero ya tuvo que soportar el agravio de que el Congreso no le aceptara como visitante en noviembre de 2006, durante su ¨²ltima visita a Espa?a. En aquella ocasi¨®n, ya debi¨® advertir que en Espa?a no se le recib¨ªa con entusiasmo. Aunque, hay que decirlo, el Ministerio de Asuntos Exteriores no actu¨® entonces con la claridad y contundencia que se merec¨ªa un dictador pertinaz que se permite el lujo de ama?ar unas elecciones en las que se lleva todos los esca?os menos uno.
El caso Obiang esconde el dilema hamletiano de la pol¨ªtica frente a la econom¨ªa. ?Es mejor la realpolitik de aceptar al tiranuelo a cambio de la expectativa de explotar parte de las reservas de hidrocarburos del pa¨ªs, unos 1.100 millones de barriles de petr¨®leo, o insistir en que el r¨¦gimen debe ser democratizado y los presos pol¨ªticos liberados? Hay un agravante en el caso de Guinea: seg¨²n el Fondo Monetario Internacional, el 5% de la poblaci¨®n se ha apropiado del 80% de la riqueza. Entre ese 5% figuran, por supuesto, la familia Obiang y sus subalternos y monosabios. La esperanza de vida en Guinea es de 43 a?os.
No es que en Exteriores domine una visi¨®n de acendrado idealismo. Eso tampoco. Quiz¨¢ s¨®lo sean buenas intenciones democr¨¢ticas ayudadas por un an¨¢lisis realista del estado de explotaci¨®n de hidrocarburos en la antigua colonia. Las concesiones de petr¨®leo est¨¢n dominadas casi al completo por empresas estadounidenses o francesas, y no est¨¢ claro que las reservas de gas sean suficientes para atraer la inversi¨®n espa?ola. Aun as¨ª, la cuesti¨®n es saber cu¨¢ntos desplantes necesita Obiang para enterarse de que su dictadura tribal produce un cierto hedor insoportable.
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