El poder de las leyendas
El rock naci¨® como m¨²sica orgullosamente juvenil. "Espero morir antes de hacerme viejo", proclamaba un altivo tema de The Who. Y cada nuevo movimiento ha afirmado su identidad proclamando que viene a enterrar lo inmediatamente anterior. Se supon¨ªa que la ¨²nica opci¨®n para mantenerse intacto en el recuerdo era una salida aparatosa: "Vive r¨¢pido, muere joven, deja un bonito cad¨¢ver".
Pero algo ha fallado: las grandes figuras no s¨®lo se mantienen activas, sino que se infiltran en el territorio del rock con acn¨¦. Un septuagenario como Leonard Cohen corona el FIB, cita inicialmente reservada para la tropa indie. Bob Dylan y Neil Young encabezaron el cartel de un evento como Rock in Rio, una cita alejada de cualquier noci¨®n de cool. Adem¨¢s, las cifras de los m¨¢s publicitados festivales palidecen ante el poder de convocatoria, a pesar de sus precios abusivos, de un Bruce Springsteen, en su reciente recorrido por estadios... Ni siquiera los muertos suponen un inconveniente: treinta a?os despu¨¦s de desaparecer Sid Vicious, los Sex Pistols alborotan a grandes multitudes, sonando mejor que en su primera encarnaci¨®n.
Las grandes figuras no s¨®lo se mantienen activas, sino que se han infiltrado en el territorio del 'rock con acn¨¦'
Y no olvidemos los artistas de culto, los que prefieren recintos recogidos. Este verano no ha habido entradas m¨¢s codiciadas que las correspondientes a los conciertos de Tom Waits o Lou Reed. Este ¨²ltimo, que siempre mostraba una relaci¨®n antag¨®nica con su legado hist¨®rico, ahora ha aceptado recrear uno de sus elep¨¦s cl¨¢sicos, Berlin.
Resulta imposible competir con la propia historia, ha pensado secretamente Reed. Algo que se atreve a verbalizar ese c¨ªnico llamado Rod Stewart, que se burla de los artistas como los Rolling Stones o Paul McCartney, que siguen sacando discos con nuevas canciones: "Por mucho que se empe?en, esos temas nuevos van a pasar desapercibidos".
Ocurre que las generaciones que crecieron con el rock son las que ahora tienen el poder. Poder econ¨®mico, cultural y pol¨ªtico. Eso explica que alguien como Bob Dylan act¨²e m¨¢s en Espa?a que en cualquier otro rinc¨®n de Europa. Las instituciones est¨¢n dispuestas a tirar de chequera para que el mito act¨²e en su ciudad, en su autonom¨ªa, en su festejo.
Lo que estamos viendo es la fuerza de las leyendas. Los grupos y solistas con muchas d¨¦cadas de vida tienen un peso espec¨ªfico al que no pueden aspirar los artistas m¨¢s recientes. Como tronaba Gloria Swanson en El crep¨²sculo de los dioses, aquel ¨¢cido melodrama de Billy Wilder: "Yo soy grande, son las pel¨ªculas las que empeque?ecieron".
Eso exactamente ocurre con el pop actual. La m¨²sica ha empeque?ecido hasta hacerse invisible: un MP3 carece de presencia, de relieve, de capacidad de fascinaci¨®n. Resulta dif¨ªcil construirse una m¨ªstica cuando cualquier presencia en p¨²blico es recogida por c¨¢maras de baja calidad y reproducida eternamente en YouTube. La utilizaci¨®n de la m¨²sica como gancho por las grandes marcas contribuye igualmente a la devaluaci¨®n de su impacto: las grabaciones de artistas del presente pueden confundirse con los regalos de las ofertas de las empresas de telefon¨ªa, sus conciertos reducidos a premios para fidelizar clientes.
Tambi¨¦n los artistas hist¨®ricos est¨¢n sometidos a esos abrasivos procesos de trivializaci¨®n. Pero llegan a la trituradora con reputaciones demasiado grandes. Y con el prurito de saberse supervivientes. Pete Townshend, autor del "espero morir antes de hacerme viejo", tiene 63 a?os y todav¨ªa se preocupa de que su banda sea relevante: le atormenta pensar que sus nuevas canciones no est¨¦n a la altura. Hasta en su exigencia creativa es un modelo inalcanzable.
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