El tiempo cabalgado
La capacidad de los cr¨ªticos para equivocarse es ilimitada, y los literarios llevan demostr¨¢ndolo varios siglos, con meteduras de pata tan escandalosas -por poner un solo ejemplo entre millares posibles, que adem¨¢s hoy siguen aumentando- como la de poner verde, casi un¨¢nimemente, el Moby-Dick de Herman Melville en el momento de su aparici¨®n. Los cinematogr¨¢ficos han dispuesto nada m¨¢s que de ciento y pocos a?os para probar su ignorancia y su mal gusto y sus escasas entendederas, pero en ese espacio de tiempo han logrado alcanzar la bajura de sus colegas literarios. (Claro que siempre hay excepciones, pero son eso, excepciones). Los cr¨ªticos juegan con la ventaja de que al cabo de unos decenios, cuando una obra que ensalzaron est¨¢ completamente muerta o una que denigraron permanece viva y se ha convertido en un cl¨¢sico, casi nadie se acuerda de lo que ellos dictaminaron; y, como no les suele faltar cara dura, son perfectamente capaces de fingir que no dijeron lo que dijeron y de subirse con desfachatez al carro de lo que sanciona el tiempo.
La mirada que les lanza Wayne es quiz¨¢ la que m¨¢s hiela la sangre de la historia del cine, y la de un actor extraordinario
'Centauros del desierto' y 'Dos cabalgan juntos' se completan la una a la otra. ?sta es la versi¨®n amarga de aqu¨¦lla
Hoy todo el mundo considera -menos alg¨²n director espa?ol engre¨ªdo- que Centauros del desierto (The Searchers, 1956) es no s¨®lo una de las mayores obras maestras de John Ford, sino una de las mejores pel¨ªculas de la historia del cine. Pero no fue as¨ª, durante largu¨ªsimos a?os. Primero se la juzg¨® floja y fallida, luego qued¨® relegada a un prolongad¨ªsimo olvido, despu¨¦s se la desestim¨® por "racista" (s¨ª, todav¨ªa hay gente que confunde las obras con lo que en ellas hacen o dicen sus personajes). S¨®lo en ¨¦poca bastante reciente, gracias a la terquedad de unos pocos cr¨ªticos y de m¨¢s espectadores que no se equivocaron, se ha colocado esa maravilla en el lugar que le corresponde.
A¨²n no ha sucedido lo mismo, sin embargo, con otra pel¨ªcula de John Ford, tan s¨®lo cinco a?os posterior y muy emparentada con Centauros del desierto, Dos cabalgan juntos (Two Rode Together, 1961), que se sigue teniendo por floja y fallida, y desde luego es vista como "menor" al lado de su predecesora. Bueno, es cierto que dura unos catorce minutos menos, que su estructura es algo m¨¢s sencilla y su gui¨®n no tan arriesgado, que la acci¨®n abarca unas semanas en lugar de m¨¢s de un lustro, y que quiz¨¢ resulte menos "¨¦pica". Supongo que lo que en realidad ocurre es que es la versi¨®n m¨¢s amarga, c¨ªnica, pesimista y triste de lo que Centauros del desierto relataba, y que deja el ¨¢nimo m¨¢s abatido. En ¨¦sta, Ethan Edwards (John Wayne) sale en busca de sus sobrinas nada m¨¢s ser ellas secuestradas por los comanches. Pronto descubre que la mayor, ya de edad n¨²bil, ha sido violada y asesinada, y eso lo lleva a proseguir la b¨²squeda de la peque?a, Debbie (Natalie Wood), con a¨²n m¨¢s ah¨ªnco y un odio creciente hacia los indios. Acompa?ado por Martin Pawley (Jeffrey Hunter), mucho m¨¢s joven y bondadoso que ¨¦l y hermano "postizo" de las muchachas, se pasa la pel¨ªcula esperando encontrar a la ni?a, primero cuando sabe que a¨²n es ni?a, luego cuando va comprendiendo que ser¨¢ ya adolescente y que habr¨¢ pasado a ser esposa de alg¨²n comanche. Hay una escena en la que Wayne va a ver a unas j¨®venes blancas que el Ej¨¦rcito ha rescatado, y que probablemente llevaban en manos comanches tanto o m¨¢s tiempo que su sobrina perdida. Son mujeres no se sabe si infantilizadas o enloquecidas, en todo caso completamente aindiadas pese a sus cabellos rubios y sus ojos azules. La mirada que les lanza Wayne antes de abandonar el barrac¨®n en el que las ha visitado es quiz¨¢ la que m¨¢s hiela la sangre de la historia del cine, y la de un actor de registros m¨²ltiples, extraordinario, al que parece mentira que a¨²n tantos imb¨¦ciles caricaturicen y regateen m¨¦ritos: en ella hay odio, desconsuelo, desesperaci¨®n, sed de venganza, tristeza y l¨¢stima, todo mezclado en unos instantes. Wayne sabe ya por entonces que si un d¨ªa da por fin con su sobrina se encontrar¨¢ con alguien no muy distinto de esas mujeres an¨®malas, escindidas, desequilibradas y sin lugar en el mundo, irrecuperables y malogradas. Cada jornada que pasa corre por tanto en su contra, pero ¨¦l rastrea y persigue de d¨ªa en d¨ªa, desde el momento en que Debbie fue robada y los padres de ¨¦sta asesinados. Y el tiempo, mientras est¨¢ corriendo y lo cabalgamos, no se da nunca por terminado. Hoy y ayer no, pero ma?ana qui¨¦n sabe.
En Dos cabalgan juntos todo ese tiempo que Wayne vive en Centauros del desierto, sobre el que se ha montado a horcajadas y contra el cual va luchando con cada vez m¨¢s acritud y m¨¢s siniestros prop¨®sitos, ha terminado ya para quien lleva a cabo la b¨²squeda, cuando la pel¨ªcula comienza. De los robos de los ni?os y mujeres blancos que quieren recuperar las familias de colonos que se han organizado y agrupado en un punto, y a las que alg¨²n congresista de Washington ha hecho fr¨ªvolas y vanas promesas para salir en los peri¨®dicos, hace ya nueve, doce, quince a?os, seg¨²n los casos. El encargado de rescatarlos -mejor dicho, de mercadear con los indios y compr¨¢rselos- no tiene v¨ªnculo consangu¨ªneo con ning¨²n desaparecido. A diferencia de Wayne, el personaje de Guthrie McCabe (James Stewart) carece de odio y de prisa, de af¨¢n de venganza, de inter¨¦s personal alguno. Es un mercenario que s¨®lo est¨¢ dispuesto -y de mala gana- a intentar su misi¨®n por dinero, y que no tiene reparo en aceptar el que le ofrecen las pobres familias de colonos obnubilados, los ahorros de sus vidas, que inicialmente lo recibieron como a un Mes¨ªas que les traer¨ªa de vuelta a sus ni?itos perdidos y a sus mujeres raptadas. Pero el tiempo ha pasado, y Stewart sabe que ya no hay vuelta de hoja, que el proceso de desarraigo y la transformaci¨®n han concluido.
El ni?o de cinco a?os que se llevaron los comanches -congelado en la memoria de sus familiares, que son como Wayne, pero infinitamente menos l¨²cidos-, ¨¦l sabe que ahora ser¨¢ un joven guerrero con trenzas engrasadas y malolientes, con el pecho cubierto por las cicatrices inici¨¢ticas a que se someten los indios al alcanzar la edad viril, que habr¨¢ matado y arrancado cabelleras de blancos y que violar¨ªa a su rubia hermana de sangre si la capturara. Que la rosada ni?ita de siete tendr¨¢ ahora unos diecis¨¦is y que cargar¨¢ con un par de cr¨ªos mestizos, de alg¨²n guerrero. Que la madre perdida por unos patanes llevar¨¢ tanto tiempo como esposa de un indio que -como as¨ª sucede en el emotivo encuentro de Stewart con quien fue la se?ora Clegg un d¨ªa- no querr¨¢ ni o¨ªr hablar de volver a ver a su antiguo marido y a sus v¨¢stagos ya crecidos ("Oh, no, no les hable de m¨ª, ellos no deben nunca encontrarme", le dice a Stewart). En Centauros del desierto John Wayne, pese a toda su dureza y su encono y su sa?a, a¨²n conserva la esperanza. En Dos cabalgan juntos Stewart sabe que no la hay para los colonos. Para ¨¦l son gente que se quiere enga?ar y que se ha dejado enga?ar gustosamente por alg¨²n congresista de Washington que jam¨¢s ha visto a un indio en persona. Por tanto carece de escr¨²pulos a la hora de coger su dinero, los considera unos ilusos que no aprender¨¢n hasta que vean con sus ojos en qu¨¦ se han convertido sus a?orados hijos y mujeres raptados. El teniente Jim Gary (Richard Widmark) que lo acompa?a y obliga, y que hasta cierto punto participa de la buena fe y la esperanza de los colonos, se da cuenta, cuando ve a los cautivos, de que Stewart ten¨ªa raz¨®n al oponerse desde el principio a toda la operaci¨®n imposible y propagand¨ªstica. Comprende que no pueden forzar a la se?ora Clegg a que regrese, es una anciana a la que no se debe ni puede hacer pasar por lo que ella vivir¨ªa como una enorme verg¨¹enza. Ni a la joven Frieda Knudsen, que en efecto tiene ya un par de v¨¢stagos con un comanche, son su presente y su futuro, y el pasado con sus padres blancos es literalmente eso, pasado, m¨¢s que nunca. Centauros del desierto y Dos cabalgan juntos se completan la una a la otra y se encuentran a una altura pareja, entre las cimas del western y de la historia del cine. S¨®lo que en una el tiempo a¨²n transcurre y en la otra ya se ha acabado. No es dif¨ªcil imaginar cu¨¢l es la m¨¢s amarga.
![John Wayne, en una imagen de <b><i>Centauros del desierto</b></i> (John Ford, 1956).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QARFO33OQAIKX2BGEVPFWY2B44.jpg?auth=f5425e726c07873954a4b1559eda7f6a637b61e6204c3e1c934f9fe76742f8e3&width=414)
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