'Cocodrilo Burning'
La legendaria banda de rock madrile?a debuta, tr¨¢s m¨¢s de 30 a?os de historia, en los Veranos del Conde Duque y los cierra el pr¨®ximo viernes
La m¨²sica se propaga por una calle de adosados de Villaviciosa de Od¨®n: "?Qu¨¦ hace una chica como t¨² en un sitio como ¨¦ste? / ?Qu¨¦ clase de aventura, ah, has venido a buscar?...". Proviene de un chalet con una puerta met¨¢lica abierta. Es mediod¨ªa, el sol de finales de julio abrasa y los dos perros est¨¢n en el garaje. Ya suena m¨¢s fuerte: "Los a?os te delatan, nena, est¨¢s fuera de sitio...". Tres escalones ascendentes hasta la puerta de la casa, tambi¨¦n abierta de par en par. El sonido viene de abajo: "Vas de caza, ?a qui¨¦n vas a cazar?...". Otras escaleras, frente a la puerta de entrada de la vivienda, conducen a un s¨®tano: "?No utilices tus juegos conmigo...!". Y al bajar y doblar la esquina: "Mujer fatal, siempre con problemas; mujer fatal...". Los Burning, la legendaria banda de rock madrile?a, tocan en ese s¨®tano uno de sus superhits, ya casi convertido en himno rockandrollero de la movida.
Tienen su templo en un bar. All¨ª las paredes cuentan su vida
Una habitaci¨®n en forma de tubo de 15 metros cuadrados, con los restos de un gimnasio particular; un cigarrillo, abandonado por la m¨²sica, se consume en un cenicero; un p¨®ster (?c¨®mo no!) de los Rolling Stones; libros de Bruce Springsteen o David Bowie, un CD de homenaje a Pepe Risi, uno de los fundadores del grupo, ya fallecido tras dosis extremas de rock and roll.
Es el local de ensayo de los Burning. All¨ª sudan las canciones a pleno pulm¨®n Johnny Cifuentes, que detr¨¢s de sus gafas negras pone la voz y sus dedos sobre el teclado; Kacho Casal, que se destroza al fondo en la bater¨ªa, hasta rajar el parche ("menos mal que no se me ha roto en directo", r¨ªe); Eduardo Pinilla, que se abre hueco con su guitarra, y Carlitos Guardado, que toca el bajo con los ojos cerrados y pega su boca al micr¨®fono para hacer los coros.
El que menos, Kacho, lleva 12 a?os en el grupo; y el que m¨¢s, el superviviente Johnny, lleva 34, desde los or¨ªgenes de la banda, desde aquel d¨ªa de verano en ese seiscientos que ard¨ªa bajo el sol en el paseo de la Castellana. "Burning, ardientes, as¨ª nos sent¨ªamos y as¨ª nos llamamos", cuenta Johnny, el due?o del adosado, donde vive con Pilar, su chica de siempre, y sus dos hijos, Juli¨¢n y Claudia, de 20 y 19 a?os y que esa ma?ana se van a encargar de hacer la comida.
La banda est¨¢ preparando y cronometrando el concierto con el que debutar¨¢n en el Conde Duque, despu¨¦s de 34 a?os de rock and roll, de vida (y de muertes), "despu¨¦s de haber visto all¨ª mogoll¨®n de conciertos y haber so?ado siempre con estar encima de ese escenario m¨¢gico, bajo ese cielo de Madrid...", dice Johnny. Ser¨¢ el viernes 1 de agosto, ser¨¢ su primera vez y la ¨²ltima en el patio del Conde Duque, que cierra esta edici¨®n con ellos y Jaime Urrutia (ex l¨ªder de Gabinete Caligari). Con ellos terminan los conciertos en el m¨ªtico escenario madrile?o, porque del a?o que viene en adelante, el Ayuntamiento buscar¨¢ otra ubicaci¨®n para los Veranos de la Villa.
Y a los Burning, a¨²n todos muy rockeros a la par que responsables padres de familia, se les hace un nudo en el est¨®mago. Est¨¢n nerviosos, ansiosos, emocionados e ilusionados: "Madrid, y en concreto el Conde Duque, es para nosotros como para un torero Las Ventas", dice Johnny. No lo pueden evitar: "Flipamos, t¨ªa, y nos encanta flipar y que la gente sienta eso con nosotros", agrega Kacho, de origen uruguayo y puro nervio.
No han dejado de tocar, ni de componer: "?Quieres ser mi primera mujer?", es un buen comienzo para una canci¨®n, improvisa Johnny. Se han mantenido en una media de 45 bolos al a?o: "Los Burning hacen m¨²sica para todo el mundo, hemos tocado en los sitios m¨¢s dispares", dice Eduardo. Su ¨²ltimo disco, el n¨²mero 13, ha sido Altura (2002), y el ¨²ltimo editado este a?o, Burning, desnudo en el Joy, que recoge el concierto que ofrecieron en la sala Joy Eslava en junio de 2006.
Pero los Burning tienen su propio templo en Madrid. Y no pod¨ªa ser otro que un bar: el Cocodrilo. Un nombre para homenajear a "un colega que llam¨® as¨ª a su local, pero que acab¨® meti¨¦ndoselo todo por la vena y peg¨¢ndose un tiro", cuentan desgranando miserias y grandezas del rock and roll. All¨ª las paredes cuentan su historia en im¨¢genes. All¨ª llegan sus fieles, all¨ª est¨¢ su lugar en un Madrid en el que les resulta dif¨ªcil hacerse sitio. Y all¨ª est¨¢ su banda sonora, pinchada por el propio Johnny: de los Stones a los Doors, pasando por El Jefe, Lou Reed o Bob Dylan. Aut¨¦nticos, tan malditos como sensibles y fieles a s¨ª mismos: "Si no has probado el veneno, ¨¦sta es tu oportunidad".
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