Maestro en Madrid
Jos¨¦ Luis Sampedro naci¨® en Barcelona, pero si dice ¨¦l que en Aranjuez vivi¨® la felicidad juvenil del para¨ªso ser¨¢ f¨¢cil comprender de d¨®nde verdaderamente es. A su mirada universal no creo que le estorbe la elecci¨®n de un lugar privilegiado; una forma de ser madrile?o es tambi¨¦n poseer la mejor disposici¨®n para convivir en cualquier sitio con los seres humanos sin pedirles pasaporte. Dicen que dijo Max Aub, aunque quiz¨¢ fuera otro el que lo dijo, que uno es de donde hizo el bachillerato. Tal vez esta afirmaci¨®n sea menos s¨®lida que la teor¨ªa de las generaciones de Ortega, por ejemplo, pero no deja de tener su fundamento. Y yo no s¨¦ si fue en Aranjuez donde Sampedro hizo el bachillerato; lo que s¨¦ es que la edad del bachillerato sol¨ªa coincidir con la que el escritor evoca como para¨ªso. Recuerdo ahora lo que ¨¦l dijo de Aranjuez, pero si no lo hubiera dicho y repetido bastar¨ªa con leer Real Sitio, una de sus mejores novelas, para descubrir una mirada reconfortante y agradecida sobre el real escenario de otras vidas que ha sido tambi¨¦n escenario de la suya. Adem¨¢s, el madrile?ismo de Sampedro, que quiz¨¢ me empe?e yo en constatar como un tozudo, sin que acaso a ¨¦l le importe, no se limita a Aranjuez ni a Real Sitio, porque Octubre, Octubre, su m¨¢s excelente novela, sin duda, es entre otras cosas el resultado de 19 a?os paseando por Madrid y tomando notas. Sentado en un banco de la plaza de Oriente lo observ¨¦ un d¨ªa mientras repasaba apuntes sobre Madrid o agregaba alguno para completar su relato.
Sampedro es un esp¨ªritu cr¨ªtico indomable de los que cualquier sociedad se siente necesitada
Con todo, Madrid no encontr¨® en Sampedro s¨®lo a un escritor que la mirara y la contara, sino a un escritor que la ha escudri?ado. Quiere esto decir que Sampedro no es s¨®lo un h¨¢bil manejador del lenguaje y un sensible descriptor del paisaje natural y del paisaje humano; que es tambi¨¦n un esp¨ªritu cr¨ªtico indomable de los que cualquier sociedad se siente necesitada. De esta ¨²ltima condici¨®n dan cuenta sus libros y su generosa actividad a favor de las causas m¨¢s nobles. Pero el hombre de los libros ha sido tambi¨¦n el hombre de las aulas. No es extra?o, en consecuencia, que despu¨¦s de un largo magisterio en la Universidad de Madrid sean muchos los madrile?os de naturaleza o adopci¨®n que le agradezcan lo mismo que el rector de la Complutense le agradeci¨® la semana pasada en El Escorial en nombre de varias generaciones de alumnos: "Habernos ense?ado a pensar por nosotros mismos". Claro que los conocimientos de estructura econ¨®mica que dispens¨® Sampedro a sus alumnos de Ciencias Pol¨ªticas debieron ser imprescindibles, como seguramente lo han sido para el propio profesor a la hora de componer una visi¨®n del mundo como la suya, una visi¨®n en la que a la sensibilidad se une el conocimiento para que resplandezca la cr¨ªtica, ahuyentando la demagogia o la ignorancia y permitiendo que aflore la comprensi¨®n humana. Pero parece que resulta poco com¨²n contar con alguien que te ense?e a discernir sobre lo que vas conociendo, a elaborar con propiedad la radiograf¨ªa de tu alma y la de la sociedad en la que vives cuando te la cuentan. Ense?ar a pensar deber¨ªa ser la principal ambici¨®n de cualquier docente y de cualquier Universidad, y aprender a pensar la aspiraci¨®n de todo universitario, y si eso ha sido para Jos¨¦ Luis Sampedro m¨¢s que trabajo pura vida, mucho ha tardado la Complutense en darle su medalla de oro a quien, con 91 a?os y sobrados m¨¦ritos, merece los muchos premios que a¨²n hoy no se le han dado.
La actitud del maestro que ense?a a pensar, la del escritor que incita a so?ar, la del intelectual que reclama la rebeld¨ªa y se rebela tiene que ver, naturalmente, con la biograf¨ªa de un hombre que ha pasado de un oficio a otro, de un bando a otro de una misma guerra y cuya vida ha tenido tantos escenarios -Barcelona, T¨¢nger, EE UU, Inglaterra y, por supuesto, Madrid- que aprecia especialmente el Aranjuez de su juventud y la ciudad sin fronteras, ¨¦sta en la que vivimos, de la que se va y vuelve, seguro de que nadie le pedir¨¢ un pasaporte. Madrid no es celosa: genera la cercan¨ªa a otro territorio propio o apropiado en el que se reconozca el que quiera reconocerse a¨²n habiendo nacido en Madrid. Seguramente hay pocos madrile?os que no tengan ese espacio de referencia, su para¨ªso de la infancia. Por eso, en estos d¨ªas hacen sus maletas para disfrutar del verano en sus otras patrias: el pueblo de sus padres y sus abuelos, su lugar de origen. Pero Sampedro, con el para¨ªso de su juventud localizado en Aranjuez, m¨¢s que salir de Madrid para volver a cualquier patria dom¨¦stica, entra en el Madrid de los veranos de la memoria para reconocer en Madrid, no una patria, trat¨¢ndose de ¨¦l y de Madrid, sino un hogar.
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