Darwinismo
El mercado es necesario. El mercado es la salvaci¨®n. El mercado, dicen sus fieles, regula autom¨¢ticamente las deficiencias. Ahora existen muchos descre¨ªdos que reniegan de este principio. No tienen raz¨®n. Les dir¨¦ por qu¨¦. Las guerras generan avances cient¨ªficos, m¨¦dicos, aeron¨¢uticos, armament¨ªsticos y, seguramente, gracias a ellas tambi¨¦n disfrutamos del gas en bombona (es un suponer). Mas, por encima de todo, implican una maravilla que nuestros ancianos m¨¢s insensibles sol¨ªan repetir en los viejos tiempos: reducen el volumen de la poblaci¨®n. Unan ambos ingredientes (los avances y el barrido general) y comprender¨¢n que las guerras son inevitables, ineludibles, imprescindibles y sagradas.
Pues bien, Occidente se ha quedado sin disfrutar de la ¨²ltima parte del asunto. Desde que viajamos a otros continentes para perpetrarlas -o para colaborar-, y gracias a los adelantos armament¨ªsticos, las escabechinas que procuran espacios amplios y vac¨ªos de vida se producen en terru?os que ni fu ni fa, demogr¨¢ficamente hablando, porque est¨¢n muy lejos. Es por ello que estamos llenos a rebosar de personas y no siempre de las mejores, con abundancia de menesterosos, venidos a menos, empe?ados en hipotecas que no pueden pagar, desempleados y otros seres humanos sobrantes o rechazables.
Aqu¨ª interviene el mercado. Rectifica y regula. Donde antes hubo crisis b¨¦lica ahora tenemos crisis econ¨®mica. Ver¨¢n ustedes c¨®mo en unos cuantos a?os -tal vez menos de lo que duraron la Primera y la Segunda Carnicer¨ªa- nos habremos librado de millones de desechables.
No hay nada m¨¢s darwinista que el mercado. Es tal su selecci¨®n de la especie que parece que haya entrenado en la Isla de Pascua. ?Para cu¨¢ndo el primer juego de consola en el que la gente, en lugar de pegarse tiros, se va quedando en la cuneta?
Eso s¨ª que ser¨ªa superguay.
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