La arquitectura en los Juegos Ol¨ªmpicos
Por qu¨¦ los mejores arquitectos construyen para los peores reg¨ªmenes? ?sta es la pregunta que se formula Richard Lacayo en Foreign Policy. El cr¨ªtico de la revista Time, que ilustra su art¨ªculo con las obras de Norman Foster y Rem Koolhaas en Rusia y China, lleva al paroxismo ret¨®rico el clima de opini¨®n que se ha generalizado en Occidente en v¨ªsperas de los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn. En la censura se incluyen igualmente los emiratos del golfo P¨¦rsico -donde buena parte de la ¨¦lite internacional, desde Frank Gehry hasta Jean Nouvel, levanta rascacielos o museos- y rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas como Kazajist¨¢n, cuyo l¨ªder Nursult¨¢n Nazarbayev ha adoptado a Foster como arquitecto de cabecera, o Azerbaiy¨¢n, donde Zaha Hadid construir¨¢ un centro cultural que llevar¨¢ el nombre de Heydar Aliyev, el antiguo miembro del KGB que gobern¨® el pa¨ªs hasta su muerte, y en cuya tumba deposit¨® flores la arquitecta de origen iraqu¨ª. Ocasionalmente, alguno de los textos que han suscitado esta pol¨¦mica menciona las obras de ?scar Niemeyer para Hugo Ch¨¢vez o Fidel Castro, e incluso el proyecto de biblioteca presidencial encargado a Robert Stern por George W. Bush; y en la pr¨¢ctica totalidad de estos art¨ªculos se recuerda el precedente ominoso de Albert Speer, el arquitecto de Hitler, mientras muchos de ellos evocan los devaneos de maestros como Mies van der Rohe y Le Corbusier con el totalitarismo de entreguerras. Sin embargo, la espoleta y el hilo conductor de esta floraci¨®n de textos cr¨ªticos son, inevitablemente, China y los Juegos.
Se ha desatado una fuerte campa?a contra los arquitectos que trabajan en China
?Resultar¨¢ a la larga su modelo autoritario m¨¢s eficaz que el capitalismo liberal?
Desde Robin Pogrebin en The New York Times hasta Roman Hollestein en la Neue Z¨¹rcher Zeitung, el debate sobre los arquitectos que trabajan para aut¨®cratas o Estados totalitarios ha entrado en sinton¨ªa con el pol¨¦mico recorrido de la antorcha ol¨ªmpica, la oleada de protestas por el conflicto del T¨ªbet y los numerosos informes sobre la situaci¨®n de los derechos humanos en el pa¨ªs. China es culpable de la persecuci¨®n de los cristianos o de la secta Falun Gong, de la censura en los medios de comunicaci¨®n o en la Red, de la marginaci¨®n de los disidentes pol¨ªticos o culturales, y aun de las matanzas de Darfur, ejecutadas con la complicidad de su aliado, el Gobierno de Sud¨¢n, en el marco de lo que The Economist llama "el nuevo colonialismo" chino en ?frica y Am¨¦rica Latina. Desde Hollywood, que aliment¨® el actual ambiente de rechazo con la renuncia de Spielberg a organizar la ceremonia inaugural, hasta Amnist¨ªa Internacional, que dedica a China la portada de su memoria anual, todo el conglomerado simb¨®lico ha vuelto las espaldas a un pa¨ªs cuyos espectaculares ¨¦xitos econ¨®micos se atribuyena un modelo depredador que devasta el territorio con obras como la Presa de las Tres Gargantas -con el desplazamiento obligado de millones de personas-, destruye las ciudades con una expansi¨®n inmobiliaria incontrolada y acent¨²a el calentamiento global con la proliferaci¨®n de centrales t¨¦rmicas de carb¨®n, industria pesada, autopistas y aeropuertos, llegando a unos niveles de contaminaci¨®n que han motivado la amenaza de ausencia de los Juegos por parte de algunos deportistas de ¨¦lite.
En este turbi¨®n de mala prensa, donde casi s¨®lo falta acusar a los chinos de incrementar las prote¨ªnas de su dieta -provocando en cascada el aumento de los precios de los alimentos en el mundo-, apenas se ha destacado su ejemplar reacci¨®n al terremoto de Sichuan, que contrasta con la de la Junta de Myanmar frente al reciente cicl¨®n, o incluso con el del Gobierno Federal de Estados Unidos ante el hurac¨¢n Katrina, ni se ha puesto suficiente ¨¦nfasis en c¨®mo la extraordinaria eficacia china se basa en los valores confucianos de jerarqu¨ªa, disciplina y laboriosidad que en Occidente se juzgan obsoletos.
La cigarra censura a la hormiga, pero, como subraya el director de cine Wong Kar-wai, "es m¨¢s f¨¢cil demonizar a China que comprenderla". Esto lo ha entendido muy bien el fil¨®sofo Slavoj Zizek, que en un reciente art¨ªculo de Le Monde Diplomatique sobre la crisis tibetana llamaba la atenci¨®n sobre la naturaleza teocr¨¢tica del budismo del Dalai Lama, dif¨ªcil de reconciliar con la espiritualidad hedonista New Age que se est¨¢ convirtiendo hoy en la ideolog¨ªa dominante, y que tiene a un T¨ªbet idealizado como referencia.
Respecto a China, la cuesti¨®n esencial resulta ser no tanto el pron¨®stico sobre cu¨¢ndo adoptar¨¢ la democracia como acompa?ante natural del capitalismo, sino m¨¢s bien si su modelo autoritario resultar¨¢ a la larga m¨¢s eficaz que el capitalismo liberal. A esta cuesti¨®n respondi¨® David Brooks en el NYT argumentando que la meritocracia corporativa china, basada en la subordinaci¨®n y en el esfuerzo, puede ser ¨²til para levantar una econom¨ªa manufacturera, pero carece de la flexibilidad suficiente para generar la innovaci¨®n que requiere la sociedad de la informaci¨®n.
Es probable que sean estas limitaciones en el terreno creativo -responsables de que tantos artistas, escritores y cineastas chinos residan fuera del pa¨ªs- lo que ha llevado a los dirigentes chinos a contratar a tal c¨²mulo de arquitectos extranjeros para las obras emblem¨¢ticas del Pek¨ªn ol¨ªmpico.
Entre ellos se encuentran muchos de los mejores del planeta, que se han beneficiado de las singulares circunstancias del encargo y del apoyo pol¨ªtico de una sociedad muy jerarquizada para construir proyectos memorables: el aeropuerto del brit¨¢nico Norman Foster -un drag¨®n dorado y liviano que es la mayor obra del globo-, el estadio de los suizos Herzog y de Meuron -un nido tit¨¢nico de acero que se ha convertido en el emblema de los Juegos-, o la CCTV de los holandeses de OMA -un rascacielos en forma de puerta doblada e inclinada-, son realizaciones que pasar¨¢n a la historia de la arquitectura y a la historia de China. Pero, ?se puede decir que se trata de los mejores construyendo para los peores? ?Podr¨ªan existir estas obras sin el auge econ¨®mico, el deseo de afirmaci¨®n y el apoyo decidido de una sociedad y un r¨¦gimen? ?Es el sistema chino perjudicial para sus ciudadanos? ?Es China un miembro irresponsable de la comunidad internacional?
En su libro reci¨¦n publicado What Does China Think?, Mark Leonard ha documentado el ascenso de una nueva intelligentsia china, agrupada en una gran variedad de centros de investigaci¨®n y think tanks en abierta competencia, que supone un desaf¨ªo abierto a la hegemon¨ªa liberal occidental. Dictaminar que "China es culpable" es una forma de evitar enfrentarse con la realidad de un pa¨ªs que est¨¢ culminando una colosal revoluci¨®n pac¨ªfica. ?Y si los mejores estuvieran construyendo para los mejores?
Luis Fern¨¢ndez-Galiano es arquitecto.
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