'La Cina ¨¨ vicina' (sobre todo ahora)
En alguna parte he le¨ªdo que, preguntado por sus lecturas, Wen Jiabao, el premier chino, respondi¨® que repasaba a menudo las Meditaciones de Marco Aurelio. La noticia se hac¨ªa tambi¨¦n eco de que en los meses siguientes a esas declaraciones, la traducci¨®n china del c¨¦lebre moralista estoico que gobern¨® el Imperio entre 161 y 180 se convirti¨® en un imprevisto best seller. Todo lo cual me ratifica en una convicci¨®n elemental. China no es tan misteriosa ni diferente. Incluso sus gobernantes recurren a los mismos "cl¨¢sicos" que los de Occidente: gato negro o gato blanco, lo importante es mandar. Hay que ver lo que ha dado de s¨ª el emperador fil¨®sofo desde que los pol¨ªticos se dieron cuenta de las potencialidades de su obra como b¨¢lsamo para la mala conciencia (todos la tienen, incluso la se?ora Kirchner) que en mayor o menor medida produce el ejercicio del poder. Por eso Wen Jiabao -que pertenece a una tradici¨®n cultural milenaria- aparece oportunamente reconociendo que a ¨¦l no le duelen prendas filos¨®ficas occidentales, lo que resulta muy conveniente ahora que la consigna es aprovechar los Juegos para ofrecer la imagen m¨¢s presentable como tel¨®n de fondo del excepcional escaparate. Apuesto a que ha ganado de antemano la batalla de la propaganda. Ante el espect¨¢culo del deporte -una forma de hablar de negocios- todo lo dem¨¢s est¨¢ sujeto a revisi¨®n, por lo que las cr¨ªticas al r¨¦gimen llegar¨¢n con sordina y diluidas en el mainstream hiperdeportivo. Lo anecd¨®tico y el inevitable exotismo se apoderar¨¢n de las imprescindibles notas de color local -de la gastronom¨ªa a la arquitectura show- en los huecos que deje la cr¨®nica ol¨ªmpica. No ser¨¢n muchos los que recuerden que en muy pocos a?os los dirigentes chinos han pasado de imponer una forma insidiosa de "construcci¨®n del socialismo" a apuntarse con entusiasmo al carro de un capitalismo especialmente rapaz y depredador, como si se pretendiese cubrir etapas a ritmo de acumulaci¨®n primitiva. Para ese proceso el Partido Comunista y sus estructuras burocr¨¢ticas, disciplinadas en los principios del "centralismo democr¨¢tico", se revelan instrumentos eficac¨ªsimos: en el fondo, "nada nuevo, todo es habitual y ef¨ªmero", como aseguraba Marco Aurelio. En este momento hay en China, que se sepa, 44 escritores en el trullo. No los menciono porque sean del m¨¦tier y me den m¨¢s pena que los otros presos, sino porque son un indicativo de c¨®mo marcha por all¨ª lo de la libertad de expresi¨®n. Ignoro si estos d¨ªas les pondr¨¢n tele en la mazmorra para que ellos tambi¨¦n se extas¨ªen con el espect¨¢culo global del citius, altius, fortius.
Ministerio
Vacaciones en Cultura. Supongo que el ministro CAM -no confundir con las siglas de Circle of the African Moon, una asociaci¨®n dedicada "a explorar la viviente espiritualidad del paganismo" en Sur¨¢frica- se habr¨¢ tomado un respiro. Ha tenido un fin de curso m¨¢s tranquilo, como si sus asesores le hubieran recomendado un ba?o de perfil bajo. Veo con satisfacci¨®n, por ejemplo, que en la tercera entrega de Luces de Cultura, la revista que el ministerio se ha sacado de la manga nadie sabe exactamente para qu¨¦, el n¨²mero de apariciones fotogr¨¢ficas de su titular se ha reducido razonablemente, lo que va en la misma direcci¨®n. Hubo un momento, hace un par de meses, que CAM parec¨ªa hacer "grandes esfuerzos preparando su pr¨®ximo error" (de imagen), como le ocurr¨ªa a Herr Keuner, el personaje de Bertold Brecht (Historias del se?or Keuner, Alba). De manera que, con las aguas m¨¢s calmadas (incluso me parece advertir un pez leyendo en ellas), supongo que el ministro aprovechar¨¢ el relajo estival (adem¨¢s de para escribir sus cosas) para pensar qu¨¦ va a hacer en la rentr¨¦e con algunos de los retos y marrones pendientes. Consigno s¨®lo algunos que me son m¨¢s cercanos. Aunque es competencia de los editores, tengo curiosidad por ver qu¨¦ pasa en el L¨ªber barcelon¨¦s, dedicado -atenci¨®n- a Quebec. Por otro lado, mis topos en Hacienda aventuran que, con los presupuestos pr¨¢cticamente congelados, Cultura, un ministerio en el que nadie piensa cuando hay crisis, tendr¨¢ que hacer magia para implementar sus proyectos. Y demostrar grandes dosis de liderazgo y capacidad de persuasi¨®n, si desea contribuir a desarrollar en todo el territorio pol¨ªticas bibliotecarias que funcionen. Veremos qu¨¦ pasa con el ISBN que, finalmente, no se privatiza, sino que se queda en una "encomienda de gesti¨®n" a cargo del sector editorial, permaneciendo la titularidad en el Estado, una soluci¨®n que ha sido recibida con escepticismo por los gremios de editores. Supongo que el ministro tendr¨¢ que echarle tambi¨¦n un vistazo con l¨¢piz rojo a la Ley de Propiedad Intelectual, que no termina de gustar a las partes implicadas. Por lo dem¨¢s, tengo la impresi¨®n de que se han ca¨ªdo de una posible agenda, o permanecen "durmientes", dos importantes asuntos referentes al papel exterior de este ministerio tan transferido interiormente: mayor control sobre el Instituto Cervantes, y posibilidad de contribuir al nombramiento de los agregados culturales en nuestras representaciones en el extranjero, algo en lo que Cultura ha sido siempre una cenicienta ninguneada por la supermadrastra diplom¨¢tica. Nos vemos en septiembre con otros asuntos ministeriales.
Catedrales
Termino de leer con placer, como si fuera uno de aquellos viajeros sedentarios a los que tambi¨¦n se dirig¨ªa el protohispanista Richard Ford, Las rosas de piedra (Alfaguara), de Julio Llamazares, un sugerente recorrido por algunas de las sesenta y cinco catedrales que existen oficialmente en este pa¨ªs. He disfrutado tanto como lo hice en su momento con la Iberia de Manuel de Lope (Debate), ambos travelogues de sendos narradores empe?ados en interpretar y descifrar a su modo elementos (f¨ªsicos, humanos, culturales) de un mundo que funcionaba de modo muy diferente. Afirma Llamazares en su pr¨®logo, abundante en avisos y advertencias destinadas a un lector susceptible, que ignora lo que le llev¨® a elegir, para este nuevo viaje literario, esos edificios que le hab¨ªan atra¨ªdo desde que, de ni?o, penetr¨® en el ¨¢mbito imponente de la catedral de Le¨®n. Las catedrales nos atraen por lo que atraen los dinosaurios: por su desmesura y antig¨¹edad, por su desarmante anacronismo. Llamazares explora, como viajero informado, sus diferentes formas y concreciones, como si cada una de ellas hubiera estado dedicada a una faceta distinta de un dios polimorfo y exigente. Me gustan los libros de viajeros que no me exigen levantarme de mi sill¨®n de orejas y seguir sus pasos. Lo que aprendo en ellos queda retenido con mayor o menor fidelidad y, luego, un d¨ªa, frente a un p¨®rtico o en la oscuridad bals¨¢mica de una capilla, cerebro y memoria establecen sus conexiones y salta el recuerdo de lo le¨ªdo. Siempre he cre¨ªdo que el mejor Baedeker es el que no precisa la prueba del viaje.
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