Divorciada a los 12 a?os
Era de noche. Las mujeres cantaban una canci¨®n de boda de la tradici¨®n yemen¨ª. No se trataba de una melod¨ªa alegre, sino m¨¢s bien de un lamento por tener que dejar el hogar familiar. El sonido de la m¨²sica se mezclaba con el zaghareed, el t¨ªpico grito ¨¢rabe con el que las mujeres yemen¨ªes expresan su alegr¨ªa.
Nejoud al Ahdal ten¨ªa una mezcla de sentimientos. Reci¨¦n casada, esperaba a su marido para viajar desde San¨¢, donde se hab¨ªa celebrado la ceremonia, hasta el pueblo donde vivir¨ªan. Llevaba un vestido largo de color marr¨®n y sandalias negras. Una gruesa capa de maquillaje cubr¨ªa su cara. Vest¨ªa tambi¨¦n la abaya negra, la t¨²nica que las mujeres yemen¨ªes se ponen para cubrir su cuerpo. La de Nejoud escond¨ªa una figura infantil que a¨²n no se hab¨ªa desarrollado. ?Qu¨¦ edad tendr¨¢? No se puede saber con exactitud: no tiene certificado de nacimiento. Ella y su familia dicen que probablemente naci¨® hace 12 a?os. La ni?a de cara ovalada y piel oscura tuvo que abandonar de repente su infancia para ir con su marido. Le acababa de conocer.
En la casa de su padre, Nejoud recuerda c¨®mo empez¨® toda la historia que le hizo madurar de pronto; c¨®mo su padre y su madre le dijeron que iba a contraer matrimonio con Fayiz Ali Nasser, de 28 a?os. Le avisaron de que no ten¨ªa que casarse hasta que no estuviera completamente preparada. A ella le pareci¨® bien. No sab¨ªa lo que significaba el matrimonio ni qu¨¦ conllevaba. Recordaba el miedo constante que tuvieron ella y toda su familia a?os antes cuando unos parientes secuestraron a sus hermanas. Pens¨® que cas¨¢ndose pod¨ªa evitar pasar por la misma situaci¨®n. Pero una semana despu¨¦s, su familia le habl¨® de su futuro marido y le dijo que la boda era inminente. Su primera reacci¨®n fue negarse. Enseguida recapacit¨®. Se dijo a s¨ª misma que podr¨ªa disfrutar de la celebraci¨®n y de los regalos. Es costumbre en Yemen que una boda se prolongue durante varios d¨ªas con una gran fiesta en la que la novia se engalana con vestidos t¨ªpicos muy elaborados.
No fue el caso. La ceremonia de boda de Nejoud fue muy breve: asistieron solamente sus familiares m¨¢s cercanos y tuvo lugar en una diminuta habitaci¨®n decorada con unos pocos muebles mugrientos.
Cuando lleg¨® el momento de la despedida subi¨® con su marido y otros pasajeros a un coche alquilado que les llevar¨ªa a Haja, donde vivir¨ªan y donde supuestamente pasar¨ªan la luna de miel. ?Todo el tiempo me miraba de forma lasciva?, comenta indignada ahora.
Como la mayor¨ªa de las casas del pueblo, la de su marido no ten¨ªa ni agua corriente, ni electricidad. S¨®lo la luz tenue de una linterna. La ni?a no ten¨ªa hambre y no comi¨® nada de lo que cocin¨® la familia de su marido. Le asustaba estar tan lejos de sus padres. Durante siete horas permaneci¨® en silencio. No hab¨ªa nada que decir. Todo era nuevo para ella.
Poco sospechaba lo que suceder¨ªa m¨¢s tarde, cuando se encontrara a solas con su marido. ?l la llev¨® a una habitaci¨®n peque?a y sucia en la que unas cuantas alfombras ro¨ªdas ocupaban el lugar de los colchones. Nasser cerr¨® la puerta. Nejoud sinti¨® p¨¢nico. "Cre¨ªa que el matrimonio era una ceremonia divertida, pero no imaginaba que fuera as¨ª". Hoy, el tono de su voz refleja la conmoci¨®n que sinti¨® por lo que ocurri¨® luego. Nasser la forz¨® a tener relaciones sexuales, algo que ella desconoc¨ªa por completo. Ni su madre, ni ninguna otra persona le hab¨ªan preparado para esa experiencia. ?Era odioso, me pegaba y le suplicaba que no lo hiciera, pero ¨¦l me contestaba con arrogancia: "Eres mi mujer". Aquella noche grit¨¦ y supliqu¨¦ que alguien de su familia me ayudara. Nadie lo hizo", recuerda.
Durante casi dos meses, Nejoud fue violada cada d¨ªa. "Me daba miedo que llegara la noche; sent¨ªa pavor?, recuerda. ?Pens¨¦ que si ten¨ªa que vivir con ¨¦l acabar¨ªa suicid¨¢ndome". Como otras muchas ni?as, no ten¨ªa fuerza para defenderse de la brutalidad de su marido. Cuando rechazaba mantener relaciones sexuales, ¨¦l la maltrataba mientras ella le suplicaba que no lo hiciera. "En una ocasi¨®n me mostr¨¦ rebelde y le dije que no me tocara. Me dio una bofetada en la cara y comenz¨® a golpearme por todo el cuerpo".
Esta ni?a es s¨®lo una de las muchas de Yemen que se ven obligadas a casarse a edad temprana. Seg¨²n un estudio del Centro Internacional de Investigaci¨®n de la Mujer (CIIM), casi la mitad de las ni?as yemen¨ªes menores de 18 a?os contraen matrimonio. El pa¨ªs ocupa el decimotercer lugar en una lista de 20 pa¨ªses con mayor n¨²mero de matrimonios infantiles, denuncia el CIIM. La media de edad es de 16 a?os.
El principal obst¨¢culo para acabar con esta clase de matrimonios es la ley. Antes de 1994, la legislaci¨®n exig¨ªa que las ni?as tuvieran 15 a?os para casarse. Pero ese a?o, la ley cambi¨® para abolir la edad m¨ªnima. Una enmienda de 1999 trat¨® de establecer que una ni?a, independientemente de su edad, no pod¨ªa casarse antes de su primera menstruaci¨®n. La enmienda fracas¨® al no fijar una edad m¨ªnima para contraer matrimonio. En la actualidad se ha presentado una nueva propuesta de ley para establecer la edad de 18 a?os como m¨ªnima para casarse. El Parlamento no la ha aprobado.
Quiz¨¢ Nejoud no era consciente de que en algunas zonas conservadoras del pa¨ªs se considera humillante ayudar a una reci¨¦n casada, ya que el marido tiene derecho a mantener relaciones sexuales la primera noche. Incluso si alguien se entrometiera, podr¨ªa sufrir el ostracismo social. En algunos pueblos, incluso, las mujeres tienen que mostrar una s¨¢bana manchada de sangre como prueba de honor. Nejoud no sab¨ªa que pertenec¨ªa a una cultura en la que la mujer tiene que obedecer a su marido. Aquella noche ?o mejor dicho, la s¨¢bana blanca debidamente manchada? demostr¨® que Nejoud era virgen y que su marido hab¨ªa conseguido dominarla. Despu¨¦s de que Nasser cometiera la violaci¨®n se dispararon fuegos artificiales para celebrar la virginidad de la joven novia.
La ni?a se sent¨ªa intimidada no s¨®lo por su ofensivo marido. Tambi¨¦n por su suegra. En ocasiones animaba a su hijo a pegarle y violarla. Algunas veces, cuando se resist¨ªa corriendo por toda la casa de una habitaci¨®n a otra, su marido iba detr¨¢s de ella mientras su madre les observaba maldiciendo y gritando que ten¨ªa que obedecer. A diferencia de todos, el marido de Nejoud era un hombre autoritario que quer¨ªa controlar su vida y la de sus hermanas. Maltrataba a su hermana, a quien ella describe como una persona agradable.
Este tipo de pr¨¢cticas tan arraigadas en el pa¨ªs ¨¢rabe acarrean numerosos problemas: lesiones, delgadez, traumas psicol¨®gicos y mortalidad de la madre. Tambi¨¦n aumenta la vulnerabilidad de una ni?a frente al abuso dom¨¦stico. Seg¨²n el mismo estudio, ellas se ven obligadas a abandonar el colegio, con las consecuencias dram¨¢ticas que eso supone para el desarrollo de un pa¨ªs.
Volvamos a la historia de Nejoud. Tiempo despu¨¦s, el matrimonio se traslad¨® a vivir a la casa de los padres de ella. Nejoud le pidi¨® permiso a su marido para dormir con su madre. ?l no lo consinti¨® y le peg¨® una paliza como respuesta. Sus padres, mientras, escuchaban impasibles. "Mi padre me dec¨ªa que no estaba bien que no quisiera estar con mi marido".
La familia de Nejoud es muy pobre. En las tres peque?as habitaciones de su casa, cubiertas con alfombras cochambrosas, m¨¢s que viejas, conviven m¨¢s de quince personas. Nejoud duerme en una habitaci¨®n sin ventanas con sus ocho hermanos en la que la luz entra a trav¨¦s de dos agujeros. No tienen agua corriente. Han de ir a buscarla en bolsas a un lugar cercano a la mezquita. El problema es que uno de sus hermanos es inv¨¢lido y los dem¨¢s son a¨²n muy peque?os.
Esta chica de ojos profundos lamenta la suerte de su familia y de su mala experiencia. ?Me quejaba a mi familia paterna, a mis t¨ªas maternas, a mis t¨ªos, a mi padre y a mi madre. Hablaba con todos, pero ninguno me escuchaba. Todos me dec¨ªan que era mi marido aunque fuera grosero?. Intent¨® refugiarse en la casa de su t¨ªo, pero ¨¦ste llam¨® a sus padres para que fueran a buscarla. ?No pod¨ªa ayudarla. Estaba casada?, se justifica Shiw?i al Tabi?i.
Nadie. No encontraba ninguna persona que quisiera escuchar su profundo pesar, as¨ª que la ni?a recurri¨® a su hermana peque?a de nueve a?os, Haifa, que estaba preocupada porque hab¨ªa o¨ªdo que el cu?ado de Nejoud quer¨ªa casarse con ella. Se consolaban mutuamente. ?Haifa, este hombre es odioso. Quiero divorciarme?, le dec¨ªa. Y Haifa tem¨ªa seguir el mismo camino.
Como musulmana, Nejoud rezaba a Dios noche y d¨ªa para conseguir su liberaci¨®n. Al final habl¨® con su primo y con la segunda mujer de su padre, que le sugerieron que acudiera al juzgado a solicitar el divorcio. A pesar de que no confiaba en ellos, Nejoud tom¨® en cuenta su consejo.
Le dio vueltas a la cabeza. No consegu¨ªa desprenderse de esa idea. Durante una semana estuvo planeando c¨®mo ir al tribunal, pero necesitaba reunir 200 reales yemen¨ªes (aproximadamente un euro). "Pens¨¦ que el mejor momento ser¨ªa cuando mi madre y mi padre vinieran a visitarme. Ese d¨ªa tom¨¦ el autob¨²s que va a la zona de Tahir. Era el ¨²nico trayecto que conoc¨ªa. Recuerdo que estaba muy nerviosa. Llegu¨¦ al juzgado a las once de la ma?ana. Hab¨ªa mucha gente entrando y saliendo. Pero me sent¨ªa con fuerzas, as¨ª que entr¨¦ y pregunt¨¦ d¨®nde pod¨ªa encontrar al presidente del tribunal. Una mujer me vio y debi¨® de pensar que necesitaba ayuda. Me acerqu¨¦ a ella y le pregunt¨¦ si estaba sola". Esa se?ora, Fathia al Aghbari, lo recuerda as¨ª: "Me qued¨¦ impresionada cuando me dijo que hab¨ªa venido a pedir el divorcio?.
La ni?a no olvida ese d¨ªa. "El presidente del tribunal le pidi¨® a uno de los jueces que me acompa?ara cuando coment¨¦ que ten¨ªa miedo de volver con mi marido". Cuando la juez la llev¨® a su casa para darle protecci¨®n, Nejoud se qued¨® impresionada. ?Era completamente blanca. Era la primera vez que ve¨ªa una casa as¨ª". Los tres d¨ªas que permaneci¨® all¨ª le parecieron los m¨¢s bonitos de su vida. "Me hicieron muchos regalos", evoca.
El juez Mohamed al Qadhi orden¨® el arresto del padre y del marido, aunque este tipo de actuaci¨®n no es legal en Yemen. Ambos fueron encarcelados el s¨¢bado 12 de abril. A pesar de todo, Nejoud sent¨ªa l¨¢stima por su padre, que no se encontraba bien de salud. "Es un pobre hombre y ya le he perdonado", afirma con una madurez inusual para su edad.
La sentencia dictada por el tribunal puso fin al matrimonio por medio de una disposici¨®n o tipo de divorcio isl¨¢mico, que se utiliza generalmente en Yemen para los casos en los que la familia ha de pagar cierta cantidad de dinero como compensaci¨®n. A diferencia de otros casos, el marido dispone de un periodo de cuatro meses para solicitar regresar con la mujer. En el transcurso de una sesi¨®n privada celebrada despu¨¦s del juicio, el marido manifest¨® su voluntad de volver y esperar a la ni?a durante cuatro a?os. Por este motivo, el juez dictamin¨® la mencionada disposici¨®n. Como el marido de Nejoud no pag¨® el dinero, una de las personas que asistieron al juicio se ofreci¨® de forma voluntaria a pagar la cantidad de 158 euros impuesta por el juez.
Despu¨¦s del proceso lleg¨® la satisfacci¨®n. "Me sent¨ª enormemente feliz cuando me concedieron el divorcio. Nos miramos a los ojos y apreci¨¦ el odio en su mirada. Estaba ofendido por sentirse el centro de atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n", explica Nejoud riendo e imitando el gesto enfadado de su ex marido."La experiencia no me afectar¨¢. Todo lo que deseo es que mi familia me permita estudiar".
?se es su sue?o. La expresi¨®n de su cara cambia cuando habla del divorcio. Sus ojos transmiten sufrimiento. Nejoud ya no quiere hablar m¨¢s ante la prensa, porque le recuerda todo lo que padeci¨®. Aunque tambi¨¦n cree que necesita su ayuda. ?Si tengo que soportar el acoso de los medios para solucionar mi problema, lo har¨¦?, se muestra tajante.
A pesar de su experiencia terrible y traum¨¢tica, las fotos que aparecen publicadas siempre muestran a una chica sonriente. No ha querido ir al psic¨®logo. "No estoy enferma", argumenta. Ahora que lo ha vivido desde dentro, se pregunta por qu¨¦ hay tantas mujeres que permanecen al lado de sus maridos. "Nunca me volver¨¦ a casar", jura.
En Yemen, una mujer soltera es un paria social. Son numerosos los factores que contribuyen a que las ni?as se casen pronto: pobreza, analfabetismo y una cultura que da prioridad al matrimonio sobre la educaci¨®n y su desarrollo como miembros productivos de la sociedad. El padre de Nejoud reconoce que actu¨® mal al casar a su hija, pero confiesa que se sinti¨® obligado por la amenaza constante del secuestro, como hab¨ªa sucedido con sus dos primeras hijas. Durante el juicio, el padre tuvo un comportamiento un tanto extra?o que dio lugar a creer que se trataba de un enfermo mental. El doctor Husnia al Qadhi no pens¨® que ¨¦l o que el marido fueran culpables. "Son v¨ªctimas de una cultura que permite este tipo de matrimonios, y que adem¨¢s los apoya". El padre es consciente de la mala elecci¨®n que hab¨ªa hecho en su vida: "Dej¨¦ mi trabajo en los servicios sanitarios porque padec¨ªa un trastorno psicol¨®gico?. Tiene casi cuarenta a?os y dos mujeres. "Hace siete a?os era rico, por eso me cas¨¦ con otra mujer". Tiene tantos hijos que no recuerda cu¨¢ntos. Ahmed al Ahdal declar¨® que oblig¨® a Nejoud a casarse para no hacerse cargo de sus gastos.
Pero eso fue antes de que varios miembros de su familia se quedaran con sus propiedades y le obligaran a marcharse del pueblo. La madre de Nejoud, Shui'iah al Tabi'i, con las manos estropeadas de tanto trabajo en el campo, anim¨® a su hija a casarse porque pens¨® que era la mejor opci¨®n.
El diputado Shawqi al Qadhi maldice la naturaleza retorcida de los hombres. "Existe un gran n¨²mero de varones con un deseo inusual por las ni?as", reconoce. Pero, por encima de todos estos factores, quiz¨¢ est¨¦ el miedo de la sociedad a la independencia de la mujer. No pueden aceptar la idea de que una muchacha sea autosuficiente porque entonces querr¨¢ tomar sus propias decisiones y no podr¨¢ ser dominada. "Es destacable el hecho de que la mayor¨ªa de las mujeres yemen¨ªes con cargos de responsabilidad son solteras o divorciadas". As¨ª pues, los hombres se casan con ni?as para moldearlas.
La sociedad otorga una importancia extraordinaria a la sexualidad de las mujeres. En la cultura de Yemen hay un gran temor a que ¨¦stas mantengan relaciones sexuales antes del matrimonio y echen as¨ª a perder su reputaci¨®n y la de su familia. Muchos padres afirman que es mejor casar a sus hijas muy j¨®venes antes que ver da?ado su honor. Incluso las ni?as dan al matrimonio una enorme importancia.
La misma semana que se celebr¨® el juicio de Nejoud, la Comisi¨®n de Sanidad present¨® al Parlamento la Ley de Seguridad Maternal, que inclu¨ªa una propuesta (que finalmente no fue aprobada) para establecer los 18 a?os como edad m¨ªnima para contraer matrimonio. Para Najeeb Ghanem, miembro de la Comisi¨®n de Sanidad, "el tema del matrimonio de menores es un asunto muy complejo; incluso si hubiese una ley, no se solucionar¨ªa".
Este tipo de cosas ocurren porque las bodas infantiles forman parte del engranaje cultural yemen¨ª. La comisi¨®n a la que pertenece Ghanem present¨® un informe al respecto. El Parlamento les pidi¨® que rebajaran la edad de matrimonio porque tem¨ªan que la sociedad no aceptara los 18 a?os como edad m¨ªnima. Ghanem manifiesta que conoce numerosas historias tristes como resultado de los matrimonios de menores. Un ejemplo: el nacimiento de ni?os prematuros con alto riesgo de padecer un retraso mental. Es una de las mayores consecuencias. "Lo peor es da?ar la vida de un ser humano", tercia Ghanem.
?l y otros diputados intentan no enfrentarse al comit¨¦ de la sharia, encargado de velar por el cuerpo de derecho isl¨¢mico. Se rumorea que la sharia se escuda en la creencia de que Mahoma se cas¨® con Aisha, una ni?a que ten¨ªa tan s¨®lo seis a?os. Seg¨²n Shawqi al Qadhi, diputado, erudito y miembro de la Comisi¨®n de Libertad y Derechos Humanos, el matrimonio del profeta nunca se confirm¨®: "Hay una disputa hist¨®rica sobre este detalle. Tenemos el derecho a discrepar".
Los defensores del matrimonio de menores se justifican con frecuencia: las ni?as consienten. Pero, en realidad, lo que pasa es que ellas no conocen sus derechos y a menudo son obligadas.
La peque?a Nejoud, hoy es otra. Despu¨¦s de conseguir el divorcio vivi¨® durante una temporada con su t¨ªo Al Tabi'i. Poco despu¨¦s volvi¨® con su padre y comenz¨® a estudiar. ?Sent¨ªa verg¨¹enza ante mis compa?eros, y sobre todo ante mis amigos. Todo el tiempo me preguntaban si de verdad me hab¨ªa casado?. Intentaba que los cotilleos no le afectaran.
Su felicidad y determinaci¨®n no duraron mucho. El due?o de la casa les desahuci¨® y les amenaz¨® con tirar todos sus muebles. Nejoud y su familia pasaron una noche en la calle hasta que un vecino les aloj¨® temporalmente en una casa vac¨ªa en Dares, un barrio a las afueras de San¨¢. Nejoud no pudo volver al colegio el 26 de septiembre. "Me puse a llorar. Me gustan mucho las clases, y creo que la educaci¨®n es buena para aprender y construir un futuro". Ahora pasa seis horas diarias estudiando. Su hermano Mohamed al Ahdal le ense?a y le ayuda a aprobar los ex¨¢menes. Ella espera poder pasar su expediente al colegio que est¨¢ cerca de su nueva casa.
Despu¨¦s de haber centrado la atenci¨®n de la prensa, Nejoud se encuentra sola. Pero es fuerte. Tiene la firme decisi¨®n de estudiar una carrera y ejercer una profesi¨®n: "Me gustar¨ªa ser periodista para ayudar a la gente".
Traducci¨®n de Virginia Solans.
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