Einstein a 44 por hora

La recta es la distancia m¨¢s corta entre dos puntos, ense?aban en la escuela. Falso, desminti¨® Albert Einstein (e=mc2), es la curva. De acuerdo, dijo Usain Bolt, que ha hecho la demostraci¨®n de la teor¨ªa de la relatividad en una pista de atletismo y a 44 kil¨®metros por hora.

El chico jamaicano de las zapatillas doradas del n¨²mero 47 ha ganado tres medallas de oro y ha batido tres r¨¦cords mundiales, pero eso no es lo m¨¢s excepcional que ha hecho estos d¨ªas de agosto en el Nido del P¨¢jaro. Sus curvas, la del r¨¦cord del mundo de 200 metros, que supuso la demolici¨®n de los 19,32s de Michael Johnson que parec¨ªan grabados en piedra desde 1996, y la del r¨¦cord del relevo, el borrado final del nombre de Carl Lewis de las listas, han sido m¨¢s r¨¢pidas todav¨ªa que su recta fant¨¢stica, la del primer hombre que baja de 9,7s en los 100 metros. Esto s¨ª que es ¨²nico. Ni Jesse Owens ni Carl Lewis, los m¨¢s grandes sprinters, con cuatro oros cada uno, en 1936 y 1984, en Berl¨ªn y en Los ?ngeles, en 100, 200, 4x100 y longitud, pudieron decir tanto.

"De vez en cuando, en la historia de la humanidad nacen un Newton, un Mozart, un Einstein", dijo su entrenador, Glenn Mills, que no encontr¨® referentes atl¨¦ticos con quien compararle cuando le preguntaban de qu¨¦ planeta hab¨ªa aterrizado en Pek¨ªn su pupilo. "O un Usain Bolt...".

Eso de que corra la curva m¨¢s r¨¢pido que Lewis, que Powell, que nadie la recta, no lo es todo. El otro rey de los Juegos, el pollo del Nido, un chaval que ha cumplido 22 a?os esta semana ol¨ªmpica, adem¨¢s de reinventar el atletismo, de dar la vuelta a las leyes f¨ªsicas que rigen la relaci¨®n entre el espacio y el tiempo, a las leyes fisiol¨®gicas que tratan de aclarar los porqu¨¦s de los movimientos del cuerpo, de llevar la contraria a la mec¨¢nica de palancas que explica que cuanto m¨¢s larga es una pierna m¨¢s lenta debe ser la repetici¨®n de sus movimientos y de alejar un poco m¨¢s los l¨ªmites del rendimiento humano en tres carreras ¨²nicas, ha puesto de moda en el mundo el baile del rayo, su peculiar forma de celebrar sus victorias, extendiendo los brazos en direcci¨®n al horizonte.

Es algo m¨¢s que eso, claro, la alegre despreocupaci¨®n con la que saltaba al competir, como si estuviera en la vieja pista de hierba del campo de cricket en la que se entrena a diario en vez de en el estadio m¨¢s moderno, caro, espectacular jam¨¢s construido; debe ser el s¨ªmbolo del nuevo atletismo que quiere salir de la sombra de la mano del alegre chaval de Trelawny, quien, como Mozart, ya fue un ni?o prodigio, ganando un Mundial j¨²nior a los 15 a?os.

"Es el verdadero rey de los Juegos y no Phelps", dice Sebastian Coe; "lo del n¨²mero de medallas no vale. A Phelps es como si le pusieran ocho maneras distintas de nadar 100 metros..."

Sin embargo, el discurso, objetivamente interesado del lord brit¨¢nico, que fue gran atleta ol¨ªmpico y que ahora es vicepresidente de la federaci¨®n internacional, miembro del COI y organizador de los Juegos de Londres 2012, no tiene muchos seguidores.

Hay en el ambiente el recuerdo de demasiadas historias tristes, la memoria de tantos ¨ªdolos de la velocidad ca¨ªdos en las redes de la lucha antidopaje, que el escepticismo ante lo extraordinario se ha impuesto a la fascinaci¨®n inocente ante la gesta, una de las utilidades del deporte. Y esto es as¨ª sobre todo en los medios norteamericanos, que le han negado a Bolt, y a todo el atletismo jamaicano, al reggae power que gozosamente ha barrido a los velocistas de Estados Unidos, no s¨®lo el derecho a ser considerado uno de los grandes de la historia del atletismo, sino siquiera el t¨ªtulo de mejor atleta del momento, por no hablar, claro, del tema de rey de los Juegos.

Para eso est¨¢ Phelps, sobre cuyas ocho medallas nadie quiere dudar.