El desaf¨ªo de Michelle Obama
La esposa del candidato es la estrella inaugural de la Convenci¨®n Dem¨®crata
A Michelle Obama le ha tocado jugar un papel de gran relevancia en la Convenci¨®n Dem¨®crata que se celebra en Denver. Ayer fue la estrella inaugural, la que abri¨® con un discurso televisado en directo el grandioso evento que terminar¨¢ el jueves con la elecci¨®n oficial de su marido como candidato a la presidencia. Y al menos dos son los objetivos perseguidos por la potencial primera dama, de 44 a?os: el primero, mejorar su imagen, presentarse como algo muy distinto de la mujer lenguaraz, radical y con problemas de patriotismo que la maquinaria conservadora difunde insistentemente; el segundo, humanizar al candidato, acercarle a los votantes a trav¨¦s de su historia personal y convencerlos de que ellos, como pareja, son la perfecta encarnaci¨®n del sue?o americano.
Despu¨¦s de que los dem¨®cratas observaran con j¨²bilo la semana pasada c¨®mo el republicano John McCain era incapaz de recordar el n¨²mero de casas que tiene, el debate ha empezado a girar m¨¢s que nunca en torno a los problemas econ¨®micos del estadounidense medio. Barack Obama sabe que la mayor¨ªa de los votantes quiere que alguien aborde la crisis que les impide encontrar trabajo o pagar la hipoteca, y se est¨¢ esforzando m¨¢s que nunca en transmitir la idea de que ¨¦l y Michelle son parte de esa clase media que ha batallado fuerte en la vida; que comprenden las necesidades y apuros del pueblo.
El matrimonio sabe que, en este empe?o, Michelle puede ser una baza fuerte si sabe jugar sus cartas. La esposa del candidato, con quien lleva 15 a?os casado, procede de un hogar humilde del sur de Chicago, hija de un ama de casa dedicada a sus dos hijos y de un trabajador del canal de agua municipal con esclerosis m¨²ltiple desde la veintena que logr¨® sobrellevar su enfermedad y sacar a su familia adelante. A su hermano Craig le dieron una beca en la prestigiosa Universidad de Princeton como joven promesa del baloncesto, y all¨ª le sigui¨® Michelle unos a?os m¨¢s tarde. Finalmente, logr¨® ser admitida en la Facultad de Derecho de Harvard, gracias a m¨¦ritos propios, seg¨²n algunos, beneficiada en parte por medidas de discriminaci¨®n positiva hacia los negros, seg¨²n otros.
Valores familiares, unidad, estabilidad. Michelle Obama representa mejor que su marido la vida del norteamericano medio. Mientras ¨¦l procede de una familia extremadamente ex¨®tica para los est¨¢ndares del pa¨ªs ?hijo de una blanca de Kansas y de un negro de Kenia que le abandon¨® cuando ten¨ªa dos a?os, criado unos a?os en Indonesia con el segundo marido de su madre y despu¨¦s en EE UU por sus abuelos?, Michelle podr¨ªa ser la hija de una familia afroamericana de las que aparecen en las teleseries, aunque de clase baja. Su marido la presenta muchas veces como ?mi roca?, la persona que logra mantenerlo centrado y con los pies en la tierra. Ambos dejaron en alg¨²n momento de sus vidas prometedoras carreras en el sector privado: ¨¦l, para dedicarse a la pol¨ªtica, y ella, a la Administraci¨®n.
Pero Michelle Obama debe dejar atr¨¢s algunos deslices que le han costado caros. Fue duramente criticada por decir que el proceso de las primarias ?que gan¨® su marido? la hac¨ªa sentirse orgullosa de Estados Unidos ?por primera vez en su vida?. No es algo que este pa¨ªs desee escuchar, y los cr¨ªticos saltaron a su yugular. Dado, adem¨¢s, que una de las cuestiones por las que m¨¢s se cuestiona a su marido es por una supuesta falta de patriotismo, el comentario tuvo un efecto funesto. Rectific¨® de inmediato: lo que quer¨ªa decir era que ?por primera vez? se sent¨ªa orgullosa ?del proceso pol¨ªtico?, no en general del pa¨ªs. Michelle Obama fue tambi¨¦n criticada por hablar en p¨²blico de algunos defectos de su marido, del que dijo que no bajaba la basura, roncaba y ten¨ªa mal aliento por las ma?anas. Ella respondi¨® que pretend¨ªa acercar a la gente al candidato.
Ha sido v¨ªctima de intoxicaciones varias procedentes de los adversarios pol¨ªticos de su esposo. Michelle Obama no responde al papel de mujer callada y sonriente que tan bien cumple Cindy McCain, sino que es una persona de fuerte car¨¢cter, que dice lo que piensa, y que ha sido caricaturizada por ello como una exaltada radical en la cuesti¨®n racial.
Ella es negra, no mulata como ¨¦l, y cuando asisti¨® a Princeton y Harvard a finales de los ochenta escribi¨® que se sent¨ªa como una estudiante de segunda, como si no acabara de pertenecer a ese mundo de blancos privilegiados que no la miraban como una igual. De estas experiencias se ha generado una leyenda urbana sobre ella que incluye m¨²ltiples mentiras, como que utiliza el despectivo t¨¦rmino whitey (blanquito) para referirse a los blancos.
Michelle Obama tiene estos d¨ªas su gran oportunidad. Millones de norteamericanos para los que hasta ahora es una relativa desconocida pudieron escucharla ayer desde sus casas y forjarse una opini¨®n no s¨®lo sobre ella, sino tambi¨¦n sobre el candidato dem¨®crata a trav¨¦s de sus ojos.
Dice el equipo de campa?a de su marido que es extremadamente eficaz en las distancias cortas, en las peque?as reuniones y con las mujeres y la clase trabajadora. Ahora se est¨¢ midiendo con toda una naci¨®n que escruta a las primeras damas, especialmente cuando parece que tienen ideas, casi como si ellas tambi¨¦n fueran a gobernar.
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